Estuvimos en la edición número 18 de Bilbao BBK Live, viendo a Arcade Fire, Grace Jones, Los Planetas, Prodigy, Massive Attack, Air, Alcalá Norte, El Columpio Asesino, Slowdive, Jungle, Shinova… Una crónica de Joseba Vegas y Germán Castañeda, con fotografías de Asier Izquierdo
110.000 personas, según datos oficiales facilitados por la promotora Last Tour, disfrutaron de Bilbao BBK Live 2024 entre el jueves 11 y el sábado 13 de julio. Un balance que la empresa valora como «muy positivo» y que, visto el contexto, no hay duda de que puede tomarse como tal.
Con un panorama festivalero hiperpoblado, con grandes eventos que arrastran a cientos de miles de personas a lo largo del verano y que, previamente, han pujado por contar con los mejores reclamos, la cita de este año en Kobetamendi, aunque muy atractiva desde el plano artístico, quizá pecaba de poco «comercial», carente de rutilantes estrellas actuales y con pocos ganchos para el gran público. Sin embargo, con los datos de asistencia en una mano y nuestra experiencia en primera persona en la otra, podemos asegurar que el Bilbao Live (no olvidemos que ese es su nombre original) ha sido un rotundo éxito. Había mucha, mucha gente. Y eso que llovió…
La lluvia, de hecho, se convirtió en una de las grandes protagonistas, tras descargar con fuerza en la madrugada del jueves al viernes y convertir esta segunda jornada (e incluso la tercera) en un barrizal importante. Por zonas, porque el recinto es muy amplio y la organización se apresuró a reafirmar el terreno con fardos de paja, pero asistimos a más de una «croqueta» involuntaria. Las recomendaciones de llevar crema solar y, al mismo tiempo, chubasquero, no eran en plan coña. Welcome to the Basque Country!
El festival, con 7 escenarios (qué lejos han quedado aquellos tiempos de solo 2 que no se solapaban), ha alternado bandas jóvenes con bastantes viejas glorias (especialmente, noventeras), en un equilibrio muy interesante y marca de la casa al que solo le faltó la guinda de alguna superestrella, como decíamos, por mucho que, en un mundo justo e ideal, alguien como, pongamos, Grace Jones, debería ser tomada como tal. Pero vayamos por partes.
JUEVES, 11 DE JULIO
El jueves pudimos ver a El Buen Hijo abriendo el escenario Firestone, situado en la entrada del evento y convertido ya en parada obligada para los amantes de las propuestas menos conocidas. Con Alicia de Cariño al bajo, el joven cuarteto recuperó la esencia de aquellos grupos de pop independiente de antaño, con ese regusto naif y pretendidamente amateur que tan bien sienta si las melodías son cristalinas y las letras son agridulces. Empezar así, sí.
Con nubes y claros, pero con calor, con el público llegando paulatinamente (algunos, con retraso debido a algún que otro problema con los lectores de pulseras) y situándose, recargando sus pulseras (que, una vez dentro, funcionaron de maravilla) y ordenando los primeros tragos (cañas a 5€, vasos reutilizables a 3€), el festival iba tomando cuerpo, con más bandas de esas que, todos los fines de semana, se recorren cientos de kilómetros para tocar en pequeñas salas (¡no dejéis de visitarlas!).
Dharmacide, con miembros de Depresión Sonora, VVV [Trippin´you], Luz Futuro y San Marino es una de esas, solo que esta vez podíamos verla en un gran escenario, el San Miguel, que no es sino el segundo en tamaño del BBK Live. Hubo algún fallo de sonido y lo suyo gana más en contexto oscuro y apretujado, pero su dreampop con ecos post-punk es para tener en cuenta. Un baile perezoso y triste que, sin embargo, resultó reconfortante.
