Salió de Barricada de modo convulso, casi tanto como el ambiente del barrio pamplonés de La Txantrea en el que creció. Enrique Villarreal, «El Drogas», protagoniza el documental que lleva por título su apodo y que opta al Premio Irizar al Cine Vasco tras estrenarse el pasado fin de semana en el Zinemaldia donostiarra. Charlamos con él antes de que la peli llegue a las salas.
Este próximo viernes, 25 de septiembre, se estrenará en salas la película El Drogas, de Natxo Leuza, documental basado en la figura de Enrique Villarreal, más conocido como El Drogas, y famoso por haber liderado durante casi 30 años (de 1982 a 2011) una banda de rock tan mítica como Barricada (cuya actividad cesó, ya sin él, allá por 2013). La cinta, ópera prima del realizador navarro, se estrenó el pasado fin de semana en la Sección Zinemira del Festival Internacional de Cine de San Sebastián, donde actualmente compite por el Premio Irizar al Cine Vasco.
Un documental que recorre las diferentes etapas vitales y artísticas del cantante y bajista, nacido en Pamplona en 1959, crecido en el popular y convulso barrio de La Txantrea y convertido en estrella en una España en la que aún resonaban los ecos de una Dictadura que había dejado muchas heridas sin cerrar.
Tirando de bastante material de archivo de las diferentes décadas en las que se enmarca el relato, la película, cómo no, cuenta también con actuaciones musicales, algunas ciertamente multitudinarias, otras más íntimas y familiares. Cercanas, también, resultan las declaraciones de colegas de profesión –músicos como Rosendo Mercado (Leño), Fito Cabrales (Platero y Tú), Carlos Tarque (M-Clan), Kutxi Romero (Marea), Gorka Urbizu (Berri Txarrak), Christina Rosenvinge-, periodistas –Javier Gallego (Carne Cruda)- y, sobre todo, personas importantes en su día a día: su mujer (o «socia», como él la llama), Mamen Irujo; sus hijos, Gari y Araia, su hermana… y amigos como Marino Goñi y José Landa, primer productor y primer batería, respectivamente, de unos todavía incipientes Barricada.
Nosotros, que también hemos querido acercarnos al vocero (con permiso de Boni) de himnos como «En blanco y negro», «Sean bienvenidos» o «No hay tregua», hemos aprovechado su paso por el Zinemaldia para charlar de nuevo con él en BI FM.
¿Se parece en algo la sensación de estrenar documental a la sensación de estrenar disco?
No es lo mismo, sobre todo porque en los discos participo activamente, mientras que el documental, realmente, es de Natxo Leuza, es su visión, aunque he pasado muchas horas con él y su equipo. He estado tan a gusto, eso sí, que me he abierto en canal, algo que solo puedes alcanzar cuando hay mucha intimidad. Estoy nervioso, pero de diferente manera.
¿Has quedado satisfecho con el resultado?
Sí. A partir de un momento dado me di cuenta de que es la visión de Natxo sobre un personaje, contextualizando lo que ocurría alrededor. Él lo ha organizado como si fuera el discurrir de un río, en este caso, el Arga. Desde que en mi cabeza quedó claro que era mejor dejarse llevar, dejarle a él utilizar su lenguaje para llevar este proceso, uno queda un poco al margen, aunque se hable de uno. A mí me ha gustado.
Es Natxo Leuza quien ha encauzado una historia… que cuenta con varias opiniones adicionales: Rosendo, Fito, Kutxi…
Visto el panorama de gente con la que he colaborado, él ha elegido quiénes participaban. No me he metido demasiado en eso, es Natxo quien ha ido contando con esas diferentes voces, aprovechando también el concierto que dimos en la Ciudadela con muchos invitados, entrevistas, etc. Ha metido muchas horas.
Tiene que asustar dejar la historia de tu vida en manos de terceras personas…
Han sido muchas horas juntos, como decía. Ha sido tal la confianza alcanzada, que eso me daba mucha tranquilidad. Y qué decir de las opiniones de mis compañeros de profesión… yo los admiro a ellos y creo que son personas muy creíbles en su forma de hacer. Se me hace todo muy grande si me pongo a pensarlo, así que procuro no darle vueltas.
Ya que nombras el tema de la credibilidad, ese es uno de los aspectos con los que se describe tu trayectoria.
Yo no quiero ir de más auténtico que nadie. Hay mucha gente con la que no se me relacionaría artísticamente que creo que es igual de creíble que yo. Esto es como los kilómetros que hay entre una ciudad y otra, son los mismos para todos. Cómo los hagas es cosa de cada cual. Yo comencé creyendo que lo que le gusta a uno es lo más auténtico y lo más de lo más, que está por encima del resto, pero luego, con el paso del tiempo, te das cuenta de que no es así. Gracias a salir a tantas plazas de pueblo a tocar junto a Hertzainak, Kortatu, La Polla Records, Rosendo, Platero, cantidad de gente, se ha ido haciendo más grande mi visión de la vida, no solo mi fonoteca. Como cuando me pasaban una cinta de The Clash y descubrías que eran alucinantes; o Lords Of The New Church; The Cure… grupos que me han abierto la perspectiva musical y la mente, de cara a cosas que ni siquiera tienen que ver con la música, sino con la vida. Yo he aprendido de mucha gente.
El documental va a servir para que muchos te conozcan mejor, pero, ¿te ha servido a ti para poner las cosas un poco en perspectiva?
