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El Disco del Mes: Rafael Berrio – Niño Futuro

Edu Ranedo nos recomienda el nuevo LP del donostiarra, de quien «nadie podía atisbar que fuera a alcanzar cimas semejantes, tanto literarias como musicales»

Rafa Berrio
Eduardo Ranedo nos recomienda el nuevo álbum del cantautor donostiarra, en un «momento de plenitud creativa» tal que «nadie podía atisbar que fuera a alcanzar cimas semejantes, tanto literarias como musicales»

No sé si nos estamos dando cuenta de la fortuna que tenemos al poder disfrutar tan cerca del prolífico caudal que asiste al bardo donostiarra en la última década. Ahora es cuando ha explotado su carrera, tras un periplo disperso y, en general, desde que arrancara allá por 1980 con el grupo U.H.F. -uno de tantos hijos legítimos de la nueva ola-, carente de continuidad. Al escaso legado que dejó esta primera aventura siguieron veinticinco años en los que trató de sacar adelante dos proyectos de culto como fueron Amor a Traición y Deriva, con quienes publicó un par de discos respectivamente, cuatro títulos que no han dejado de reivindicarse desde entonces. Alguno de ellos particularmente, como es el caso del segundo LP de Amor a Traición. Ese “Una Canción de mala Muerte” tan determinante en «La Reconquista», película de Jonás Trueba.

Bien sea porque su nombre ha alcanzado un reconocimiento crítico y público cuya ausencia clamaba al cielo o porque -tal y como él mismo ha comentado en alguna ocasión- percibe que cada vez le queda menos tiempo para seguir interpretando un papel con texto en esta divina comedia que es la vida, ha sido recientemente cuando ha apretado el acelerador. Ha publicado cuatro discos desde 2011 -que serían cinco si contamos la adaptación que hizo junto a la actriz Ángela Molina de la zarzuela «Adiós a la Bohemia», un libreto original de Pío Baroja con música de Pablo Sorozabal-, reventando todas sus marcas de productiva creatividad. Dos de ellos junto al teclista Joserra Semperena -«1971» y «Diarios»-, líricos y exquisitos, alejados de los formatos habituales y marcados por la expresividad y el afán por trascender. El tercero -«Paradoja»- es un disco de rock de guitarras extraordinario, ortodoxo por responder a patrones más o menos evidentes y delimitados -resumiendo mucho- por Lou Reed y el rock independiente más flamígero de los noventa. Dio pie a alguno de los mejores conciertos en directo que quien firma haya visto nunca sobre un escenario de Euskadi.

Rafael Berrio

Berrio en el estudio

«Niño Futuro» (Rosi Records) es su nuevo trabajo. Aludía al principio a lo afortunados que somos por poder asistir a todo esto en primera fila y el motivo no era exclusivamente por el nivel cualitativo alcanzado. También por la demostración –una más…- de la falta total de caducidad del artista como concepto, que puede perfectamente envejecer en lo físico sin que eso afecte lo más mínimo a su capacidad de producir obra de interés. Rafael Berrio es un ejemplo claro: no solo se encuentra en su momento de plenitud creativa, sino que, probablemente, nadie podía atisbar que iba a alcanzar cimas semejantes, tanto literarias como musicales, en este último caso por su capacidad de exprimir y acomodar esquemas que son todo menos originales. Y finalmente por otra constatación, de algo que extrañamente ocurre –y que de alguna manera apuntaba con acierto Álvaro Fierro en su reseña de este disco para la revista Ruta 66-, y que es la posibilidad y casi necesidad de tener que aproximarnos a su obra reciente casi en bloque. Solo aprehendiendo toda ella, por la ligazón que lleva implícita, podremos acercarnos a un universo prácticamente único. Una escucha aleatoria de las canciones de sus últimos cuatro LPs lo deja claro: todo cuadra, nada suena fuera de lugar o adscrito a un momento concreto. Es clásico, en el mejor sentido de la palabra, ya desde su nacimiento.

Sin escapar de sus formalismos, Berrio ha conseguido evitar ser preso del rock. De hecho no lo es de nada. Quizá por ello cada uno de sus discos anticipa la elucubración acerca de por dónde podrán ir sus pasos. En «Niño Futuro» sigue adscrito a un castellano elaborado y extremadamente culto, fruto de una vida intelectual cultivada con mimo y ajena en ese aspecto a cualquier veleidad superficial. No falta quien por ello le acusa de pretencioso o de triste, qué cosas. Cercano en cierta forma al sentir de José Ignacio Lapido -único letrista en español que puede, a mi juicio, discutirle la posición prominente-, no cabe sino sumergirse una vez más en el deleite de un verbo que ya nadie emplea. Tirando de un rock templado, atmosférico en los medios tiempos y punzante en momentos concretos como en la atosigante y monumental canción que titula el disco -quizá la pieza más cruda y directa, y que mejor engancha con la hechura de «Paradoja»-, el disco te va cocinando a fuego lento con su mezcla de ingenio y tensión, derrotismo y, por qué no decirlo, angustia.

Rafael Berrio, nuevo disco

Portada de «Niño futuro» // Rosi Records

Injusto sería no dedicar algo de espacio a su banda, de nuevo elegida con la precisión y el ojo clínico del mejor director de casting. Compartiendo elegancia, si su grupo anterior era furia y nervio, ahora prima lo sutil. Al su bajista habitual, Fernando Neira, se unen la guitarra de Joseba Irazoki -siempre creativo, por reducido que sea su espacio de recreo-, la batería de Karlos Aranzegui y el teclado de Paul San Martín. Superclases todos ellos. La voz de Elena Setién asoma en “Abolir el alma”, secuela del espectáculo que Rafa preparó hace unos años basándose en textos de Emil Cioran. La pluma de su hermano Iñaki -William Ex, para los viejos fans de la prensa musical underground- propone una canción, “Tu nombre”, otro tributo a la vieja guardia de escritores donostiarras a la que Berrio evidentemente respeta. Es uno de ellos y su connivente gurú.

Un disco nuevo de Berrio es siempre una gran noticia. Cada invitación a entrar en su mundo es un privilegio que solo los insensatos osarán declinar. El resto, afortunadamente cada vez más, nos tiraremos de nuevo sin red en la confianza de que su compañía será grata, por desasosegante o exigente que pueda resultar la experiencia.

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