Shinova, como ellos mismos recordaron, jamás habían actuado en el festival de Kobetamendi. Y llama la atención, dado que son vizcaínos y que cuentan con una legión de seguidores, convertidos ya en una de las formaciones más repetidas en los carteles de los festivales españoles. Su estilo, aunque se etiquete como «indie» en todos lados, tiene poco que ver con ello, pues su fórmula bebe más del pop-rock a secas, con no pocos ecos a los grandes clásicos del rock de estadio. Antiguamente hacían música heavy… y se nota. La voz de Gabriel, profunda, grave y dada a lo épico, se hizo notar en un recinto donde muchos se sabían sus canciones, algunas entonadas como verdaderos himnos («La sonrisa intacta», sobre todo). Son muy buenos, pero quizá su estilo no terminaba de convencer a unos programadores más dados a lo «alternativo». Visto lo visto, volverán a contratarlos, seguro.
Los Punsetes, el extremo opuesto de Shinova (indies poperos hasta la médula, arties a rabiar, destartalados, ácidos, corrosivos), seguramente no ofrecieron su mejor concierto en su larga trayectoria. Con un sonido que nos impedía distinguir las letras incluso a quienes nos las sabíamos, solo lograron levantar el vuelo con hits de bajura como «Tus amigos». Encima, a Ariadna le lanzaron un objeto y ella, siempre hierática, tuvo que esquivarlo, en una finta tan hábil como poco vista. Incluso esbozó una leve sonrisa, sarcástica, como esa «Una persona sospechosa» que sí que jaleamos hasta desgañitarnos.
Al fondo de la explanada frente al escenario Nagusia, el grande, el jueves había colocado un ring de boxeo. ¿La razón? Una curiosa manera de presentar en directo «Yo pensaba que me había tocado Dios», el single conjunto de Barry B y Carolina Durante. Con Javi Ferrara de Parquesvr como presentador, los púgiles (solo Diego Ibáñez por parte de la banda, que no está bien abusar) bajaron desde lo alto del backstage con guantes y ganas de pelea. Subieron al cuadrilátero, cantaron la canción y se marcharon. Empate.
Por ver a Punsetes nos perdimos a Sen Senra en el escenario grande, pero teníamos ‘reciente’ su actuación aquí mismo, en 2022, y, según nos cuentan no fue mejor que aquella vez, en un escenario 2, hoy reservado para unos Air que llegaban con la vitola de encabezar la segunda línea del cartel del jueves. Era tal la expectación, que apenas pudimos acercarnos a una distancia aceptable como para poder disfrutar de su propuesta: delicada, etérea, ensoñadora, como lo era aquel «Moon Safari» que supuso su debut en 1998 y que ahora los franceses revisitan en su integridad. Seguramente, las primeras filas disfrutaron de lo lindo con «Sexy Boy», «Kelly Watch The Stars» o «All I Need», pero el grueso del público se quedó más frío que un saludo de Carvajal a Pedro Sánchez. Una pena.
A continuación, Massive Attack ofrecieron el gran concierto del jueves, destacando a todos los niveles posibles. Con un gran sonido (en general, se ha echado de menos más volumen en esta edición), unos visuales que no daban puntada sin hilo (apoyados por mensajes sociopolíticos escritos ¡en euskera!), una nutrida nómina de músicos (hasta 8) y varias voces alternándose (y qué voces: Horace Andy, Elizabeth Fraser de Cocteau Twins, Young Fathers), lo de Robert Del Naja «3D», Grant Marshall «Daddy G» y compañía fue excelso, tanto, que cuesta creer que fuera la misma banda, en el mismo punto geográfico, que en 2007, solo una década después de su maravilloso «Mezzanine», actuó en un recodo del Bilbao Arena (BEC), no en la pista central del pabellón, dada la escasez de público.
Pero esta vez, sí: «Inertia Creeps», «Angel», «Teardrop», «Unfinished Sympathy», «Karmacoma»… palabras mayores del trip hop, de la música electrónica y de los 90 fueron recibidas con el revuelo que merecían. Enormes. Y hasta versionaron el «Levels» de Avicii…
Otros iconos de los 90, estos sin salirnos del territorio estatal, son Los Planetas, que están ahora celebrando el 30º aniversario de su álbum debut, «Super 8», el cual interpretan íntegramente, añadiendo alguna que otra canción extra de regalo. Así, «David y Claudia» (de «Pop»), «Un buen día» (de «Unidad de desplazamiento») y «Manchas solares» (cara B del single «Himno generacional #83») acompañaron a «10.000», «Brigitte», «De viaje», «Estos últimos días», «Jesús», la inmensa «La caja del diablo», «Nuevas sensaciones», «Qué puedo hacer», «Rey Sombra» y «Si está bien», finalizando con un «Mi hermana pequeña» que formó parte de «Medusa», su verdadero debut, el EP de 1993.
