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Entrevistas

“Si eres mujer, gitana y lesbiana, estás completamente desamparada, no existes”

Carmen y Lola

La bilbaína Arantxa Echevarría ha sido la primera directora española seleccionada en los 50 años de historia de la recién arrancada Quincena de Realizadores del Festival de Cannes. Su primera película, “Carmen y Lola”, es la audaz historia de dos adolescentes que viven su primer amor. En septiembre llegará a los cines

Fotograma de "Carmen y Lola"
La bilbaína Arantxa Echevarría ha sido la primera directora española seleccionada en los 50 años de historia de la Quincena de Realizadores del recién arrancado Festival de Cannes. Su primera película, “Carmen y Lola”, es una audaz historia de dos adolescentes que viven su primer amor. En septiembre llegará a los cines

El próximo miércoles, 16 de mayo, la bilbaína Arantxa Echevarría hará historia en la alfombra roja del Festival de Cannes. Ha sido la primera directora española en ser seleccionada para la Quincena de Realizadores, la sección paralela que, para muchos, es lo más interesante del que pasa por ser el festival de cine más importante del mundo. A esta sección, que nacía durante el revolucionario mayo del 68 como contrapunto a la más anquilosada programación oficial, Arantxa acudirá con su debut, “Carmen y Lola”, cuyo guion también firma.

¿Quién es Arantxa Echevarría? ¿Qué esconde su «Carmen y Lola» para haber llegado ya tan lejos sin que prácticamente nadie haya podido verla?

Arantxa Echevarría, en el rodaje de «Carmen y Lola»

Arantxa nació en Bilbao en 1968, estudió Comunicación Audiovisual en la Universidad Complutense de Madrid y desde entonces ha estado vinculada al mundo del cine. Cortos, documentales, guiones, trabajos técnicos y, sobre todo, dirección de producción de largometrajes. Más que curtida gracias a sus muchos años de experiencia, hace una década se propuso levantar su primera película. Y tuvo claras tres cosas: que el guion sería también suyo, que ahondaría en la situación actual de la mujer y que contaría la historia de un “primer amor de adolescencia, ese que crees que va a ser el único, ese que nunca se olvida”.

La chispa final la encendieron, en 2009, las páginas de Sociedad del diario El País. Arantxa leyó en ellas la noticia de la primera boda entre dos mujeres gitanas celebrada en España. Había pasado ya más de un lustro desde la aprobación de la ley de matrimonio homosexual; la foto mostraba a las recién casadas de espaldas; el texto no revelaba sus nombres; a la boda no había ido nadie de sus familias. “Pensé: ¡Vaya ovarios! Estas chicas tienen que estar muy solas en el mundo. ¿Cómo se habrán conocido?”, rememora Arantxa. Así nacía “Carmen y Lola”. O su germen, ya que por entonces no podía ni atisbar el periplo que tenía por delante. Hablamos con ella de este largo viaje plagado de obstáculos que, por fin, una década después, parece estar acabando bien en este 2018.

Y es que no solo compite en Cannes por la Cámara de Oro (ese premio que se otorga a la opera prima más destacada de la edición y que ya puso en el mapa en su día a Spike Lee o Sofia Coppola), sino que “Carmen y Lola” ya tiene cerrado su estreno en los cines españoles para principios de septiembre. Méritos que dan la medida de la joya que Arantxa ha alumbrado con solo 750.000 euros de presupuesto y 5 semanas de rodaje (un largo modesto español triplica ese presupuesto y duplica ese tiempo).

