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Ocio y cultura

Un día en Bilbao por la final de la Champions Cup de rugby

Leinster Rugby

El pasado fin de semana la villa se llenó de ingleses, galeses, irlandeses y franceses con motivos de las finales europeas de clubes de rugby. Al final, ni fueron tantos como se esperaba, ni solo vinieron desde más allá de los Pirineos. Javier Santamaría, desde Santander, nos cuenta su experiencia

Seguidores del Leinster // Javier Santamaría
El pasado fin de semana la villa se llenó de ingleses, galeses, irlandeses y franceses con motivo de las finales europeas de clubes de rugby. Al final, ni fueron tantos como se esperaba, ni solo vinieron desde más allá de los Pirineos. Javier Santamaría, desde Santander, nos cuenta su experiencia

Habiendo comprado las entradas un año atrás, que por fin se acercara el día de la gran final de la Champions Cup de rugby, era algo que me iba llenando con una mezcla entre nerviosismo y euforia. Cuando el viernes por la noche me fui a dormir, tenía la misma sensación que la que tenía de niño el día antes de ir de excursión con el colegio.

El sábado a las 10:00 de la mañana ya estábamos en la estación de autobuses de Santander dispuestos a coger el Alsa que nos llevara a Bilbao. Hubo que madrugar, porque todos los autobuses que salían después estaban llenos. En la estación, la primera sorpresa: el bus iba lleno de irlandeses. Y es que la ocupación hotelera era casi del 100% en Bilbao. Nosotros también habíamos intentado pernoctar allí, pero el hotel mas cercano (y por menos de 1.000 euros la noche) estaba a 45 minutos. Incluso nuestra pensión de confianza en Barakaldo (en la que hemos pasado mas de una noche al acudir a conciertos en el BEC!) llevaba desde febrero ocupada… ¡y eso que ni aparece en Booking! Por todo ello, nos vimos obligados a plantearnos la final como un viaje de ida y vuelta, al igual que muchos de los citados irlandeses, que se vieron en la necesidad de dormir en Cantabria.

Leinster Rugby fans in Bilbao

En Irlanda desayunan cerveza // Javier Santamaría

En el trayecto la gente ya se iba animando en un ambiente familiar, en el que se veían cuadrillas de jubilados, familias al completo o grupos de jóvenes que ya andaban calentando motores con alguna que otra cerveza y cánticos de su equipo, el Leinster.

Una vez llegados a Bilbao el mosaico de colores se abrió y el azul oscuro del Leinster que ya habíamos ido viendo durante dos días en Cantabria, se empezó a mezclar con el blanco y celeste de los franceses del Racing 92. Todo el mundo parecía haber querido madrugar y todos los bares aledaños a San Mamés se empezaban a llenar. Nosotros quisimos ir a abrir boca a «La Campa de Los Ingleses«, dentro del propio estadio, y vaya si abrimos boca. La mandíbula casi se nos cae al suelo al ver ya listo el campo, con los postes imponentes que parecían querer arañar la cubierta (bueno, en realidad no eran tan altos).

Disfrutando de las vistas del terreno de juego y con un zurito en la mano, el tema de conversación giró en torno al retorno económico de los grandes eventos a las ciudades y fue inevitable comparar el retorno de la final con, por ejemplo, el impacto en la villa de un festival como es el BBK Live, lo cual nos hizo hablar sobre el apoyo y subvenciones culturales a los festivales frente a las actividades repartidas durante el año.

Estadio de San Mamés

San Mamés, la Catedral… del rugby // Javier Santamaría

¿Aporta más culturalmente a la ciudad un festival en una fecha concreta, o un ciclo de conciertos repartido a lo largo del año? ¿Las subvenciones deben llegar a las propuestas minoritarias por su inviabilidad económica o deben apoyar los eventos de mayor alcance poblacional? ¿Ciertos eventos no deberían estar más asociados a turismo que a cultura? Obviamente, sin lograr un consenso claro, y ya enfrascados en los conceptos música-cultura y deporte-cultura, llegó la hora de ir a coger el metro rumbo a nuestra siguiente parada, Santutxu.

Venir a Bilbao, para nosotros, siempre es sinónimo de querer disfrutar de una buena comida. Y, aunque cuando compramos las entradas nadie dijo nada, se dio por supuesto que deberíamos venir a comer un chuletón, así que nos decantamos por Galtzagorri Sagardotegia, a degustar su menú de sidrería. Allí, nuestro grupo aumentó en número, ya que nos juntamos con otros amigos amantes del oval que venían desde Asturias y que ya la noche anterior habían estado en Gernika. Mientras dábamos cuenta de los chorizos a la sidra, la tortilla de bacalao, la carne y unos cuantos «culines» en el txotx, era de esperar que surgieran las comparaciones entre la sidra asturiana y la vasca, entre las espichas y el txotx, y entre que empiece la temporada sidrera a finales de enero o finales de marzo.

Txuleton vasco

Entre pecho y espalda // Javier Santamaría

Ya con las nueces del postre comentamos el vídeo reivindicativo de las jugadoras del Gernika Rugby, Getxo Rugby, Universitario Bilbao y Eibar Rugby. En días como el pasado sábado, en los que se habla tanto del deporte y los valores que transmite, es importante no olvidarse de los equipos femeninos y darles visibilidad. No se entiende que sea tan abismal la diferencia de trato. En esta línea, también hay que poner en valor el trabajo de equipos como el vitoriano Gaztedi Rugby Taldea y su trabajo por el rugby inclusivo, con personas con síndrome de Down, o el equipo Madrid Titanes Club de Rugby, de carácter gay inclusivo.