Me ha servido completamente, ya que no soy una persona dada a mirar atrás. Estoy constantemente pensando en cosas que hacer, en canciones que componer, en libros que leer. Siempre tengo algo entre manos, así que esto ha sido como encontrarme con un álbum de fotos. Como cuando murió mi madre, en abril, y me encontré en la casa con tantos recuerdos. La película me ha hecho reflexionar sobre el pasado, sin filosofar, pero sí reflexionar.
Hablando del pasado, de esas fotos del ayer, el documental empieza con tu propio nacimiento y se describe tu infancia, adolescencia, primeros escarceos… ¿te reconoces? ¿Encaja aquel chaval de ayer en el mundo, hoy? ¿Sigues cabreado?
Siempre te queda ese refugio de tu propio pasado, aunque no sea el sitio recomendado para quedarte a vivir. Uno es en el presente un producto de su pasado y ambos moldean el futuro y la manera en la que lo encaras. Yo soy un producto, sobre todo, de aquellos años 80 y de las respuestas sociopolíticas del momento, aunque a veces soy más visceral en mi reacción que todo lo que veo. Me cabreo todavía y eso es algo que seguramente perdure en mí, porque he vivido una serie de cosas que parece que no han existido, pero sí. Quizá el documental sirva para ponerlas en valor.
¿Qué capítulo consideras tú el más importante de tu historia o cuál puede ser el que más enganche al espectador?
Pues no lo sé, aunque hay muchas personas que sí que sé que descubrieron a Barricada y que eso fue muy importante para ellas, que nuestras canciones pasaron a formar parte de la banda sonora de sus vidas, por lo que todo lo que gire en torno a la banda les va a interesar especialmente. Barricada es algo muy importante para mucha gente y soy consciente de eso, de que soy, sobre todo, conocido por ello, aunque he hecho muchísimas cosas. También hay un público que absorbe de todos los lugares. Para mí ha habido pasajes muy emotivos en todos los momentos y creo que esa emotividad puede llegar también a otros.
Decías antes que te habías abierto en canal. No te has guardado mucho…
No, aunque la verdad es que todo ya lo había ido contando en diferentes entrevistas, yo creo. Natxo proyecta su visión y consigue que todo eso tenga una unidad. El tema de las drogas, del Alzheimer de mi madre… es un logro de él, porque lo ha condensado.
Mamen, tu «socia», es esencial en todo el relato.
Natxo nos ha ido dirigiendo por ese río que es nuestra vida y el documental es también la vivencia de una pareja a lo largo de su relación. Sin ella no se entendería esta historia.
Choca todo lo que transmites, a nivel sentimental, con esa imagen de tipo duro, «peligroso», como se llega a decir en la peli.
Esas cosas se dan cuando no se conoce realmente a una persona, algo muy habitual. En mi caso, el nombre de la banda, mi propio mote… para mí han podido servir para proyectar una actitud hacia la vida y un escudo también, para preservar ciertos rincones. Lo importante es estar ahí para la gente más cercana y lo demás es una milonga que queda muy bien en las biografías: ser el más borracho, el que más se mete de todo, el más mujeriego… queda muy bien para esa película que uno podría escribir, pero mi vida es muy normal, realmente. Me he dedicado a lo que me gusta y he currado, currado y currado en la que es mi profesión.
Pero el éxito pudo poner en peligro alguna que otra faceta tuya…
Sí. De hecho, no siempre he sido una persona cabal. Cuando más discos vendíamos, cuando llenábamos más pabellones, fue la etapa más histérica de la banda. Nuestra respuesta a todo ello fue la adecuada dada nuestra juventud e ignorancia, como con el tema de las drogas, pero muchos ya sabemos que se quedaron por el camino. Personalmente, no me encontraba a gusto y ahí es donde empecé a plantearme que no quería llevar ese tipo de vida. Mi reto real siempre ha sido sacar discos que a la gente le supusieran un impacto, a veces para bien, a veces para mal, pero no repetir. No hay que desmoronarse por no acertar. El aprendizaje viene más por las veces que metes la pata que por todo eso que se conoce como éxito.
Tu final en Barricada no fue el mejor posible. En el documental se palpa que tu salida aún te duele, pero el reencuentro con Boni podría tomarse como un nuevo final, menos amargo.
El final fue asqueroso, así que este nuevo final a mí me ha servido para superarlo. La relación con Boni va más allá de lo que significó Barricada, con todo lo grande que fue para ambos, pero no me gustó que se pasara por encima de mí como si mi papel en la banda hubiera sido una simple ventosidad. Tampoco quiero menospreciar la implicación del resto de miembros, pero me jode bastante que se me tratara a mí así. Era algo que se merecía hablarse mucho, horas de conversación, aunque la patada en el culo me ha llevado muy lejos, recuperando Txarrena con Brigi, Flako y Txus, con quienes llevo ya más de 10 años en esta nueva etapa, que me ha hecho conocer también otros rincones del oficio.
¿Es el amor lo más importante de toda tu historia?
Creo que sí. Entendido como parte de la vida, no en plan platónico, aunque puede que también. Mi historia es la de un proyecto de pareja que ha resultado indispensable para acometer los diferentes proyectos artísticos, pero también vitales. Ahora aprovecho los conciertos para ir el día antes con la «socia», visitar los lugares de día, cosa que no hacía antes, conocer las ciudades, pasear, comer por ahí… Estoy feliz, ¡al menos en ese aspecto! Si todo eso es amor, será seguramente lo más importante.