El guitarrista y cantaor ha fallecido este martes 19 de mayo en Sevilla, a causa de un cáncer terminal que decidió no tratarse. El músico, que abrió nuevas vías para el flamenco, genero que llegó a fusionar con electrónica, era padre de la también cantante Alba Molina, a quien produjo. Tenía 67 años
Manuel Molina, uno de los artistas más importante del flamenco en la actualidad, ha muerto este martes 19 de mayo en Sevilla, a causa de un cáncer terminal que decidió no tratarse. El guitarrista y cantaor, padre de la también cantante Alba Molina, tenía 67 años.
Nacido en Ceuta en 1948, aprendió a tocar la guitarra de manera poco ortodoxa (cogiéndola en vertical) y autodidacta, fijándose en cómo lo hacía su padre, el Encajero. Tras trasladarse al barrio sevillano de Triana, formó el trío Los gitanillos del Tardón junto a Chiquetete y El Rubio a la tierna edad de 12 años. Más adelante, en 1975, tras casarse 
con Lole Montoya, se publicó el primer disco del dúo, «Nuevo día – El origen de una leyenda«, que supuso una pequeña gran revolución para el flamenco al abrir nuevas vías de expresión para el género. En total, 8 fueron los álbumes de la pareja, cuya música llegó a colarse en la película «Kill Bill: Volumen 2«, de Quentin Tarantino.
En 1999 inició su carrera en solitario con el disco «La calle del beso«, en el que colaboraba su hija Alba, de quien más tarde fue productor. Su espíritu inquieto e inconformista le llevó incluso a coquetear con la música electrónica, la cual fusionó con el flamenco en el proyecto Smash, de gran éxito gracias al tema «El Garrotín«. Descanse en paz.
