BIFM
Entrevistas

Los hermanos Jussen: ¿Estrellas del pop adolescente? ¿Jóvenes futbolistas en auge?

Jóvenes, guapos y exitosos. Con 23 y 26 años ya son reputadísimos pianistas clásicos y actuarán en Bilbao en diciembre. Los entrevistamos

Arthur y Lucas, los hermanos Jussen // Marco Borggreve
Son jóvenes, guapos, exitosos internacionalmente y han amasado su propia fortuna gracias a su precocidad. Tienen 23 y 26 años y ya son reputadísimos pianistas clásicos. El 12, el 13 y el 16 de diciembre actúan en Bilbao

Lucas (27 de febrero de 1993) y Arthur Jussen (28 de septiembre de 1996) son hijos de una flautista y un percusionista holandeses. Su hogar familiar estaba en Hilversum, un municipio de menos de 100.000 habitantes de los Países Bajos, y fue allí donde los dos tuvieron su primer contacto con el piano, a la edad de 5 años. Lucas, el mayor, empezó a interesarse por el instrumento en 1998; Arthur, por aquel entonces de solo dos años, se contagió enseguida de aquella afición de su hermano.

El instrumento en concreto y la música clásica en general, los cautivó desde muy muy niños. Y sus padres, claro, no pudieron más que alimentar su pasión. Enseguida comenzaron a formarse y a dar pequeños recitales en casa, en su escuela de música… Hasta que, sin haber cumplido los 10, ya se habían convertido en un dúo de pianistas que debutaría «profesionalmente» (todo lo profesional que pueden ser unos críos de 6 y 9 años) en, ahí es nada, el Real Concertgebouw de Ámsterdam, un sala que no solo tiene capacidad para 2.000 espectadores, sino que además está considerada una de las tres mejores del mundo gracias a su excelente acústica (junto al Symphony Hall de Boston y el Musikverein de Viena).

Hermanos Jussen

23 y 26 años, y una carrera musical en común desde los 5 // Marco Borggreve

Cuando uno tenía 12 y el otro 8 (y tras tocar para la Reina Beatriz de los Países Bajos), los hermanos coincidieron con la gran pianista lisboeta Maria João Pires, figura clave en su desarrollo como músicos. Se fueron a vivir con ella durante todo un año, que pasaron entre sus casas en Belgais (Portugal) y Brasil, tomando clases a diario, ensayando horas y horas. Un intensivo y acelerado «máster» particular por el que muchos profesionales adultos matarían. Fue así como, antes de la adolescencia, ya eran verdaderas estrellas de la música clásica. Y, además, de esas estrellas alabadas por igual por aficionados, críticos y profesionales, principalmente por su compenetración única (forjada gracias tanto a los lazos de sangre como a las horas de práctica común).

¿Niños prodigio? Desde luego. ¿Explotación infantil? Para nada. «En esa tierna edad de los 10, 11, 12 años, aún eres totalmente flexible, moldeable, así que si echamos la vista atrás, solo podemos estar agradecidos y considerar aquellos años como parte fundamental del proceso para convertirnos en los músicos maduros que ahora somos», reflexionan para BI FM desde Oviedo, donde acaban de dar el primer concierto de su actual gira por España (que los trae al Euskalduna de Bilbao, junto a la Bilbao Orkestra Sinfonikoa, los días 12 y 13 de diciembre para sendos conciertos sinfónicos, y el 16 para uno de cámara). «Tocar el piano de pequeños era un hobby. Empezamos porque nos encantaba, jamás lo sentimos como una carga, una obligación o un trabajo. Encima, al vivir juntos, podíamos practicarlo en compañía y lo disfrutábamos aún más. Convertirnos en un dúo de pianistas fue algo natural y que solo nos reportó felicidad”.

De acuerdo pero, mientras los chavales de vuestra edad echaban los días entre el cole y el parque, pasaban al instituto y sus obligaciones no iban más allá de los exámenes semestrales, vosotros empezabais a girar por el mundo, tocabais vuestros dos pianos ante las exigentes audiencias de la música sinfónica, trabajabais con la Orquesta Sinfónica Nacional Danesa, la Orquesta de Philadelphia, las de Vancouver, Sydney, Shanghai… ¡Si hasta firmasteis un contrato con la prestigiosa discográfica Deutsche Grammophon cuando teníais 14 y 17 años respectivamente! “Pero es que en realidad esa sensación de diversión y disfrute al tocar juntos el piano jamás desapareció. Desde luego que ahora, siendo adultos, ya sí somos conscientes de los miles de espectadores que nos vienen a ver a los conciertos, de que esto es un trabajo. Pero de niños no había presión alguna. Al salir a un escenario teníamos una sensación de felicidad constante, solo nos fijábamos en lo bonitos que eran los teatros, en saltar por las escaleras que nos llevaban a escena… De hecho, a día de hoy muchas veces intentamos recuperar aquella actitud naíf para liberarnos de la presión y colocar nuestra mente en el estado adecuado para enfrentarnos a los conciertos. Sinceramente, sentimos que fue una suerte que, gracias a aquellos años, ahora hacer música sea nuestro trabajo”.

Hoy en día, Lucas y Arthur son dos jóvenes de 26 y 23 años. Dos chicos guapos, exitosos, convertidos en estrellas internacionales y que ya han amasado su propia fortuna gracias a su profesión y su precocidad. Así descritos, y viendo las fotos que acompañan este reportaje, cualquiera apostaría a que son dos nuevas promesas del fútbol internacional, de esas por los que los grandes equipos se pelean chequera en mano cada principio de temporada. O, quizá, la última sensación de la música pop internacional, un dúo de guaperas de esos que traen locas a quinceañeras y quinceañeros y que generan millones de visionados en YouTube con sus videoclips.

