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Te comería a versos: De pintxos con Joglars

Joglars

Teatro en el Arriaga, vermú en Urdiña, cangrejo en Gure Toki, anchoa en Basaras, grillo en Saltsagorri, rabas de la huerta en Lurrina… Por Igor Cubillo

Joglars y los medios de comunicación
La presencia de Joglars en el Teatro Arriaga, donde escenifica la deriva del periodismo en tres funciones de «Zenit. La realidad a su medida», se antoja idónea para emprender una ruta de pintxos por el Casco Viejo de Bilbao. Vermú en Urdiña, cangrejo en Gure Toki, anchoa en Basaras, grillo en Saltsagorri, rabas de la huerta en Lurrina…

Es maravilloso comprobar que Joglars, fundada en 1961 (como «Els Joglars») por Albert Boadella, Carlota Soldevila y Anton Font, sigue recorriendo escenarios y metiendo el dedo en llagas y heridas. Nunca le ha importado levantar polvareda ni causar escándalo, ha pisado muchos charcos e incluso ha buscado las cosquillas a políticos en activo, ya recordarán. Y aunque hoy día es complicado que nadie se rasgue las vestiduras por el contenido de un espectáculo, pues lamentablemente la cultura ya no asusta, sólo entretiene, la compañía teatral catalana continúa exhibiendo su inconformismo y eso mismo, no se ponga en duda, es precisamente la clave de que mantenga frescura, tras más de medio siglo bajo los focos, y continúe despertando interés. A sus obras uno va a disfrutar y a pensar, y no hay nada más gratificante en un patio de butacas.

En dicho sentido, cabe celebrar el estreno de «Zenit. La realidad a su medida» en Sevilla, en octubre de 2016, y la actual gira con escala en el Teatro Arriaga de Bilbao. ¿Qué tiene de especial esa obra de Ramon Fontserè y Martina Cabanas puesta en marcha con la colaboración del CDN (Centro Dramático Nacional) y el Teatro Lope de Vega de Sevilla? Que pone en evidencia la deriva del periodismo siguiendo el día a día de una redacción de periódico (la del Zenit) con su lupa satírica y «escenas pautadas musicalmente que destilan mordacidad».

Els Joglars en

«En esta ocasión centramos nuestra mirada en los medios de comunicación. Algo que empezó con una pluma de cuervo o un cincel, con el paso del tiempo se ha convertido en una máquina voraz e inenarrable de éxito y poder. Nació de la necesidad de transmitir información vital para la sociedad, pero poco a poco ha devenido un negocio del entretenimiento, más centrado en desarrollar una ‘fast truth’ para la masa que en su legítimo objetivo primero», reflexionan los responsables del montaje.

Y prosiguen: «Su cota de poder e influencia es proporcional al número de ventas y para lograrlas esta máquina no dudará en matizar, manipular, retocar, filtrar o enfangar la realidad. No importan ni la ética ni la moral, el objetivo es sosegar a la masa, tenerla en vilo, atenta, adicta a la última hora».

Qué lástima. Dicho panorama quita el apetito a cualquiera pero, descuiden, yo no les defraudaré… En más de un foro y ocasión he señalado que soy de una familia como los Gallo Corneja, que no perdona una cena aunque suenen las trompetas del juicio final, si es que no han sonado ya, y pese al riesgo de salir del teatro con el estómago revuelto, abandonaré el Arriaga dispuesto a comer unos pintxos por el Casco Viejo. No en vano, antes de entrar ya habré hecho la escala de rigor en Urdiña (Plaza Nueva, 5), un bar minúsculo que sirve uno de los mejores vermús preparados de la muy leal, muy noble e invicta villa. Tiene carácter el bebedizo, más si te lo sirven como a mí me gusta, con Martini congelado en lugar de hielo (así no se agua con el paso del tiempo), y en el mostrador se disponen pinchos tan sencillos como gratificantes. Los alardes de inventiva se reservan para el mural de gracias y aforismos que hay tras la barra: «Esta noche pienso hacer el amor de manera ardiente por toda la casa, como anoche, que también lo pensé».

Bar Urdiña

Bar Urdiña, carácter sin alardes // Igor Cubillo

La anunciada ruta post-trauma post-Zenit puede comenzar en Gure Toki (Plaza Nueva, 12), probablemente el mejor despacho de pinchos creativos de Bilbao. El menda tiene debilidad por el cangrejo en tempura, que coge con la mano y come entero, incluida pinzas, patas y «cáscara», a tariscos y untado en la sabrosa y ligeramente picante salsa sobre la cual se posa el crustáceo. ¿El secreto? Lo han capturado desprevenido los japoneses en época de muda. Es sólo una de las muchas delicias que preparan Iván Siles y su equipo en un local que abrió sus puertas en julio de 1982, cuando en la plaza no había tanta franquicia ni tanta taberna de cartón piedra. ¿Más propuestas para relamerse? Sopa de queso Idiazabal con huevo de codorniz y hongos; vieira con patata y migas al curry; bocata de pastrami con cheddar y pepinillo; gofre de txangurro con albahaca y ketchup amarillo…

Gure Toki

El cangrejo en tempura del Gure Toki // Igor Cubillo

La siguiente escala propuesta no exige estrujarse tanto el magín a la hora de escoger bocados, pues la oferta es bien reducida en Basaras (Pelota, 2). Esta austera tasca frecuentada por las gentes del lugar reparte felicidad en forma de tortilla de patata, gilda y anchoa en salazón con su tira de alegría riojana. Pidan un vino y, si acaso, una empanadilla.

Taberna Basaras

Anchoas con alegría riojana, la delicia del Basaras // Igor Cubillo

No abandonen las Siete Calles sin visitar a Ernesto y a Laura en Saltsagorri (La Merced), otra miniatura convertida en templo del hedonismo gastronómico merced a su pasión, a su trato afable y a su buen gusto a la hora de recuperar y reinterpretar pintxos clásicos de Bilbao, los de toda la vida. A saber: grillo (patata cocida, lechuga y cebolla convenientemente ensartados y aliñados); banderilla de huevo cocido, con langostino y mayonesa (bilbainito le dicen allá); bacalao crudo, con su aceite y su ajo; y, más moderna, la felipada, ese sándwich popularizado por el Alameda. Todo entra mucho mejor conversando con el personal, con una ostra holandesa en una mano y la vista puesta en ese mural erótico y más que erótico que, sobre la puerta, marca la linde entre el gris y lo mundano.

Saltsagorri (Bilbao)

Los clásicos grillos del Saltsagorri // Igor Cubillo

Si a esta altura del recorrido alguien se ha quedado con hambre, puede pedir cita con su endocrino y también acudir a Lurrina (Barrenkale-Barrena, 16), barmacia de guardia (y restaurante) donde Txomin Gómez prepara unas «rabas de la huerta» que entran bien a cualquiera hora y son auténtico maná cuando a uno se le alarga la ronda de zuritos. El milagro se obra con verdura (cebolla, pimientos, calabacín…) rebozada, bien frita, convenientemente escurrida y servida en cantidad generosa. Háganme caso, un must del Casco.

Rabas de tierra (Lurrina)

Las rabas de la huerta del bar Lurrina, un must del Casco // Igor Cubillo

Joglars. «Zenit. La realidad a su medida«
Teatro Arriaga. Bilbao.
21-23 de diciembre. 20:00 horas

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