Una vez terminados los postres, vuelta a San Mamés, esta vez ya con el metro lleno de irlandeses cantando y ambientando un viaje que nos llevó directos a la fanzone, en la que las hinchadas de los dos equipos se mezclaban sin ningún incidente. Cabe destacar que por allí también pudimos ver a hinchas de muchos equipos de rugby, tanto vascos como del resto del Estado, luciendo las camisetas de sus equipos. Entre tanto hincha nos encontramos con Deu Txakartegi, cantante del grupo WAS, que, al igual que nosotros, no se quiso perder esta fiesta.

Finales de rugby en San Mamés

Deu y Javi, llegando a San Mamés

La hora del partido se acercaba, así que fuimos a la puerta 17 para ir tomando posiciones con intención de pasar antes por la barra. Durante la semana había habido cierta polémica por la venta de alcohol en el estadio en un evento deportivo, algo prohibidísimo en el fútbol, pero común en el rugby internacional. Finalmente, el asunto se zanjó permitiendo la venta hasta 15 minutos antes del comienzo del partido y volviéndola a permitir 15 minutos después del final. ¿El resultado? Largas colas para aprovisionarse para todo el encuentro, cero incidentes y un montón de gente en el descanso haciendo cola para ir al baño sin poder aguantarse más.

Ya en harina, tras recibir una bandera del Leinster para animarlo y una cartulina para hacer un mosaico, mi modesta crónica de la final se resumiría en que el Racing 92 fue mejor durante todo el partido. Las dos escuadras defendieron muy bien, pero mientras que la sensación era la de que el Leinster no podía dar mucho más de sí, el Racing 92 perdonó y no fue todo lo ambicioso que cabía esperar. Cada falta contó y el partido se decidió por los distintos tiros a palos. Quizá no fue el partido vistoso que esperábamos, o de los que crean afición, pero celebramos cada punto, moviendo la bandera o a grito de «Ouiiiiii», al estilo Ronaldo.

Champions Cup

San Mamés no se llenó del todo // Javier Santamaría

Final de encuentro y, por fin, vemos a un león saltar a celebrar un título en el nuevo San Mamés, Leo The Lion, mascota del Leinster, sale al césped entre aplausos. Saltan por los aires guirnaldas doradas y vuelta de honor del campeón. La canción elegida, «One Day Like This», de Elbow, hizo que todos coreáramos eso de «It’s looking like a beautiful day» y nos abrazáramos. Leinster había hecho historia ganando por cuarta vez el torneo, pero, lejos de apabullar con grandes fichajes de estrellas internacionales, el equipo apuesta por la cantera. Ya lo dijo Leo Cullen, el entrenador del equipo irlandés: La Catedral era un lugar excepcional para jugar (y ganar).

Nosotros no podíamos quedarnos sin celebrarlo también, así que nos fuimos directos al espacio habilitado en Eventy4 (el edificio Yimby de la calle Ercilla), donde habían puesto unas barras y unos foodtrucks, y donde pudimos ver un rato al grupo de Getxo Debajo del Paraguas. Varios hinchas bailaban en primera fila ante el estupor de las fans de la banda, que cantaban sobre novias a la fuga.

Nuestra ruta continuó por el Café Iruña, donde franceses e irlandeses estaban dando buena cuenta de sus famosos pinchos morunos mientras se protegían de la lluvia, que a ratos caía a jarros. El buen humor reinaba en el ambiente, supongo que condicionado por los supuestos 7,5 litros de cerveza de media que se iban a consumir por persona.

Rugby en el Café Iruña de Bilbao

Rugby y pinchos morunos// Javier Santamaría

De nuevo en la calle, camino del Casco Viejo, nos encontramos con un escenario pegado a la ría, en el que en un ambiente ya de verbena (y debajo de numerosos paraguas) se podía ver a los irlandeses bailar a ritmo de Ska-p y otros autores de hits festivos, aunque he de reconocer que nosotros no nos sentíamos con fuerza de pasar por algo así. Bastantes veces escuchamos ya el «Un, dos, tres, catorce…» de U2, que parecía ser el himno no oficial del encuentro. Podría decirse que, en lo musical, es donde más podría llegar a quejarme, encontrando pocos momentos dulces y mucho chapapote entre el repertorio de lo escuchado en las fanzones.

La mejor opción fue refugiarnos en el Basaras, para dar cuenta de unas croquetas, empanadillas y anchoas y, posteriormente, en el Blanco y Negro en la calle San Francisco, lo cual dio pie a hablar sobre los efectos de la gentrificación en las ciudades, con su cara positiva (que a mí me cuesta verla) y negativa, con los centros de las ciudades homogeneizados y desprovistos de su carácter y personalidad.

Champions Cup

Lluvia en la fanzone, anchoas en el Basaras // Javier Santamaría

Echando de nuevo un poco de menos el ambiente festivo de la final, nos encaminamos a La Ribera, donde sí nos volvimos a encontrar con los omnipresentes fans del Leinster (y algún grupo del Cardiff Blues, que seguían celebrando su título del viernes en la Challenge Cup). Las fuerzas empezaban a fallar, pero no queríamos irnos de vuelta a Santander sin acudir al Shake y brindar por última vez por jornadas como esa, en las que el rugby fue la excusa para encontrarse con amigos, disfrutar de la gastronomía y bares de Bilbao y dejarse llevar por el ambiente festivo de una final en el que todos ganamos y en el que no pudimos ver una nota disonante. Eso sí, la ciudad no fue tomada por 100.000 personas, como se preveía, sino por bastantes menos.

Shake Bilbao

Fin de fiesta en el Shake // Javier Santamaría

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