«Titane», «Benedetta», «La ruleta de la fortuna y la fantasía» y «Petite Maman» llegan con la vitola de «obras maestras», premios en festivales incluidos, pero, a la hora de la verdad, le dejan a uno frío
No sé a ustedes, pero a mí me pasa que me venden la moto de que tal o cual película es una obra maestra laureada en mil festivales y, cuando llega el momento, me quedo con cara de bobo (más de la que gasto habitualmente). Son un poco las Madrid-Barça del cine. El partido del siglo mensual. A base de desesperos semanales, he decidido hablar de todas ellas. Es ese cine que me pasa por encima o por debajo del radar, pero que nunca me llega del todo, no me conmueve, no me emociona, no me divierte. Será que soy un electrodoméstico con golpe y mi tara ya no me permite apreciar una, ejem, obra maestra.
El ejemplo más frontal de esto que les cuento sería «Titane», un film definido como «el evento cinematográfico del año» (cine frances, humildad siempre), que va sobre identidades, bomberos, gente que folla con coches y ruido. Mucho ruido. Epatar al público suele ser rentable, pero esta vez ni siquiera todo el prefabricado escándalo, la furia y el humo han librado a este título de la más absoluta indiferencia en taquilla. Y eso, ganando la Palma de Oro en Cannes. En mi sesión, no menos de cuatro espectadores levantaron el vuelo mucho antes del final.
Y, si hablamos de epatar, Verhoeven fue el rey en los 90 («Instinto básico»), pero su monja lesbiana y trepa, «Benedetta», ha sido un fracaso histórico (nunca mejor utilizado), pese a contar con mimbres más que interesantes. Virgine Efira hace lo que puede con un personaje en el alambre que a ratos (los divertidos) resulta hasta ridículo.
Y, ¿qué me dicen de la asiática «La ruleta de la fortuna y la fantasía»?
Siempre hay un cuñao que alega que «es que nosotros no entendemos el cine oriental». Claro, de ahí que Ozu, Kurosawa y cía. sean perfectos desconocidos. Y, a ver, que las tres historias que cuenta «La ruleta» no están mal, toda vez que uno entiende que sus dos horas van a discurrir a velocidad de peatón. En segunda y sin meter tercera. Y, ojo, que esta es la peli fácil de su director. «Drive my car», vista en el último Zinemaldi, dura 3 horas y exhibe un ritmo igualmente caribeño.
Nos queda la última: «Petite Maman», ganadora del premio del público en el último Festival de San Sebastián.
Sí, vale, los festivales son una burbuja en la que se produce un hecho curioso: parece que lo que pasa en esas calles y esas salas es lo más importante del mundo y, si te vas solo a 10 kilómetros, la mayor parte de la gente ni sabe que hay un festival en el pueblo de al lado. Así pasan cosas como la de «Petite Maman», una historia mágica y grata pero absolutamente menor, sobre dos niñas que comparten un secreto al morir la abuela de una de ellas. También es verdad que esta directora ya había avisado con su «Retrato de una mujer en llamas» que lo suyo era mucho lirili y poco lerele.
https://www.youtube.com/watch?v=Jr4w9Cn2oRs
Pues no sé, qué quieren que les diga. Por supuesto que uno no va a ver siempre pelis de Bond o de Marvel (que también tienen su momento, ¿eh?), pero si la vuelta a las salas depende del arrastre de títulos «de prestigio» como los mencionados… Dios nos pille confesados.
Un último apunte: aún aguanta en cartel «El buen patrón». Yo ya la he visto dos veces en el cine…