El año pasado fue una mierda, sí, pero tuvo una muy buena banda sonora, qué diantres. Ciñéndonos a la distancia corta (la CAV y Navarra), seleccionamos los 20 álbumes del 2020 que más nos gustaron. Hay pop, rock, indie, metal, electrónica…
Una vez más… ¡qué difícil es esto de las listas! «Y qué innecesario», dirán algunos, pero la verdad es que se trata de esas cosas, absurdas o no, que enganchan. Sea para seguirlas a pies juntillas, sea para quejarse, sea para tomarlas como guía de escucha o como catálogo de compra (¡ya vienen los Reyes!), tampoco es que estén de más.
En la distancia corta, no ha sido un mal año en el panorama vasco (entendido como Euskadi y Navarra), no señor. Basta con mirar la relación de artistas que se han quedado fuera de nuestra selección anual para darse cuenta: Moxal, Zabala, Liher, Diego Vasallo, Matt Horan, Muskulo, Ainara LeGardon, Ian Mason, Korrontzi… ¿Podrían haberse colado en nuestro top? Perfectamente. Incluso podría haberlo hecho El Bicho, 20 años después, pues aquel «Doberman Yoghourt» que Josetxo Ezponda, Alfonso Asio y Carlos Beroiz esperaban haber sacado en 2000 salió, finalmente, dos décadas después…
También es buena seña que hayamos tenido que limitarnos a discos de larga duración (de seis cortes para arriba), por aquello de valorar trabajos con mayor número de canciones, aunque no siempre «más» sea sinónimo de «mejor». En este sentido, grabaciones como las últimas de Sara Zozaya, Niña Coyote eta Chico Tornado, Izaki Gardenak, Airu o el malogrado Rafael Berrio también podrían haberse incluido en nuestro ranking.
LOS 20 MEJORES DISCOS VASCOS DE 2020
20- MIRANDE – Mirande (Forbidden Colours)
Tan cortito en minutaje como emocionalmente excelso, este sorprendente trabajo a tres bandas (Elena Setién, Grande Days y Xabier Erkizia) rescata la obra del poeta parisino (pero euskaldun -su familia procedía de Zuberoa-) Jon Mirande para dotarle de nueva vida. Dolorosa, por momentos, pero vida al fin y al cabo. Un experimento que ojalá tenga continuidad.
19- LIE DETECTORS – Long Play (Folc Records)
Es posible que lleves cosa de un lustro dándole al «megatón ye-ye» de los donostiarras Lie Detectors, tanto tiempo que hasta te habrá sorprendido que aún no tuvieran disco largo en su haber. El LP (titulado, sin más vueltas, «Long Play»), llegaba, por fin, el año pasado y, como era de esperar, lo hacía bien repleto de canciones de aroma añejo, de esas que saben mejor si (aún) tienes flequillazo. Rock and Roll del de antes para desmelenarse (de seis en seis) en los guateques del siglo 21.
18- JUÁREZ – Entre palmeras (El Nébula / Caballito / Lunar)
Cuarto álbum de los navarros y, seguramente, su obra más redonda. A ratos luminoso, a ratos distorsionado, con su escucha uno se pierde «Entre palmeras», justamente, sean las de los oasis del desierto, sean las de alguna playa paradisíaca. O las de portada, tan vintage como, en general, también lo es su música.
17- J’AIME – Love and Squalor (Jabalina)
A Jaime Cristóbal lo conocíamos por Souvenir, la elegante y francófona banda pop de Pamplona, antes de lanzarse en solitario con su proyecto J’aime, en el que, a pesar de la grafía à la française, utiliza el inglés como lengua principal (y eso que el álbum incluye un dueto con Françoiz Breut). Toquecitos sintetizados, ecos folk y más electricidad que en su proyecto junto a Patricia de la Fuente (presente en tres temas, incluido el único en francés). Un disco con «charme», que dicen al otro lado de la muga.
16- HAVOC – Espíritu (Subterfuge Records)
Hace tiempo que Pedro Gracia Pérez de Viñaspre acertó alterando su nombre artístico (PLV Havoc) y pasándose del inglés al castellano. Desde entonces, como Havoc, sigue mejorando la fórmula, añadiendo más y más ingredientes, enriqueciendo la propuesta de una banda (completada por Jon Vidaur, Antoni Etxebeste, Mikel Alonso y Xabi Villena) que en «Espíritu» lleva su sonido por derroteros más eléctricos y, a ratos, rabiosos. Y es que «El pop murió», como reza el noveno corte de un trabajo, eso sí, rematado con un «bonus track» a pachas con Mikel Erentxun.