Carmen y Lola

Rosy Rodríguez y Zaira Morales, protagonistas de «Carmen y Lola»

Mujeres homosexuales gitanas, un colectivo del que la gran mayoría no sabemos nada. Supongo que el proceso de documentación para escribir el guion de “Carmen y Lola” sería casi más una investigación sociológica de campo…

Totalmente. Fue un periodo de dos años y, en más de una ocasión, llegué a pensar que era un colectivo que me estaba inventando. Las agrupaciones gitanas me decían que tenía que haberlas pero que no conocían ningún caso. En las asociaciones LGBT+ no tenían ningún conocimiento del mundo gitano, había un vacío total en sus informes. Finalmente, pensé que si yo fuera una de ellas y tuviera 16 años intentaría comunicarme por Internet, así que me metí en todos los chats LGBT+ que encontré con el nick «gitana guapa». Tras un mes, una chica me preguntó de qué familia era. Me dije, aquí está, un payo nunca haría esta pregunta. En cuanto hablamos un poco le conté la verdad, que era una directora paya trabajando en una película. A lo largo de casi dos años conseguí labrarme la confianza de una quincena de chicas que quisieron contarme sus historias y las de otras conocidas suyas. Tras ese trabajo, cuando por fin me senté a escribir el guion tenía tanta información que salió solo, en menos de un mes.

¿Cómo son esas chicas? ¿Cómo viven? ¿Sometidas a la triple discriminación de ser mujer, lesbiana y gitana?

Todas me pidieron mantener el anonimato, así que imagina cómo viven. Ellas son invisibles, no existen, están en una situación de desamparo. Han escondido su sexualidad para poder sobrevivir: a los 16 años se habían casado ya o se iban «a pedir». Pensemos que, aunque la mujer gitana es fuerte y poderosa en el hogar, está sometida a las decisiones del hombre. Están, por así decirlo, en la situación de la generación de nuestras abuelas, tras siglos de machismo y patriarcado. A esto se une que, para los gitanos, la familia lo es todo, un nexo de unión vital sin el que es imposible salir adelante. Y de ese amor apabullante por sus hijos nace el daño que les hacen si se enteran de que son gays; con el afán de protegerlos, los encierran en casa con el consabido «ya se le pasará». Para ellos, es inconcebible que un hijo te diga que no va a tener descendencia.

Otro factor que echa más leña al fuego es que, si eres diferente, colocas a tu familia frente a la colectividad en una situación complicada, porque lo que piense la familia de al lado para ellos es crucial. Por supuesto que depende; por ejemplo, en Andalucía payos y gitanos se retroalimentan y todos son más abiertos. También en el mundo del arte y del flamenco se permiten más libertades. Pero yo quería hablar de gitanos de los mercadillos de Madrid.

"Carmen y Lola"

De rodaje en el mercado

¿Qué esperanzas puede tener ahora mismo uno de esos adolescentes de los que hablas?

Lamentablemente, no veo una solución a medio plazo… Los gays y transexuales gitanos tienen más que perder que ganar, hacer un acto «revolucionario» a día de hoy es dificilísimo, no se les puede pedir eso. Y, aunque dieran el paso, ¿qué iban a hacer? ¿Acercarse a una asociación paya de apoyo LGBT+? La frontera cultural y de entendimiento de los payos frente a los gitanos es infranqueable. Imagina a una niña gitana de 16 años, con una educación muy básica y sin conocimiento alguno de la vida fuera del núcleo familiar, lanzada al mundo payo. ¡Es como echarse a los leones! Porque los payos somos racistas, jamás vemos a un gitano como alguien con quien podríamos hablar. Por eso también quise tocar este tema en la película. La situación de la mujer en el mundo me interesa y creo que debo ahondar en ella en mi trabajo, pero ¿voy a hablar de la mujer en Somalia o en Afganistán cuando esta situación la tengo a la vuelta de la esquina de mi casa y no sé nada de ella?

Una vez tienes el guion de «Carmen y Lola», ¿dónde buscas actores gitanos? ¿En escuelas, en agencias? ¿Existen?

