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Qué difícil es ser DJ (incluso de balcón)

DJ balcón

Un alegato en favor de los pinchadiscos, ahora que el confinamiento ha hecho que proliferen sin posibilidad de escapatoria. 

Dj Chechu en su balcón
¿Que cuáles son las profesiones «esenciales», preguntabas? Un alegato en favor de los pinchadiscos, ahora que el confinamiento ha hecho que proliferen sin posibilidad de escapatoria.

«Last night a DJ saved my life» cantaban Indeep allá por 1982. Vamos, «Anoche un DJ me salvó la vida», justo como se tituló en su versión traducida al castellano el libro de 1999 en el que Bill Brewster y Frank Broughton relataban la historia de los disc jockeys, «los verdaderos innovadores de la música», ahí es nada, afirmaban en el subtítulo.

Una frase grandilocuente, a todas luces excesiva, pero no más que muchas de las noches que quien más quien menos ha pasado en la pista de baile, frente a la cabina de un DJ. De un pinchadiscos, vaya, que nos da por los anglicismos como quien hoy se obsesiona con el papel higiénico, mañana por la cerveza y pasado por la levadura. Mejor que sobren.

Levadura, ese bien preciado // @mortadela

Estos días, semanas (¿meses?) de confinamiento por el dichoso Covid-19, el coronavirus que tiene en jaque a todo el planeta (que se confíen en Bielorrusia, que verás) me ha hecho pensar en muchas cosas. Algunas, absolutamente chorras (como darle vueltas a si el bizcocho queda mejor con nueces o con anacardos); otras, no tanto: ¿os habéis dado cuenta de qué profesiones son «esenciales» cuando la necesidad aprieta? (Parece que no eras tan importante, eh, Assistant product manager).

El listado confeccionado por el Gobierno incluye a personal sanitario (faltaría más), fuerzas y cuerpos de seguridad, transportistas, personal de mantenimiento, operadores de telecomunicaciones, puertos, aeropuertos, gasolineras, medios de comunicación… y un puñado más (incluyendo a la cajera de tu súper, esa de la que te reías por «no haber llegado a nada» y sin la que ahora te morirías de hambre).

Supermercado durante la crisis del coronavirus

Too many CEOs // Carrefour

Pero vamos, que ni rastro de los DJs. Sin embargo, ahí están. O, mejor dicho, ¿dónde no están los DJs? Tenemos pinchadiscos en directo a todas horas en Instagram, en Facebook, en Youtube, en Twitch, en Twitter, en.. ¡en los balcones! Es como si, de repente, no solo los profesionales se hubiesen lanzado a llenar los vacíos que la reclusión ha traído a sus vidas con la, además, doble finalidad de amenizar las del resto, sino como si todo hijo de vecino se viera legitimado (y casi obligado, en plan labor social) a hacernos escuchar sus tonadillas. Bueno, las de otros. Pero las elegidas por él. SU música.

Y qué queréis que os diga. Yo ya estoy hasta las narices del «Resistiré», el himno oficioso del confinamiento. O estaba, porque ahora incluso añoro esa versión original, la grabada por el Dúo Dinámico en 1987, toda vez que los DJs de balcón han decidido sustituirla por «Resistiré 2020», la reinterpretación coral de David Bisbal, Melendi, Manuel Carrasco, Vanesa Martín, Álvaro Soler, Pitingo o Blas Cantó, entre otros. Se salvan porque, dicen, es por una «buena causa» (los beneficios de su streaming serán para Cáritas).

De esta, nos aseguran, vamos a salir «mejores personas». No sé yo, pero va.

La cosa es que, filias y fobias personales al margen, me parece genial que haya quien le ponga un poco de ritmo y positivismo a la cuarentena. De otra manera, este trance podría ser aún más amargo, teñido, como está, de muerte, miedo, impotencia y dolor. Así que no seré yo quien censure su actividad (a ver, tampoco os vengáis demasiado arriba –tan arriba-), sabedor de lo que duelen las miradas inquisidoras de los ortodoxos del rock cuando uno pincha trap en un garito, o cuando, en una boda en la Euskadi profunda, no accedes a ponerle una canción al tío de la novia, recién llegado de Lugo.

– Lo siento, no tengo ninguna muñeira…
– ¡Pues vaya mierda de DJ!

Y es que no es nada fácil ejercer de disc jockey. En serio. Es difícil. Así que me pongo en la piel de los DJs de balcón y, uf, qué valor, con tanto potencial «hater» observándote y, lo peor, ¡sabiendo dónde vives! Así que no, yo no me he atrevido, bastante tengo con conocer de primera mano lo que conlleva hacerlo en los citados casamientos… y, creedme, daría para libro. Sí, sí, de esos que nos hemos propuesto escribir durante el encierro. A ver si saco un ratito entre el teletrabajo viendo la tele, la gimnasia flojíbiris, la limpieza general un tanto parcial y las recetas fallidas de bizcochos (que, definitivamente, quedan mucho mejor con nueces).

A ver, sin pasarse.

Gracias, pinchadiscos. Ánimo, gente. Saldremos de ésta.

#quédateencasa

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