15- CECILIA PAYNE – Sun (Autoeditado)
Flamantes ganadoras de la reciente octava edición del concurso Rockein, Cecilia Payne siguen dando pasitos firmes, confirmándose como una de las bandas más interesantes de nuestra escena. Pop ruidoso, distorsionado, de raíz shoegaze, a veces más trotón, a veces más etéreo, con el que podrían pasar por hijas adoptivas de Kim Deal (o de la astrofísica Cecilia Payne-Gaposchkin, a la cual rinden expreso homenaje). ¡Y qué temazo es «Away»!
14- ZETAK – Zeinen ederra izango den (Oso Polita / Panda)
Tras debutar con «Zetak» en 2019, el ex-Vedetta Pello Reparaz volvía a la carga en 2020, pandemia mediante, con «Zeinen ederra izango den», un disco que, aunque cortito (6 canciones en escasos 20 minutos), dejaba claro que esconderse es de cobardes y que la escena musical actual no entiende de corsés (ni estilísticos, ni de formato, ni de calendario). Un trabajo que rezuma optimismo y que es, 100%, fruto del año que nos ha tocado sufrir.
13- AMORANTE – Bat edo hiru (Forbidden Colours)
Tras un EP digital y un vinilo de 7″, llegaba en 2020 este «Bat edo hiru» que es justo eso: el primero… o el tercero de los discos de Amorante, el proyecto del multiinstrumentista Iban Urizar. Un trabajo de sonido oscuro, muy acorde con el contexto (aunque se grabó en 2019), de temática mortuoria, pero que, extrañamente, reconforta. Trompetas, pianos, sintes, programaciones, contrabajos, etc. se aúnan en un disco más que compacto (a pesar de contener temas pensados para el directo, el fuerte de Amorante, no al revés).
12- OKI MOKI – Working Class Pop (Autoeditado)
En castellano, en euskera y en inglés, así es como Oki Moki volvieron en 2020, añadiendo la lengua vasca a una fórmula (a base de indie rock en baja fidelidad y punk pop saltarín) que ya conocimos (poca gente lo hizo) allá por 2017, con «Ocean Breeze». Con mejor sonido y pildorazos verdaderamente atinados, el dúo de Getaria facturaba uno de los discos del año, sobre todo para quien gusta de bandas como La Plata o Futuro Terror. El sello Sonido Muchacho (Kokoshca, Carolina Durante) está tardando en ficharlos.
11- SINGLE – Hola (Elefant Records)
Teresa Iturrioz e Ibon Errazkin, otrora iconos del Donosti Sound (por Aventuras de Kirlian y Le Mans), volvían tras un lustro sin grabar juntos y lo hacían con un trabajo, como siempre, de producción exquisita y repleto de matices. Pausado, orgánico, poético, cinematográfico, elegante y hasta mitológico… no es su álbum más «directo», pero sí su disco más maduro. Y eso, hablando de músicos tan sofisticados y veteranos (tres décadas avalan su trayectoria), es mucho decir. Una delicia de principio a fin, como una buena peli clásica. Colaboran Antonio Galvañ (Parade) y Genís Segarra (Astrud, Hidrogenesse).
10- COBRA – Fyre (Marion Cobretti Records)
Cuarto álbum de la «superbanda» formada por Haritz Lete (Kokein), David González (Berri Txarrak), Josu Luengo (Evirus69) y Ekain Elorza (Morgan, Dinero) y, sin duda, su trabajo definitivo. Potentísimos y pesadísimos, como siempre, con su último trabajo suenan pulidos como nunca. El hard rock, el stoner, el sludge, el heavy metal… siguen estando ahí, pero la turbopropulsión de algunos temas y el reverso melódico de otros hacen que nos encontremos ante unos Cobra renovados aunque perfectamente reconocibles. Colaboran Zaloa Urain (Kokein) y Liam Cormier (Cancer Bats).
9- PETTI – Manipulazio estrategiak (Zart)
Tanto para entender mejor nuestro contexto social como para comprender el porqué de las letras de Harkaitz Cano en este último trabajo de Petti, es harto recomendable repasar «Las 10 estrategias de manipulación masiva» que hace un tiempo recopiló el filósofo, politólogo, sociólogo, lingüista y azote del capitalismo Noam Chomsky. Seguramente no abramos los ojos, pero no deberíamos hacer lo mismo con nuestros oídos, pues este ¡decimotercer! trabajo del cantante de Bera bien merece unas cuantas escuchas. Música, poesía y pensamiento crítico se dan la mano en un LP aderezado por las cuerdas de la Et Incarnatus Orkestra.
8- NØGEN Under Alt (Airaka)
Dos años después de su exitoso debut, «Liv Til Døden», los donostiarras Nøgen volvían con «Under Alt» («debajo de todo», en danés), su disco de confirmación. Ya plenamente reconocibles, para la reválida apostaban por una cara aún más pop, a pesar de que las influencias neofolk sigan bien presentes. Encajando con maestría la voz masculina y la femenina, saben cómo hacer que los coros se vuelvan contagiosos sin caer en la épica impostada de algunos coetáneos. Tienen ese «algo» que gusta, engancha y enfervoriza, que convierte canciones en himnos populares. Si no nos creéis, esperad a que vuelvan los conciertos sin restricciones.