Un repertorio intachable y una interpretación muy solvente en la que, de poner un pero, diríamos que fue demasiado pulcra. Ya sabéis: Los Planetas han de sonar sucios y a J no se le tiene que entender ni papa, pero no fue el caso. Encima, las icónicas visuales, diseñadas por el siempre a reivindicar Javier Aramburu siguiendo la estética de «Super 8» (y con momentos de karaoke) fueron la guinda a un pastel solo amargado por la incomparecencia a la batería de Eric Jiménez. De todas maneras, no formaba parte del grupo cuando aquel «Super 8» que ahora se homenajea. Tampoco estuvo en la letra de «Un buen día», por cierto. Yo no digo nada.
Terminamos la primera jornada viendo a The Prodigy, con el cielo ya amenazando lluvia, pero aguantando todavía el chaparrón (nada que ver con su actuación de 2008, bajo un enorme aguacero). Tras actuar en 2014, la de 2024 era, una década después, su tercer paso por Kobetamendi, primero sin el tristemente desaparecido Keith Flint, fallecido en 2019. Había dudas de si Maxim Reality sería capaz de ejercer de maestro de ceremonias absoluto, pero vaya sí lo logró. Con Liam Howlett parapetado detrás de la cacharrería, Prodigy siguen siendo los de siempre: apabullantes. Ritmos gordos, muy gordos, en esa eterna colisión perfecta entre la electrónica y el rock, entre el techno y el punk, con clásicos como «Breathe» (abrieron con él), «Voodoo People», «Firestarter», «Poison» o «Smack My Bitch Up». Cerraron con «Out Of Space», en una rave multitudinaria que ojalá hubiera estado embarrada. Pero no adelantemos acontecimientos, que eso pasó el viernes.
VIERNES, 12 DE JULIO
En la jornada en la que el icono Grace Jones estaba llamada a reinar, otra mujer destacó. La joven (30 años) cordobesa María José Llergo rindió al público ya convencido y se ganó al resto (despistados y/o extranjeros que, simplemente, ‘pasaban por allí’ y quedaron enganchados). El setlist repasó su fascinante «Ultrabelleza» (2023), manteniendo la propuesta en vivo muy fiel a la del disco: nítida voz flamenca -con sus melismas y sus desgarros- sobre bases que combinan desprejuiciadamente pop y electrónica (estuvo sólo arropada por un percusionista y un teclista -también a las bases-). Ataviada de superheroína (con su mono bicolor ceñido, su capa de tules y sus botas de exagerada plataforma para pisar fuerte), Llergo acertó desde la primera nota, con puntos álgidos como la muy coreada «Lo que siento» o el perfecto cierre por todo lo alto con «Lucha». Aún se la nota algo tímida, quizá un poco abrumada por los grandes escenarios, pero el despliegue de voz, fuerza y autenticidad es innegable. Qué lejos va a llegar…
A diferencia de Llergo, quien sólo convenció a los feligreses ya ganados de antemano fue el delirante Albert Pla. Dudamos mucho que a nadie que no tuviera ya interés en él le cautivara su propuesta de ceremonia musical antisistema («¡Policía muerto!», «¡Político muerto!», «¡Militar muerto!»). Hubo demasiadas (¿e innecesarias?) versiones: la «Experiencia religiosa» de Enrique Iglesias, el «Soy rebelde» de Jeanette, el éxito castellanizado por Pla «El lado más bestia de la vida» (Lou Reed) o la muy coreada «Pepe Botika (¿Dónde están mis amigos?)» de Extremoduro. Y a pesar del apoyo de un guitarrista flamenco-rumbero y una teclista (y tres bailarinas-bailaoras), Pla ni sonó bien ni mucho menos cantó bien -aunque se supone que esa es parte de su gracia-. Sus fieles, desde luego, lo pasaron en grande con este show bautizado como «Rumbagenarios» en la carpa Beefeater.
