Con la Aste Nagusia 2019 a la vuelta de la esquina, echamos la vista cuatro décadas atrás para recordar los primeros pasos de unas fiestas tan multitudinarias hoy como imprevisibles entonces.
Con la Aste Nagusia 2019 a punto de celebrarse (tendrá lugar del 17 al 25 de agosto), ahora que nos hallamos inmersos en los preparativos de unas fiestas que arrancarán, un año más, con Marijaia saludando desde el balcón del Arriaga y miles de personas abarrotando el recinto festivo del Arenal, dando buena cuenta de litros y litros de kalimotxo y cerveza en las txosnas, no está de más echar la vista atrás, hasta 1978… y recordar que, no hace tanto, nada de lo que hoy damos por sentado existía. Nada… o casi nada.
La primera Aste Nagusia surgió de un concurso de ideas llamado «Hagamos populares las fiestas de Bilbao», ideado por Quico Mochales, relaciones públicas de El Corte Inglés, entidad que, ya en 1973, organizó y patrocinó la «I Semana de Deporte Rural Vasco» de la Villa, la cual fue todo un éxito y muestra ineludible de que había hambre de fiesta a pie de calle. Hasta entonces, apenas quienes acudían a los toros disfrutaban de unos festejos propiamente dichos.
Gigantes y cabezudos, txistularis, precarias barracas y fuegos artificiales puntuales conformaban el menú festivo de agosto en el Botxo. Y, bueno, Gargantua, claro, quien ya en 1854 andaba tragándose a los niños y niñas de la capital vizcaína.
Pero fijaos si Aste Nagusia no era ni la sombra de lo que es hoy, que, para su primera edición, hubo que pedirle prestado su Gargantua al Ayuntamiento de Vitoria-Gasteiz. El de Bilbao (de 1962, en su cuarta «reencarnación») se encontraba tan olvidado y en mal estado que era imposible sacarlo a las plazas de la ciudad. Los Gigantes y Cabezudos de aquel estreno, también viajaron desde la capital alavesa.
Pero volvamos al germen de aquella primera Aste Nagusia, el concurso de ideas «Hagamos populares las fiestas de Bilbao». Es 1974. Se traslada la idea al Ayuntamiento. Pilar Careaga, la alcaldesa, lo rechaza. Tienen que pasar otros tres años. 1977. Zorion Eguileor, periodista y locutor de radio (el pregonero del año pasado, 2018), propone en su programa realizar una kalejira reivindicando unas fiestas populares. Unas 5.000 personas toman las calles, en un ambiente netamente festivo (no faltan tambores, txistus, dantzaris y hasta banderas del Athletic) pidiendo unos festejos participativos y desbordando las expectativas.
En este mismo año, con una gestora municipal en el Ayuntamiento y con un alcalde en funciones, el franquista José Luis Berasategui, se vuelve a presentar la propuesta. Es aceptada. Se pone en marcha el concurso de ideas, convocado por el Ayuntamiento y patrocinado por El Corte Inglés. Se redactan las bases, la Comisión Municipal Permanente lo lanza el 1 de abril de 1978, proponiendo el 31 de mayo como tope para presentar proyectos. Sin embargo, se falla el día 24. Txomin Barullo, colectivo ligado al EMK, el Movimiento Comunista de Euskadi, gana el concurso.
Como recuerda Iñaki Márquez, uno de los pioneros de aquella comparsa vencedora, el nombre de Txomin Barullo se tomó «de un personaje que a principios de siglo organizaba las fiestas de la Villa», algo que era justo lo que ellos pretendían hacer, «sobre la muy sencilla base de ofrecer unas fiestas populares» que contaran «con los diversos colectivos que en aquel momento alimentaban la vida cultural, social y política».
La primera reunión para formar la comisión de fiestas tuvo lugar el 29 de junio en la Biblioteca de Bidebarrieta. A la llamada de Txomin Barullo acudieron esos colectivos a los que Márquez hace referencia, pero también diferentes asociaciones y personas a titulo individual. En menos de un mes, el 18 de julio, se presenta el programa de fiestas. Hay poco tiempo y muchas ganas. Para muestra, Marijaia: El icono absoluto de Aste Nagusia nació con su primera edición, en 1978, pero fue gestada ¡solo cinco días antes del inicio de las mismas! La pintora y grabadora Mari Puri Herrero fue la madre de la criatura, presentada en sociedad el 19 de agosto.