7- GRISES – Talismán (Grises)
Sexto álbum, que se dice pronto, y, quizá, disco de «transición». O esa sensación revolotea cuando uno escucha este «Talismán» de la banda de Zestoa. Puede que, tras una década de (kilométrica) andadura y tras la no menos intensa labor de Eñaut Gaztañaga como productor de terceros (el trabajo ha sido, cómo no, grabado en sus estudios Gaztain), Grises necesitara un lavado de cara. Un indisimulado giro rockero al cual puede que haya contribuido también la fundación de Ezpalak, la otra banda de Eñaut. Su hermana, Amancay, tiene menos protagonismo en este trabajo, en el que también se dejan escuchar las voces de Víctor Cabezuelo (Rufus T. Firefly) y Jurgi Ekiza (Willis Drummond). Ojo, que siguen siendo melódicos y bailables, solo que han ganado en contundencia.
6- RÜDIGER – Before It’s Vanished (Usopop Diskak)
En lo musical, una de las grandes penas de 2020 fue la muerte de Rafael Berrio. Sin embargo, su batería (también de Willis Drummond o de Atom Rhumba), Felix Buff, nos sorprendía en la recta final del ejercicio con un debut en solitario que fue una de las mejores noticias que podíamos tener, por inesperada y por trascendente. Y es que «Before It’s Vanished» es un álbum más que notable, atemporal, clásico, si se prefiere. Un LP que fascinará a los amantes del indie rock anglosajón, con guiños psicodélicos y hasta britpoperos. Por aquí aún estamos descubriendo al artista y su obra, pero ya somos fans. Dale una escucha reposada y nos cuentas.
5- IZARO – Limones en invierno (Autoeditado)
Nuestra cantante POP con mayúsculas, la que ya se había confirmado como artista de éxito dentro y fuera de Euskadi, volvía en 2020 con todo un tercer álbum que no hacia sino reforzar su fulgurante ascenso. Con esa habilidad para llegar a públicos diversos (en lo estilístico, en lo idiomático, en lo relativo a la edad, el género o la procedencia), volvía a dar en el clavo con temas como «Invierno a la vista» (con Xoel López) o «Paris». Y aún no ha tocado techo.
4- MELENAS – Días raros (Elsa Records/Snap! Clap! Club)
De salida, «Días raros», ya tenía el mejor título del año, uno que condensaba como pocos aquellos meses de marzo y abril, marcados por la alarma sanitaria de la covid y el confinamiento total de la población. En mayo, en medio de este contexto raro raro raro, las pamplonicas se vacunaban del hastío con un LP plagado de logradas melodías pop, ecos psicodélicos y bien de reverb para mantener viva la llama garajera. Un trabajo que recogía todo lo bueno de su debut, «Melenas» (2017), y lo llevaba un poco más allá.
3- RAFA RUEDA – Rueda (Zart)
El ex-Pi L.T., asentado como uno de los cantautores más interesantes del panorama euskaldun, se salía del mapa en 2020 con un disco aún más de cantautor (es decir: sin banda), con el simple acompañamiento de su acústica y los aderezos electrónicos de Jon Agirrezabala (Zabala, WAS). Un álbum melancólico, ensoñador, precioso, con textos de Sarrionandia, Iñigo Astiz y Josu Goikoetxea.
2- BELAKO – Plastic Drama (Belako Rekords)
Habituales de nuestras listas de lo mejor del año, en 2020 Belako tampoco defraudaban, con un disco magnífico en forma (nunca antes habían jugado tan bien con las intensidades y tonos de su imaginario particular), pero también en fondo (nosotros y nuestros, oh, problemas del primer mundo). No sabemos cuándo les llegará el disco de la «madurez», pero es que nadie por aquí ha crecido a este ritmo…
1- EL COLUMPIO ASESINO – Ataque celeste (Oso Polita)
Seis años después de su anterior álbum (y nueve desde «Toro», aquel bendito pero condicionante hit), volvían los hermanos Arizaleta dándole el micro de manera definitiva a Cristina Martínez, verdadera maestra de ceremonias en este sexto LP. Y es que suya es la voz cantante de un trabajo menos agresivo y truculento, más personal y pop, que sigue retratando las miserias, miedos y anhelos del personal, pero fijándose menos en el contexto circundante. Un disco aparentemente más limpio que sus predecesores, pero igualmente oscuro si nos atenemos a los demonios interiores de cada cual, exorcizados aquí en cápsulas de tres o cuatro minutos. El trabajo íntegro solo dura media hora y, aseguramos, crece con cada nueva escucha. Dadle unas cuantas.