Con media hora de imperdonable retraso (que en un festival puede desmontar el resto de la noche), compareció la cabeza de cartel del día: la jamaicana de edad desconocida (se estima que va por los 76) Grace Jones. Aunque, como es natural, su voz ya no aguanta los sostenidos más largos ni las notas más agudas, su imponente presencia sigue siendo en sí misma una obra de arte. Con una bandaza de poso funk compuesta por seis músicos y dos coristas, Jones tiró de hits clásicos sin pudor. Arrancó con la hipnótica «Nightclubbing», cerró con «Slave to the Rhythm» y por el camino sonaron la potente «Demolition Man» o la inolvidable «I’ve Seen That Face Before (Libertango)». Sí se echó de menos algo más de presencia de su disco más reciente (el impecable «Hurricane» de 2008 -con el que volvía a la música tras dos décadas sin nuevos temas-). Sólo incluyó «Williams’ Blood», durante la cual se aporreó la entrepierna insistentemente con unas baquetas, una performance paradigmática de lo que es Grace Jones: alguien que hace lo que le sale del…, y con un carisma que la convierte siempre en centro de todas las miradas: en el cine, sobre la pasarela, fotografiada o en un concierto.
Su inolvidable paso por el BBK Live (qué bueno que estos festivales nos acerquen también a iconos a los que ya nadie tenía la esperanza de poder ver en vivo por aquí) fue un poco de todo eso: buena música, sí, pero también arte plástico vivo, performance, moda… Desde que el negro telón cayó y apareció sobre una plataforma envuelta en un vaporoso abrigo-capa y ataviada con una dorada máscara de calavera, supo mantener al público ansioso por ver qué sería lo siguiente. Sobre un corsé que dejaba sus largas piernas, sus nalgas y gran parte de su ingle a la vista, fue colocando innumerables complementos que generaron una decena de looks diferentes. Para el recuerdo dejó también dos momentos: su recorrido por el pasillo central entre el público a hombros de un operario de seguridad y su largo baile de hula hop en el tramo final (ininterrumpidamente durante una canción, la presentación de la banda, la despedida del público y la salida andando del escenario). Y es que lo que en cualquier otro resultaría esperpéntico, a Jones le queda cool.
Entre los demás nombres de la jornada también tenemos que reseñar a los impronunciables Khruangbin, que volvieron a cautivar en este festival gracias a su imponente escenografía y su potente imagen (imposible no mirar a su bajo, Laura Lee), sino por sus instrumentales que, en algunos momentos, nos llevaron a los mejores tiempos de los Chic de Nile Rodgers. ¡Esos coros y esa potencia del instrumento de Lee!
También destacables, aunque no en el lado positivo de la balanza, fueron Meute, a los que pareció que había amplificado su peor enemigo. Su rollo marching band universitaria no cuajó en el segundo escenario a ese (pobre) volumen, dejando deslavada su peculiar apuesta por sonar a club sólo empleando percusión y vientos. Los ordenadores que no emplean Meute, sí los usó (y demasiado) la italiana Daniela Pes, a cuyos bellos y agudos lamentos en gallurés (dialecto de Cerdeña) no les sentó nada bien tanta electrónica. ¿Por qué se apartó en vivo de su sonido en disco? Quizá tenía miedo de comparecer sola, aún de día, en el escenario más pequeño del festival y ante cuatro gatos, pero estamos seguros de que sin ensimismarse tanto en su mesa de mezclas, Pes hubiera brillado mucho más.
Hablando de electrónica, no hay que olvidar que Bilbao BBK Live cuenta con dos escenarios expresamente dedicados a la magia de los bpms: Lasai, donde los ritmos han de ser a bajas revoluciones mientras se disfruta de una imponente vista panorámica de la ciudad de Bilbao; y Basoa, toda una submarca (o, podríamos decir, festival dentro del festival -hay quien solo pisa este escenario-), que el viernes contó con Sofia Kourtesis (DJ set) o DJ Tennis. Qualité.