«Era inimaginable que aquella propuesta de 1977 llegara a alcanzar la envergadura actual», reconoce Márquez. «Era inimaginable agrupar a varios cientos de miles contemplando los fuegos artificiales, o varias decenas de miles de personas en el espacio de las txosnas», rememora, aún incrédulo.
Y, si bien «no todo se inventó en aquel primer año de 1978», como apunta el miembro de Txomin Barullo, sí que se pusieron los cimientos para muchos de los aspectos de Aste Nagusia que hoy damos por seguros. Ahí están las txosnas, mismamente, esas que estos días congregan a tantos miles de personas en el Arenal. Esenciales hoy, en 1978 eran necesarias. ¿La razón? Simple: En agosto no había nada abierto en Bilbao. Por ello, hubo que levantar unas escuetas estructuras que hicieran las veces de barra de bar y sencilla casa de comidas. En un solo día estuvieron puestas en pie las primeras txosnas (frente a las dos semanas largas de montaje actuales), todas iguales, a pesar de no recibir las 48.000 pesetas (unos 287 euros) de subvención prometida (dentro de un presupuesto global de 8.438.000 pesetas -poco más de 50.000 euros-).
Tal y como relató el diario El Correo Español en su edición del miércoles 23 de agosto de 1978, en las txosnas se bebieron «alrededor de 40.000 litros» de vino, a los que habría que añadir «el consumo de otros 40.000 litros de diversos tipos de bebidas y 120.000 de refrescos». Para comer, «nada menos que 50.000 barras de pan, 300 kilos de chorizo, 200 de patatas». Todo, solo en el primer fin de semana de la historia de Aste Nagusia.
Las actividades propuestas fueron todo un éxito, partiendo de Begoña con el txupin lanzado por Ana Isabel Arciniega (Araba Etxea) y el pregón leído por Adiskideak y Atxuritarrok más la posterior y multitudinaria bajada de comparsas (24, incluyendo a las aún hoy activas Txomin Barullo, Bizizaleak, Hontzak, Moskotarrak -entonces, Araba Etxea-, Pinpilinpauxa, Tintigorri y Uribarri), y llegando hasta la Plaza de Toros (donde Ortega Cano cortó dos orejas y se llevó una cornada).
La sokamuturra, eso sí, resultó trágica. Durante su celebración, falleció José Ignacio del Río, un joven de 20 años que fue sepultado por una marquesina del Arenal que se vino abajo tras encaramarse a ella hasta 45 personas. 12 quedaron atrapadas por los escombros.
Como recogió El País el 24 de agosto, el día anterior todos los actos festivos programados dieron comienzo «con un minuto de silencio». Además, las comparsas «tampoco hicieron uso de sus instrumentos musicales en la plaza de toros ni durante el desfile posterior que finalizó con la lectura de un comunicado en el mismo escenario en el que ocurrió la muerte». Un hecho luctuoso en medio de una explosión festiva sin precedentes.
Las fiestas terminaron con la quema de Marijaia en la ría (un acto teóricamente puntual que se mantiene 41 años después) y un superávit de 360.000 pesetas (2.155 euros) que confirmó su viabilidad económica.
Con todo, el del 78 fue un inicio apresurado y precario. Como afirma Márquez, «hoy la organización, limpieza y calidad es mucho mayor en cualquiera de los espacios festivos. Y el ambiente, mucho más agradable y acogedor». Además, año tras año «se ha vuelto a demostrar que el modelo social y popular es el motor fundamental de la Aste Nagusia, lo que no invalida la gestión conjunta desde Bilboko Konpartsak y el Ayuntamiento de Bilbao, que ha alcanzado niveles de buen funcionamiento».
Disfrutemos pues, de Aste Nagusia 2019. Para más información, pincha aquí. Gora Marijaia!
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