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Eduardo Ranedo

El Disco del Mes: Vulk – Ground For Dogs

Vulk

Eduardo Ranedo nos recomienda el segundo álbum del cuarteto bilbaíno, con el que regresan arriesgando, en un juego permanente con los tempos e incorporando texturas que abren definitivamente su abanico de referencias

Vulk, en MAZ Basauri 2018 // David Mars
Eduardo Ranedo nos recomienda el segundo álbum del cuarteto bilbaíno, con el que regresan arriesgando, en un juego permanente con los tempos e incorporando texturas que abren definitivamente su abanico de referencias

Descubrí a Vulk por sorpresa. No sabía nada de ellos y me los encontré en el escenario del Dabadaba de Donosti. Estuvieron fieros, comandados por un cantante que vestía una réplica -pirata- de la camiseta de Michael Owen cuando era jugador del Liverpool. Dio igual que en el cartel figuraran bandas de nivel como Tremenda Trementina, Cala Vento o los entonces neófitos Luma, se los comieron a todos. Ese día descubrí que eran de Bilbao y todo me cuadró bastante, con esa vehemencia y ese toque macarra que me retrotrajo a las calles del Botxo en los ochenta, libres de tontería y con pocas expectativas de planes de regeneración o cosas semejantes. No hacía falta mucho más para engancharme, pero el caso es que lo había. Vulk nos pusieron a unos cuantos las orejas tiesas con un batido de post-punk lleno de nervio y tensión en el que se adivinaban muchas cosas –el exigente legado de Wire, por ejemplo-, muchas más que las cuatro típicas que suelen replicarse en los casos de revival descarado.

Desde entonces -era en torno a mayo de 2016- su desarrollo ha sido enorme y su evolución brutal. Una demo muy prometedora dio paso a un LP notable como fue «Beat Kamerlanden«. Su nombre estaba de golpe en boca de todos gracias también a un directo muy potente y severamente adictivo que terminó por ser reconocido como el mejor del año 2017 por los redactores de la revista Ruta 66. Ahora, apenas un año después de la publicación del anterior y casi sin tiempo para digerir la aventura, llega un nuevo trabajo que sirve para culminar una puesta de largo espectacular. “Ground For Dogs” (Elsa/Meyo, 2018) supone algunos cambios, y no solo musicales. De hecho quedará como el punto final de la formación que ha puesto su nombre sobre la mesa, y ello debido a que cambian de batería: Javier Marco dejará su puesto a Jangitz Larrañaga tras el concierto de presentación del álbum en el Kafe Antzokia el próximo 30 de junio, cita en la que les acompañarán Cala Vento y Serpiente.

Vulk banda

Los Vulk del primer disco // Alejandra Bustillo

En lo estrictamente musical hay unas cuantas cosas que comentar. Continúan con esa especie de atrayente marcialidad, oscura pero en absoluto postiza por la credibilidad que transmite. Es un disco mucho más complejo que el primero, lleno de detalles que las canciones van desprendiendo con las escuchas, muy poco a poco. Muy lejos de ser piezas de consumo rápido –y por ello quizá algo alejadas de la inmediatez que transmitían hasta ahora-, proponen un juego permanente con los tempos e incorporan texturas que abren definitivamente el abanico de referencias del grupo, dando entrada a estructuras que remiten al rock alemán de los setenta y al mundo del progresivo, achicando en este caso todo el espacio posible a lo artificioso y lo superfluo.

Vulk

Portada de «Ground For Dogs» (2018)

Sigue sonando a post-punk, claro, y a la parte más afilada y ortodoxa del mismo. Me temo que habría que extirpar mucho del adn de Vulk para que esa traza desapareciera. Pero rechazan regodearse en la reiteración, el grupo arriesga y propone ambientes no tan opresivos, invitando a entrar en atmósferas variadas rodeándote de detalles musicales que apenas se atisbaban en su versión más, digamos, directa. Quién sabe si no es tanto una apertura de miras como una vuelta al origen del grupo, cuando las canciones no existían y juntarse en el local no era sino una excusa para improvisar.

Veremos qué ocurre con ellos, o por dónde son capaces de avanzar. Su ritmo de actividad, frenético, seguro que les proyecta hacia lugares ahora inimaginables. Pero, de momento, han conseguido entrar en ese selecto olimpo de bandas bilbaínas que realmente importan. Y no me estoy refiriendo solo a las actuales.

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