En la parte ¿negativa?: Han colocado una estructura metálica en la que colgar altavoces y focos, lo cual es un acierto a nivel de producción, pero ‘encajona’ la pista de baile, dándole un aspecto más de discoteca, menos agreste. Molaba mucho más cuando te sentías en las profundidades de un oscuro bosque, con árboles luminosos y setos a todo volumen. ¡Que vuelva el Basoa de siempre!
SÁBADO, 13 DE JULIO
Relativamente pronto, a las 18:15, subieron al escenario (grande) Alcalá Norte, tan madrileños como el centro comercial al que hace referencia su nombre, por mucho que su cantante luciera una zamarra rojiblanca del Athletic Club. Convertidos en una de las grandes sensaciones de la escena independiente, su primer álbum, «Alcalá Norte», ha superado con nota el hype, resultando un clásico instantáneo. Indie rock de ecos post punk, letras con sustancia, actitud y con una imagen nada arquetípica, acaban de llegar, pero, si nada se tuerce, esperamos seguir entonando «La vida cañón», «Los chavales» o «La calle Elfo» durante muchos años.
Zea Mays jugaban en casa y se notó, sobre todo en las primeras filas. Siempre vamos a querer ver a Aiora y compañía, pero nos retiramos del escenario San Miguel tras la apertura con «Adore» y comprobar que todo estaba en su sitio. ¿La razón? Tener a Los Bitchos en la carpa, el escenario Beefeater, donde el cuarteto femenino con base de operaciones en Londres pero procedente de Uruguay, Suecia, Australia y Reino Unido iba a desplegar un, esperábamos, divertido show de surf instrumental, cumbia y rock and roll. Tienen rollazo y la carpa se presentó como el contexto ideal para su actuación.
Llevamos tiempo despidiendo a El Columpio Asesino, un largo adiós que se ha extendido por demanda popular y que, entre medias, ha servido también para despedir a Dani Ulecia (D.E.P.), productor y bajista del combo navarro liderado por los hermanos Arizaleta. Así las cosas, esta sería la última en Kobetamendi, así que había que estar, aun perdiéndonos a Mulatu Astatke, un octogenario que sigue añadiendo capítulos a su leyenda como padre del ethio-jazz. Otra vez será…
El Columpio es, para la mayoría, ese grupo en el que una chica (Cristina Martínez) entona eso de «te voy a hacer bailar toda la noche», pero la verdad es que los pamplonicas ya contaban con una sólida carrera antes de «Toro» e, incluso, de la incorporación de la propia Cristina. Su megahit fue el gran momentazo, por descontado, pero no es esa canción la que los hace grandes. Son grandes por «Ye Ye Yee», «Your Man Is Dead», «Floto», «Perlas», «Diamantes», «Ballenas muertas en San Sebastián», «Preparada»… Agur a una banda irrepetible. Lagrimita.
No tenemos pruebas, pero tampoco dudas, de que a los integrantes del Columpio les encantaba la idea de tocar justo antes de Slowdive. Los británicos, sin embargo, diríamos que no consiguieron enganchar a los no fieles del rito shoegaze. Pero no por aquello de ser un sonido de otra época (los 90) o de ofrecer un mal concierto, sino por la falta de volumen, nuevamente. Experiencia flipante si te introducías en el meollo, intrascendente si te alejabas mínimamente, conseguimos abrirnos paso para disfrutar, cerca, de himnos como «Crazy For You», «Allison», «Souvlaki Space Station», «Catch The Breeze» o «When The Sun Hits». También tocaron tres de su nuevo disco («Chained To a Cloud», «Kisses» y «Shanty», con la que abrieron). Con su reverberante rock espacial y su dream-pop distorsionado, Rachel Goswell, Neil Halstead y los suyos dejaron claro que están muy vigentes y que su influencia ha sido y es inmensa.
