El noveno álbum de Antonio Galvañ cuenta con colaboraciones de Charlie Mysterio, Lidia Damunt, Guille Farré, Kiki D’Aki, Teresa Iturrioz o Alondra Bentley, entre otros, quienes aportan sus voces para un variado catálogo de pop contemporáneo en el que son pocos los palos que faltan por tocar
Hace ya mucho tiempo que Parade dejó de ser una simple propuesta de pop electrónico para convertirse en algo bastante más complejo, una herramienta expresiva a través de la cual Antonio Galvañ desarrolla todo ese amplio espectro que conforma su visión musical. Que es pop -por supuesto-, pero lo es de una manera total, sin apenas limitaciones estéticas o sectoriales.
En su noveno álbum pega un volantazo inesperado y coloca a sus canciones ante una tesitura nueva, la de ser defendidas no por él, sino por un grupo de cantantes cuya elección dice mucho del terreno en el que se encuentra cómodo y –esto lo doy por hecho- en el que también lo están sus seguidores. Nombres como los de Charlie Mysterio, Lidia Damunt, Guille Farré, Kiki D’Aki, Teresa Iturrioz o Alondra Bentley –y algún otro que me olvido- dejan claro que el espacio que ocupa hoy Parade está lejísimos de ese mensaje complaciente que se transmite cada vez con más descaro desde la escena independiente –así se sigue llamando hasta que alguien ponga un poco de orden- y sí metido de lleno en un terreno en el que, haya o no originalidad, lo que siempre vamos a encontrar es personalidad.
Quizá sea precisamente esa ausencia de límites a la hora de afrontar sus canciones la que le lleva en ocasiones a flirtear terrenos pantanosos –afortunadamente los ejemplos son escasos, aquí pudiera serlo el caso de “Yo me enteré” (trata de imaginarla en la voz de Miguel Bosé…)- pero en el cómputo final es evidente que la apuesta global funciona. «La deriva sentimental» (Jabalina, 2019) resulta un catálogo variado de pop contemporáneo en el que son pocos los palos que faltan por tocar. Desde el trasfondo musical casi tribal que acompaña a Las Kasettes en “Por un sol si do re fa” hasta la pura emoción que transmite Alberto Montero al cantar “Contigo en un incendio” –y con la que se mete de lleno en un tipo de canción clásica que casi se diría olvidada- son muchos y muy diversos los referentes que van apareciendo. Cuando se habla de Parade parece inevitable recurrir a Magnetic Fields –para colmo hay una versión de Stephin Merritt- pero Galvañ maneja tantos resortes con esa calidez y parsimonia tan suya que cualquier simplificación resultaría injusta. Basta poner el disco y enfrentarse a sus primeras canciones para percibir que no es frecuente encontrar trabajos así.
“Letras, canciones, literatura” es una pieza soberbia en la que Teresa Iturrioz se convierte en una mujer resignada ante lo que parece un imposible, mantener el amor. La finura aquí a la guitarra de su socio en Single, Ibon Errazkin, rivaliza con la que aporta al tema siguiente Jaime Cristóbal. Lo decía antes, poca broma con el talento del plantel. “Esa música” es la única canción cantada por Galvañ en papel protagonista, elegantísima en su mezcla del sonido mainstream pero guapo que se prodigó entre finales de los setenta y la década posterior. Cuando llegas a la tercera, la majestuosa “Ruido de motor” que protagoniza la voz de Charlie Mysterio, te dan ganas de volver al principio para re-escucharlas y poder asumir bien todo lo que está pasando. Luego vienen –todas en realidad, pero por destacar algunas- la “Yoli Pendenciera” con Lidia Damunt, las «Películas» con Guille Farré de Wild Money o la citada “Contigo en un incendio” con Alberto Montero, que de estar cantada por -qué se yo- un Fito Páez de la vida seguro que volvería loca a la gente que suele escribir de música en las páginas de los diarios generalistas.
Canciones excelentes, siempre –esa melancolía…- más cerca de romperse que de explotar pero con ese corte tan fino y enjundioso como siempre han tenido las cosas de Parade. Quizá haya hecho su disco más sólido, en mi opinión desde luego el de mayor potencial, y seguro que llegará muy dentro a todos esos aficionados que todavía sacan filo a su gusto refinado y conservan esa sensibilidad que les permite ser coherentes con lo que exige la devoción al pop atemporal. Ella les hará entregarse sin remilgos a este trabajo tan especial.