Más allá de los Flores, en este país no hay ni uno. Solo encontré una actriz gitana, pero era andaluza y, como decía, yo iba a hablar de gitanos en Madrid. Al final nos tiramos a la calle: empapelamos barrios, fuimos a asociaciones, a mercadillos… Y convocamos un inmenso casting por el que pasaron 1.000 gitanos del total de 5.000 que viven en Madrid. ¡Vimos a un 20% de la población madrileña! Más que buscar actores, se trataba de buscar personas reales que pudieran encajar en los diferentes personajes que yo había escrito. Durante el proceso aprovechamos para seguir con el trabajo de campo, ya que tenía miedo de que mi documentación para el guion fuera sesgada al haber localizado solo a unas pocas gitanas lesbianas. Por eso en el casting nos sentábamos con cada uno y hablábamos largo y tendido: cuéntame tu vida, háblame de tu familia, como reaccionarías si un hijo tuyo fuera gay…

"Carmen y Lola"

Mujeres gitanas lesbianas: Las hay

Y, durante el rodaje, ¿cómo condiciona el trabajo el hecho de no contar con un equipo actoral profesional?

Lo cambia todo. Ellos no tenían conocimientos técnicos de arte dramático ni ningún método, así que yo tenía que jugar con sus emociones reales, plantearles situaciones y resortes ante los que pudieran reaccionar mostrando lo que necesitaba. Pasamos tres meses ensayando y era muy complicado. Luego, ya en el rodaje, con ellos no hay indicaciones, ni posiciones, ni normas que valgan. Yo intentaba rodar como siempre, de forma académica, pero, tras una semana, vi el material grabado y no valía para nada. Ahí fui consciente de que tenía que dejar fluir las cosas: plantearles cada escena, dejarlos libres y limitarme a documentar todo con mi mirada a través de la cámara.

El guion sí se respetó, pero la preparación previa no sirvió de nada. Había que adaptar la parte técnica del rodaje a ellos, y no al revés. Lo bueno es que el resultado final en pantalla es brutal, porque emana de la verdad que hay dentro de la persona y no de un trabajo de interpretación. Eso es mucho más real y mágico que lo que pueda hacer cualquier gran actor, es algo imposible de conseguir con técnica.

De hecho, hubo un momento en que no encontraba a la chica que pudiera hacer de una de las dos protagonistas y decidí probar con una actriz. Al ponerla junto a la gitana que hacía el otro personaje aquello era un disloque. Se la comía, la verdad con la que hablaba dejaba perdidísima a la actriz. Finalmente, en todo el reparto de “Carmen y Lola” solo hay una actriz, Carolina Yuste, que además es paya. Y, a pesar de que hace un trabajo soberbio, lo pasó fatal en el rodaje para estar a la altura. Eso sí, una vez acabada la película, ya ha habido un coprotagonista (Moreno Borja) que ha firmado un contraro para la nueva serie de Paco León en Movistar (“Arde Madrid”) y estoy convencida de que las dos protagonistas, Rosy Rodríguez y Zaira Romero, van a dar mucho que hablar. Quizá hemos dado con una cantera de actores gitanos (risas).

Carmen y Lola

Rosy Rodríguez y Zaira Romero van a dar mucho que hablar

Queda claro que el esfuerzo para sacar adelante «Carmen y Lola» ha sido ímprobo. ¿Pensaste alguna vez en tirar la toalla?

Hubo exactamente cuatro momentos. Primero buscando la financiación con una sinopsis radicalmente anticomercial de productor en productor, sin que se abriera ninguna puerta -finalmente, Orange España que, como todos los operadores con servicios de TV está obligado a invertir parte de sus beneficios en cine, creyó en el proyecto y aportó una cantidad base que permitió a Arantxa solicitar las ayudas a la producción del Ministerio de Cultura y la Comunidad de Madrid-. El segundo bloqueo fue durante la documentación, cuando no conseguía recabar ninguna información sobre el tema. El tercero, en los castings, cuando llevaba vistas centenares de chicas y no encontraba a «Carmen». Y el cuarto, esa primera semana de rodaje tras la que comentaba que solo había rodado material que era, francamente, una cagada.