En el imaginario colectivo, Jungle es una banda de música electrónica, pero, en la realidad, son seis músicos armados con guitarras, bajo, batería, teclados y percusiones varias que le dan al disco-funk sin miramientos ni ataduras. Que cuentan con una sorprendente gran aceptación y funcionan como reclamo para un festival tan enorme como Bilbao BBK Live quedó claro en el llenazo de su show, con la explanada frente al escenario Nagusia hasta los topes. Abrieron con «Busy Earnin'», primer éxito de su primer álbum, y ya nos encadilaron. Sin embargo, hoy son otros sus temas más conocidos: «Back On 74», «I’ve Been In Love», «Casio», «Keep Moving»… ¡Qué bonito hubiera sido contar con una bola de espejos gigante suspendida en lo alto de Kobetamendi!
Tras Jungle, corriendo a la carpa a ver a Alvvays, uno de los nombres más esperados para quienes escribimos estas líneas. En ese escenario, techado, perimetrado, recogido, la banda canadiense encontró un ecosistema favorable para su indie pop con fuzz, armonías, ruido, melodía, dulzura y acoples. «Archie, Marry Me», con la carpa botando, fue simplemente espectacular, pero hubo varios momentos de rozar la perfección: «Dreams Tonite», «Adult Diversion», «After The Earthquake», «Next of Kin»… ¡Y qué bien canta Molly Rankin!
De una banda indie canadiense de éxito acotado a su nicho de mercado, a una banda indie canadiense ganadora de premios Grammy y cabeza de cartel de festivales. Arcade Fire volvían a Bilbao tras actuar en el Museo Guggenheim y en el propio BBK Live, y, aunque sobre el papel esta debería ser su cita menos refrendada, por aquello de quedar más lejos sus años gloriosos y sus mejores trabajos, nanai. Si hubo tanto, tantísimo público el sábado fue en gran medida gracias a ellos y, sí, al recuerdo de lo acontecido ¡20 años atrás! con discos como «Funeral» o «The Suburbs». Del primero tocaron 5; del segundo, 4… y, de los demás, pues más testimonial la cosa, con una o dos composiciones por álbum publicado.
Entre las curiosidades, comentar que abrieron con «Vampires/Forest Fire», de su EP de debut, de 2003, pero en versión instrumental con cuarteto de cuerda. Cerraron con «Oh! You Pretty Things», de Bowie, pero pinchada desde la mesa de sonido (tras haber interpretado ellos «Wake Up») y, entre medias, tuvieron a bien mezclar su «Aftelife» con el «Temptation» de New Order y, este, con un pequeño extracto de un tema aún sin publicar. Win Butler no dudó en bajar a pie de público y recorrer el foso en forma de T, en un concierto memorable que superó las expectativas, por mucho que, a día de hoy, quizá pequen un poco de repetirse en eso de la épica hipercoreable que los aleja del indie rock y los acerca al cliché del rock de estadio. Que siempre han tenido algo de eso, solo que da miedo pensar que pueda terminar convirtiéndose en un reiterativo y efectista truco de magia. Por ahora, no pasa nada: hay grandes canciones, una bandaza (a pesar de ya no contar con Will Butler), una imagen, un concepto, el apoyo de unos visuales muy potentes y una entrega tan exultante como la de dos décadas atrás. Eso sí: nos dio rabia perdernos a Mujeres.
Tras la ‘putivuelta’ de rigor por Lasai y Basoa (donde se dice que el habitual John Talabot pinchaba por última vez en ese escenario), fin de fiesta en la carpa con una triple sesión de Bitxeando, el tardeo de los sábados en la bilbaína sala Crystal, trasladado esta vez a altas horas de la madrugada. Con la mediática Inés Hernand abriendo (y poniéndose bastante bakala), el residente Daniless cogiendo testigo (con bastante britpop y clásicos de la escena alternativa) y el DJ y productor David Van Bylen cerrando (con mucho remix y mashup marca de la casa), agradecimos poder alternar electrónica y beats con guitarras y estribillos para dar por finiquitado el Bilbao BBK Live de la mayoría de edad.
Bilbao BBK Live 2025 se celebrará los días 10, 11 y 12 de julio. Más información en www.bilbaobbklive.com.