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Ocio y cultura

Puro teatro (noviembre): Honremos a nuestros/as mayores

"Conservando memoria"

Dos obras imprescindibles sobre la importancia de la memoria: «Las raíces cortadas» (en Bilbao); y «Conservando memoria» (en Gernika y Bilbao).

"Conservando memoria" // Clara Larrea
Dos obras imprescindibles ponen este mes sobre la mesa la importancia de la memoria. De recordar y agradecer a los que vinieron antes el hecho de que ahora estemos aquí. «Las raíces cortadas», en Pabellón 6 (Bilbao), y «Conservando memoria» (en el Lizeo de Gernika y La Fundición de Bilbao).

Desde el 22 de octubre, la sala Pabellón 6 de Bilbao acoge el montaje propio «Las raíces cortadas», que se podrá ver (Urkullu, Sánchez y Covid-19 mediante) hasta el 15 de noviembre. ¿Quiénes son Clara Campoamor y Victoria Kent? Desgraciadamente, a la mayoría sólo nos suenan: de alguna calle que lleva su nombre, de algún lejano recuerdo de las clases de historia en nuestros tiempos de estudiantes… Campoamor y Kent fueron las dos única parlamentarias españolas en las Cortes Constituyentes de 1931, recién proclamada la Segunda República, una época en la que ellas sí podían ser elegidas pero no podían votar. Pioneras, inteligentes, audaces, formadas, valientes. Así fueron dos mujeres que, como tantas otras, han sido maltratadas por la historia. Sí, querido/a lector/a, probablemente si no hubiera sido por ellas, tú, tu hija, tu madre… no hubieran tenido derecho a voto o lo hubieran tenido aún más tarde. Pero lo realmente apasionante de estas dos mujeres es que, además de coincidir, se enfrentaron. Mientras una apostaba por el voto femenino inmediato y sin ambages, la otra temía que a la mujer (tradicionalmente poco formada por su reclusión domiciliaria y sometida al poder del cura o confesor de turno) le faltara criterio para poder votar en verdadera libertad a corto plazo.

Y es ahí, en el conflicto, donde surge el material dramático que puede alumbrar una obra de teatro de categoría (ya sabes, si no hay conflicto, no hay historia). En «Las raíces cortadas» se cuenta lo que el propio subtítulo de la obra indica: «Victoria Kent y Clara Campoamor: cinco encuentros apócrifos». Cinco breves pasajes en los que Clara y Victoria se juntan o, más bien, se podrían haber juntado a lo largo de sus vidas. Desde que son niñas y hasta tiempo después de haber fallecido. ¿Qué se dijeron y qué hubieran podido decirse? ¿En qué coincidían y en que discrepaban? ¿Cómo les afectó el inevitable exilio en la dictadura? ¿Qué sueños tuvieron para ellas, para las demás y para su país? Respondiendo a todas esas preguntas a través de diálogos ágiles a la vez que cargados de enjundia (y en los que se mezcla realidad y ficción), el autor (Jerónimo López Mozo) va trazando un profundo retrato de dos mujeres. Retrato que, a la vez, dibuja toda una época y, a la postre, todo un lastre global y enquistado que aún arrastramos en pleno 2020 (y lo que lamentablemente nos quedará de este recalcitrante machismo sistémico, digan lo que digan los negacionistas).

Obra de teatro "Las raíces cortadas"

Victoria (Juana Lor) y Clara (Irene Bau) // Hodei Torres

El hecho de recuperar este texto estrenado en 2005 es ya un motivo para felicitar al equipo de Pabellón 6. Pero entremos también en los valores concretos de la versión que proponen. El versátil genio Ramón Barea (lo de «genio» no es grandilocuencia, es un hecho) asume la dirección, y acierta al aportar sólo a sus actrices una iluminación bañada en tonos morados, algunas proyecciones y dos versátiles estructuras metálicas. Con eso Juana Lor (como Kent) e Irene Bau (como Campoamor) construyen ese poliédrico retrato del que hablábamos: tanto de los personajes como del machismo imperante. La primera borda las distintas edades y estadíos vitales de su personaje; sobre la segunda, sólo podemos decir que es un regalo para los amantes del buen teatro que, por fin, haya vuelto de lleno a la interpretación (hace poco hablábamos de su anterior obra, «Ecografías»). Yendo atrás y adelante en el tiempo, siendo niñas, mujeres, ancianas y hasta fantasmas, Juana e Irene llevan al público en todo momento donde quieren: a la solemnidad del estrado del Congreso, a la alegría de los juegos infantiles, al descorazonador drama de tener que huir de tu propio hogar…

Para servidor, «Las raíces cortadas» es, simplemente, una de las dos o tres producciones más trascendentes y de mayor calidad de las hechas en Euskadi en este funesto 2020. Al menos de las que he tenido ocasión de ver.

