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Donostia, a vueltas con la noria

Noria en Donostia

En San Sebastián todo el mundo habla de una gran noria. Pues hablemos de la noria y de que esta ciudad parece un mercado navideño que dura todo el año.

La Concha, desde ahí arriba // Denis Itxaso
En San Sebastián todo el mundo habla de una gran noria. Pues hablemos de la noria y de que esta ciudad parece un mercado navideño que dura todo el año.

El greatest hit de estas navidades en Donostia es una enorme noria que han montado en la plaza Cervantes, junto a los jardines de Alderdi Eder, donde está el Ayuntamiento. A algunos de nuestros representantes políticos les parece una idea fantástica. Denis Itxaso, diputado de Cultura, Turismo, Deportes y Cooperación, la ha defendido con entusiasmo en las redes sociales. Con esta noria estamos haciendo lo mismo que en las grandes ciudades europeas, les ha dicho a los críticos. En realidad, no hace falta irse a París o Londres: en Málaga, Zaragoza o Valencia también tienen sus norias gigantes. Pero la chapa cosmopolita que Itxaso se ha puesto en la solapa es mucho más cool. Me lleva a un libro de Xavier de Maistre, «Viaje alrededor de mi cuarto» (1794), en el que su protagonista pasa 42 días encerrado en su habitación. Mientras da vueltas en un espacio tan reducido, cuenta su ruta como si estuviera viajando por el mundo.

Otro político socialista, el teniente alcalde Ernesto Gasco, está encantado con el circuito de atracciones de la Navidad. Este año, el pack es más ambicioso que nunca: incluye una pista de trineo, un trenecito, un tiovivo, las casetas del paseo de Francia, una aurora boreal luminosa, luces en las barandillas, una gran bola al lado de la noria… “Una apuesta importante para potenciar el ambiente navideño y conseguir ofrecer una ciudad atractiva como destino en estas fechas», dijo el día de la presentación. Lo de siempre, vamos, ganchos para atraer visitantes y fomentar el comercio a toda costa.

Gasco no es un político cualquiera: es el alcaldable del PSE en la ciudad. Ya lo intentó en 2015, pero su formación quedó segunda, a dos escaños del PNV. Cuando, hace mes y medio, anunció su candidatura para las próximas elecciones municipales, soltó una frase que encapsula una escena mítica del cine español: la de Paco Martínez Soria cruzando la Gran Vía de Madrid con sus maletas a cuestas. “Quiero una San Sebastián de compras y comercio como Londres, una ciudad de musicales como Nueva York o una ciudad de cultura como París”. No se me ocurre nada más gasquiano que una noria de 50 metros con vistas a la Concha. Desde las alturas, solo Gasco es capaz de divisar las galerías Lafayette y el Hermitage de San Petersburgo.

Últimamente, todo el mundo habla de la dichosa noria. Las señoras con las que coincido en el autobús de la línea 13. Mis amigos con sus hijos. Mis amigas rockeras. Mi madre. En los bares. Por la calle. El sábado 1 de diciembre se abrió al público. Fui a verla. Lo primero que llama la atención es su tamaño, enorme, como las camisetas XL y los baggy pants de los miembros de Stone Roses en 1989. Mide 50 metros. En todo caso, queda lejos de la de Málaga (70 metros) o el London Eye (135 metros). Lo segundo es el precio. Un viaje en la noria cuesta 5 euros. Los lunes, como si fuera el día del espectador, 2 euros. Por contextualizar el coste de dar vueltas en una barraca de feria: 7 euros cuesta la entrada a los jardines de la Alhambra, la cual permite el acceso a todos los espacios del monumento menos a los palacios nazaríes.

Vistas de San Sebastián desde la noria

Vistas desde la noria // Denis Itxaso

Hablé con un par de turistas extranjeros y una familia donostiarra que hacían cola para subir. Iba buscando un feedback negativo, como el reportero de Telemadrid que se ha hecho viral con su reportaje sobre Madrid Central. No lo logré. Está muy bien, me dijeron. No les llegué a preguntar si lo dejarían permanentemente porque temía que también me dijeran que sí, que por supuesto, que hay que estar loco para oponerse a una noria tan bonita. La estructura de la noria está pintada de blanco y azul. Son los colores de la ciudad. Se subieron y les observé cómo hacían fotos y selfis. No me monté. Me mareo en las ferias más inofensivas. Decidí quedarme abajo viendo cómo giraba.

El problema no es la noria. La noria es una atracción inocua, un juego infantil. Puede gustar más o menos y hasta le da vidilla a las conversaciones cotidianas. Pero la noria simboliza el tipo de cosmopolitismo aldeano que acaba impreso en una chapa. Creemos que es lo más cuando en realidad forma parte de un atrezzo. Es un elemento extra innecesario en la postal donostiarra de siempre. El pintxo, la bahía o la barandilla de la Concha son parte de nuestro patrimonio. No necesitan acompañantes de quita y pon. La noria y todo el mechandising navideño redibujan innecesariamente el skyline de la ciudad y, además, desvían la atención de la conciencia ciudadana, nos desconectan de la realidad.

Tote bag Donostia

Pues igual no es tan buena idea // Sisters And The City

Es lo que hay. Cuanto más, mejor. Pan, circo y luces de neón. Preferimos llevar bolsos de tela en los que se dice que Donostia «is always a good idea» en lugar de preguntarnos por qué ninguno de nuestros amigos (tampoco los ingenieros que tienen puestos de responsabilidad en CAF y Gamesa) puede permitirse una casa en el centro. Todos se marchan al este de San Sebastián o directamente a los pueblos de alrededor. Mejor pagar cinco euros y subirse a una noria que dar el coñazo con el acceso a la vivienda, el turismo desbocado, un metro absurdo de 200 millones y sueldos mileuristas.

No sé qué pasa en el resto de ciudades, pero Donostia cada día se parece más a un gran decorado de Navidad que dura un año entero. Esto sí que es una buena idea.

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