El kubrickiano nuevo filme de Todd Field peca de frío, rígido y cerebral… al tiempo que es digno de ovación, con mención especial a una sobresaliente Cate Blanchett. Además, en plataformas, «Los crímenes de la academia» (Netflix)
Llega por fin a nuestros cines la primera gran bomba de la temporada. Una película de Todd Field (un director a lo Kubrick -hace una peli cada diez años-) que prefirió competir en Venecia a hacerlo en Donosti. Misterios insondables de la promoción.
Pues sí, «Tár» aterriza en cines tras casi medio año de paseo triunfal por festivales y todos tenían razón: los que la acusaban de fría, rígida y cerebral -algo de eso hay- y los que ovacionaban puestos en pie los cinco minutos de créditos finales:
Por una vez y sin que sirva de precedente, entendemos a todos.
En primer lugar, pediremos a cualquier lector que se sienta tentado a acercarse al cine que lo haga en una sesión en V.O.S., dada la fuerza que Cate Blanchett imprime a su Lydia Tár, una directora de orquesta hipercompetitiva que vive, sueña y respira música clásica, acompañada por su hija y por una amante con la que ha conocido tiempos mejores.
El nivel actoral de la Blanchett, sus inflexiones vocales, su lenguaje corporal -siempre incómoda, siempre a la defensiva-, son una lección no ya de cómo interpretar, sino de cómo convertirse en el personaje y borrar a la actriz que lo interpreta. Alucinante. Es una de esas actuaciones que hipnotizan, una nueva exhibición de una actriz instalada en el sobresaliente.
¿Y la peli, qué? Pues, estando francamente bien, hay un tema que debe comentarse al cinéfilo no avisado -los que vayan al cine a comer y desconectar, que ni lo intenten-:
La frialdad de «Tár» en su primer tercio puede hacer arrojar la toalla a más de un espectador. Eso sí, una vez superada la recta de inicio, el film despega y empieza a abrir puertas por las que discurrirá una historia apasionante, casi kubrickiana, en la que uno ansía ver el nuevo movimiento de la música para deshacerse de un competidor o tapar un asunto que resulta molesto. Todo ello con la mayor educación y un apretón de manos al despedirse. Apuñalar, sí, pero con una sonrisa en la boca. Solo así se llega a la cima. No se la pierdan. Es una cinta llamada a trascender.
Y EN PLATAFORMAS: LOS CRÍMENES DE LA ACADEMIA (NETFLIX)
Parece Netflix empeñada en quitarse el sambenito de plataforma «montonera» en la que cabe de todo y en general mediocre y en los últimos tiempos anda produciendo carísimas películas que ayuden a recuperar prestigio, tal es el caso de «Los crímenes de la academia», resultón cruce entre Sherlock Holmes -bien Christian Bale– y el universo de Edgar Allan Poe.
Buen cine de consumo, con una fotografía alucinante de Masanobu Takayanagi, que ha dejado bailando el chachachá a las arcas de Netflix pero que entretiene de principio a fin y resulta ideal para completar la Santísima Trinidad junto a manta y sofá.
Cuídense, nos vemos en un mes.