Supongo que, aparte de quebraderos de cabeza, lo peculiar del periplo para dar a luz a «Carmen y Lola» te habrá metido en situaciones, cuando menos, surrealistas, ¿no?

Desde luego. La que más recuerdo es la de una chica que hacía de consuegra de una de las protagonistas, con la que teníamos una decena de sesiones de rodaje. Una tarde me llama y me dice: “Que mañana no puedo ir. Que me han desterrado”. Su marido se había peleado con otro y, para que no hubiera problemas en la comunidad, el patriarca les había mandada a ellos a vivir a Sevilla. Yo solo podía repetirle: «Pero si no hemos acabado de rodar tu personaje», hasta que me saltó: «Oye, ¿y si te mando a mi madre se notará mucho?» Obviamente, hubo que reducir la trascendencia de su personaje en la película (risas).

"Carmen y Lola"

No todo fue fácil

Ahora, con el filme acabado, parece que por fin las cosas empiezan a irle bien a «Carmen y Lola». Sin padrinos ni presupuesto millonario para promoción, ¿cómo acabas en el Festival de Cannes?

Sí, este momento es en realidad el más difícil, es en el que decenas de largos se quedan en el camino cada año. Yo he trabajado para otros en muchas cintas que, acabadas, han terminado en un cajón. Con «Carmen y Lola», simplemente, mandé a la Berlinale -el pasado febrero- un «work in progress». Me contactaron entusiasmados pero, claro, la película aún no estaba terminada. Para Cannes hice lo mismo, solo me inscribí en la Quincena de Realizadores, como hicieron otras 1.600 películas. ¡Aún estoy flipando con que haya sido una de las 20 seleccionadas! Internacionalmente, Cannes te pone en el mapa. Al momento de anunciarse la selección recibimos una veintena de mails de distribuidores internacionales, productores, agentes de ventas y de prensa… ¡Apabullante!

También está confirmado ya el estreno en cines españoles para primeros de septiembre y, probablemente, esta sea una larga carrera que acabe en los Goya de 2019. ¿Qué esperas que ocurra?

Después de pasar tantos años dudando de si esta historia que a mí tanto me atrapaba le iba a interesar a alguien, solo aspiro a que la gente la vea. Y si conseguimos que una sola persona (payo, gitano, musulmán o lo que sea) mire a su hijo/a y piense: «te quiero como eres y solo quiero que seas feliz», el esfuerzo de estos cuatro años habrá valido la pena.

Tras tejer esos lazos con el pueblo gitano, ¿te preocupa lo que ellos piensen de «Carmen y Lola»? ¿Esperas críticas?

Por supuesto. Se me echarán encima por tocar este tema encima siendo paya. Lo entiendo, es duro que marquen las debilidades de tu cultura. Yo soy vasca y no me gusta que venga alguien desde una mirada extranjera a explicarme nuestra realidad. Es un mecanismo de defensa lógico. Pero yo he hecho «Carmen y Lola» desde el amor y el respeto a esa cultura. Y no he rodado absolutamente nada que un gitano me haya dicho que no era realista. Todos ellos eran como mis «asesores». Yo no sé cómo es un «pedío» (de mano), ellos me decían cómo hacerlo. Además, cambiamos en rodaje todo lo que les chirriaba. Yo quería hacer una secuencia en la que un padre se enfadaba con su hija y la castigaba sin cenar, pero ellos me decían: «Eso es imposible. Un gitano, por muy cabreado que esté, siempre va a dar de comer a sus hijos». Otra escena en la que una madre se entera de que su hija es lesbiana, yo quería que fuera algo muy intimista. Pero me dijeron: «No, eso es muy payo. Una madre gitana lo primero que hace es coger a la chavala por el pelo, gritar y llevarla donde su padre». Son ejemplos concretos, pero se ha hecho con todo. He intentado ser lo más respetuosa posible con su realidad, aunque haya podido equivocarme en alguna cosa.

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