Cartel de «Las raíces cortadas» // María Casanueva

Hablando de lo importante que es la memoria, este mes se podrá ver en Bizkaia otra obra que también aborda este tema, pero a una escala, por así decirlo, mucho más «doméstica». La compañía riojana El Patio trae «Conservando memoria» a Gernika (21 de noviembre; Lizeo) y Bilbao (día 22; La Fundición), una propuesta con la que honran a los que vinieron antes y nos allanaron el camino. Y no hablamos ahora de grandes nombres de personajes recordados, sino de nuestros abuelos. En este caso, de los de Izaskun Fernández (50% de la compañía, cocreadora, codirectora y protagonista del montaje). ¿Dónde están las grandes historias? ¿Qué construye un relato apasionante? Pues sí, querido/as, la vida misma. Todas las vidas. La tuya, la mía. Eso es lo que reivindica «Conservando memoria», el valor de las vidas anónimas que vivimos la mayoría. Nuestros anhelos, nuestros problemas, nuestros triunfos. Todo eso es épico y trascendente. Al menos para uno, para su entorno y para cualquiera que pueda identificarse con ello, ¿no?

Quienes allanaron el camino // Clara Larrea

Así entramos en el otro gran tema de «Conservando memoria»: la necesidad de recordar a nuestros seres queridos y de que estos nos recuerden a nosotros. Recordar: «tener en la mente algo del pasado», dice la RAE; «volver a pasar (algo) por el corazón», dice la etimología de su origen latino. Y es así como nació esta joyita teatral, cuando Izaskun vio que el momento de despedirse para siempre de alguno, o de todos, sus abuelos podía estar cerca. Por eso quiso volver a pasar por su corazón lo que ellos habían vivido y lo que ella había vivido junto a todos ellos. Indagando en sus biografías, tan ordinarias como extraordinarias, acabó por convertir (junto al otro 50% de la compañía El Patio, Julián Sáenz López) a los cuatro en un material dramatúrgico a la altura de las mencionadas vidas de Campoamor y Kent. Ahí es nada. Y lo hizo, encima, sin actores.

Porque «Conservando memoria» es, en realidad, teatro de objetos, y en escena tenemos sólo a Izaskun contándonos esas cuatro vidas ayudándose de fotos, recuerdos, juguetes, arena, luz, fuego… Por eso decíamos antes lo de «joyita»; es una JOYA teatral (en mayúsculas, además), pero usamos el diminutivo porque se trata de una propuesta que hay que disfrutar de cerca, en una sala pequeña y con una buena visión del pequeño y mágico guiñol que hace de escenografía y que está plagado de elementos a los que Izaskun sabe sacar más partido del que puedas imaginar (¡¡qué delicia esa escena del baile en la plaza del pueblo!!). De hecho, la cita de Bilbao en La Fundición se enmarca dentro del 39º Festival Internacional de Títeres de la ciudad. Pero, ojo, que esa etiqueta no te asuste; estamos aquí ante una propuesta teatral de primer nivel, tanto dramatúrgicamente como en la puesta en escena y la interpretación. Y que, además, la organización del certamen recomienda para mayores de 16 años.

Cartel de «Conservando memoria» // El Patio

Una curiosidad que os puedo contar para despedirme por este mes y para daros la medida del entusiasmo que despertó en mí «Conservando memoria»: según salí de verla en su estreno en Euskadi (en el Teatro Barakaldo el mes pasado), lo primero que hice fue investigar en Internet cuál era su próxima fecha por estos lares e, inmediatamente, me compré una nueva entrada para volver a verla en Bilbao este 22 de noviembre. ¡Qué coño para «verla»! Para disfrutarla, para vivirla, para llorarla, para emocionarme y reír con ella. ¡Qué maravilla! ¡Qué juego más serio el que propone «Conservando memoria»!

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