Los Jussen estarán en el Palacio Euskalduna de Bilbao con sus pianos y con la BOS // Marco Borggreve

Pero no, los «fans» a los que encandilan los Jussen no son de los que forran sus carpetas y las paredes de sus cuartos con fotos de sus ídolos, ni de los que hacen horas de cola por un autógrafo o un selfie con ellos. Son adultos melómanos que abarrotan los más lujosos teatros del mundo para deleitarse en directo con orquestas sinfónicas, óperas y divos y divas internacionales. Un colectivo en el que cualquier neófito asumiría que dos veinteañeros del siglo XXI no pueden haber tenido fácil encaje. “Bueno, no puedes gustar a todo el mundo, y si hay gente a la que no le gusta que seamos dos chavales normales y corrientes los que nos subimos a tocar a esos escenarios, pues es lo que hay. A nosotros solo nos preocupa la calidad de lo que tocamos y el estar preparados a más del 100% para cada concierto que ofrecemos”, zanjan categóricos.

En términos generales, los hermanos sí han contado con la aprobación de un ambiente al que, mucha veces, tildamos de snob, cerrado o, incluso, de elitista. Quizá porque, en realidad, ese es solo un sempiterno prejuicio contra el que tanto programadores como artistas de clásica tienen que luchar desde hace años. Para por fin derribarlo, cuentan con Arthur y Lucas como grandes aliados, puesto que ellos sí consiguen atraer a sus conciertos a públicos mucho más jóvenes de lo habitual. Será porque lo mismo salen a actuar frente a un auditorio con todo vendido ataviados con iconoclastas trajes transparentes; o porque a veces han sustituido las butacas de algunos recintos por pufs para generar un ambiente más distendido; o porque tienen un rompedor diseñador de cabecera que les hace los trajes a medida (en la publicación de Instagram bajo estas líneas puedes ver ejemplos de las creaciones que les ha hecho Peter-George d’Angelino Tap en los últimos 10 años)… O quizá se deba, simplemente, dicen ellos, «a que ver a unos chavales jóvenes en el cartel hace que gente de nuestra edad que jamás iría a un concierto de música clásica, piense que si dos chicos de su edad están locos por esta música, algo tiene que tener», conjeturan. «Debe de ser solo por eso por lo que sí solemos tener un 30% de público menor de 30 años en nuestros directos -un nada desdeñable porcentaje con el que los promotores de clásica solo pueden, hoy en día, soñar-, porque, por mucho que nuestro aspecto pueda indicar otra cosa, nosotros lo que ofrecemos siempre es música clásica pura. En ese aspecto no hay concesión alguna».

Y, fuera de esos imponentes recintos históricos de medio mundo por los que se mueven, ¿cómo son los hermanos Jussen en su vida diría? ¿Salen de fiesta por la noche? ¿Bailan reggaeton? ¿Les gusta el fútbol? ¿Tienen sus propios ídolos? ¿Hacen, en definitiva, lo mismo que la mayoría de los millennials? “Nos gusta el deporte, y el fútbol nos apasiona. Nuestro equipo es el Ajax y vamos al campo siempre que podemos. De hecho, estamos deseando llegar a Bilbao, porque vamos a estar allí toda una semana y coincide que el sábado 14 el Athletic juega en casa. Casualmente tenemos el día libre, así que estaremos en San Mamés. Sobre el reggaeton, pues sí, nos gusta. Es uno de esos ritmos a los que no te puedes resistir y que te hace bailar sí o sí. Cuando sales de bares por Ámsterdam puedes estar seguro de que lo vas a acabar escuchando. Nos gusta todo tipo de música, pero sí tiramos más a nombres de hace años (James Brown, Queen, Eagles, Luis Miguel, Whitney Houston…) pero por ejemplo ahora estamos locos por Bruno Mars. ¡Ojalá pudiéramos colaborar con él!». Sí reconocen que la del músico profesional es una carrera tan dura como la del deportista de élite y, por tanto, «tenemos que hacer ciertas renuncias en nuestra vida personal; tenemos que privarnos a veces de planes con los amigos, de vacaciones… Pero nunca hemos sentido que esas renuncias hayan sido mayores que las satisfacciones que nos genera hacer música”.

Antes de terminar, nos preguntamos: ¿qué se puede hacer para que los niños y los adolescentes se enganchen, además de al reggaeton, a la clásica? “Es difícil, porque la música popular está en todos los sitios, todos estamos expuestos a ella. Pero, a no ser que vivas en Viena, es raro que la clásica esté presente en tu vida y en tu día a día de una forma natural. Cuando un joven va a un concierto de clásica va a ser difícil que se identifique con lo que escucha, va a sentirse a años luz de lo que ve sobre el escenario. Porque es algo diferente a lo que normalmente le rodea. Nosotros creemos que la solución pasa por potenciar la formación musical en la escuela”. Pero Arthur y Lucas prefieren despedirse de forma más optimista y, para la generación que ya pasamos por el cole con exigua formación en música y que a día de hoy seguimos sintiendo la clásica como algo ajeno, nos lanzan un reto: “Escuchad el tercer movimiento de la 2ª Sinfonía de Rachmaninoff”. Y es que, si eso no te hace vibrar, estás muerto/a. Haz caso a los hermanos, dale al play bajo estas líneas y, si te quedas con ganas de más, acércate al Auditorio del Palacio Euskalduna de Bilbao a ver en directo a Lucas y Arthur Jussen y a sus dos pianos acompañados de la Orquesta Sinfónica de Bilbao (12 y 13 de diciembre). Además, el lunes 16 también estarán en una sala pequeña del mismo recinto para un recital especial de cámara para un aforo reducido, en el que tocarán piezas de Mozart, Ravel o Stravinsky, entre otros.

Arriba