El despliegue de la atractiva programación de Bilbaína Jazz Club durante el primer trimestre del año da pie a repasar la lista de bares, hoteles y restaurantes donde echar un trago o dar un bocado no es incompatible con escuchar música jazz, sea en vivo o enlatada. Bilbao tiene la suerte de contar con una oferta estable más allá del postureo y el selfie veraniego.
Como los galos irreductibles de Astérix, los responsables de Bilbaína Jazz Club continúan esforzándose cada temporada en armar una programación jazzística atractiva y más que atractiva con la que saciar el apetito de socios y aficionados mientras llega el tradicional atracón de julio, mes del jazz en Euskadi, cuando se celebrarán el 44º Getxo Jazz, el 44º Festival de Jazz de Vitoria y la 55ª edición del Jazzaldia donostiarra. Por ese orden. Bilbao, lo dicho, tiene la suerte de contar con una oferta estable más allá del postureo y el selfie veraniego. Un privilegio.
El hotel Conde Duque es actualmente sede de los conciertos de la asociación y en sus instalaciones junto a la ría, en la margen derecha, a un paso del ayuntamiento, es donde están programadas esta vez las actuaciones. Allí tocarán los jueves (20:00 horas, 12 euros) el trío (teclas, cotrabajo, batería) del pianista José Carra (hoy mismo, 16 de enero); el quinteto (voz, saxo tenor, piano, batería, bajo) de la saxofonista madrileña Berta Moreno (30E); el cuarteto (saxo tenor, piano, contrabajo, batería) del baterista gallego Carlos López (6 de febrero); el sexteto (trompeta, saxo tenor, saxo alto, piano, batería, contrabajo) del baterista Rodrigo Ballesteros (13F); el cuarteto (vibráfono, trompeta, contrabajo, batería) del vibrafonista barcelonés Jorge Rossy (27F); el grupo (saxo, piano, contrabajo, batería) neoyorquino Scatter The Atoms That Remain (5 de marzo); el trío (teclas, batería, contrabajo) del pianista esloveno Marko Churnchetz reforzado con la voz de Jonathan Hoard (12M); y el también trío (piano, contrabajo, batería) Constant Stranger (26M).
Las citas del primer trimestre del año se completan con tres conciertos en la Sala BBK a cargo del quinteto (saxo, piano, teclado, batería, contrabajo) del contrabajista cubano Renier Elizarde, «El Negrón» (24E); del cuarteto (saxo tenor, guitarra, contrabajo, batería) comandado por el saxofonista parisino Jerome Sabbagh y el guitarrista neozelandés Greg Touhey (20F); y del quinteto (saxo tenor, guitarra, piano, contrabajo, batería) del saxofonista alemán Tobias Meinhart (19M). Todos a las 20:00 horas y a 18 euros la entrada.
Completo cartel, pardiez, una invitación a celebrar cada jornada como se merece, sin acudir corriendo al recinto, paladeando la ocasión, saboreando la oportunidad de ver a esos músicos aupados al escenario. Así, «Te comería a versos» va esta vez de señalar aquellos locales de la muy noble y muy leal e invicta villa de Bilbao donde echar un trago o dar un bocado no es incompatible con escuchar música jazz, sea en vivo o enlatada. Lugares donde se da de comer y de beber y también se programa jazz con cierta regularidad o simplemente se cubren las paredes con afiches del género. And all that jazz!
¿Será cierto que escuchar jazz mejora la experiencia gastronómica? “Jazz y cocina, a mi entender, tienen un punto en común, que es la mezcla de sabores. No sabría decirte si hace 100 años era así, aunque sospecho que sí, pero ahora está claro: se mezclan muchos sabores y texturas, y a veces se consiguen resultados sorprendentes. Ejemplos: flamenco jazz, jazzrock, jazz progresivo, jazzblues fusion, jazz pop, jazzfunky, etcétera. En cocina algún experto te dirá lo mismo”, explica Eduardo Basterra, aka Teddy Baxter, un virtuoso bajista bilbaíno acostumbrado a prestar base rítmica a combos jazzies.
TRAGOS Y BOCADOS JAZZIES EN BILBAO
Hotel Conde Duque (Paseo Campo Volantín, 22)
Siendo el actual anfitrión de Bilbaina Jazz Club, sede principal de su programación, conviene empezar la relación por este hotel que no destaca por su oferta gastronómica, pero brinda oportunidad de comer pintxos, menú del día y platos de carta en la cafetería restaurante Campo Volantín. Incluso puedes cocinar tú mismo en su txoko, dotado de cocina profesional y dos Smart TV de 75 pulgadas para ver de maravilla los partidos del Athletic. Ahí también ofrecen alubiadas y menús sidrería para cuadrillas con fundamento, de más de 20 personas.
Francis Ford (Barrainkua, 4)
La idea original de Ignacio del Campo cuando abrió las puertas de la pizzería Coppola era crear “un pizza & music”, y de hecho la música es ingrediente fundamental en esta casa. Así pues, no debe extrañar que tenga su espacio de lucimiento en Francis Ford, la pizzería hermana abierta en el local aledaño, pared con pared. La carta insiste en pizzas de carácter napolitano y alma romana, finas y crujientes, y en platos de pasta; quien quiera comer como El Padrino puede pedir espaguetis con bogavante o risotto de carabinero; y las cenas las ameniza cada miércoles un conjunto de jazz que incluye intérpretes de nivel como Javier Alzola, saxo de Fitipaldis, y Nacho Beltrán, infatigable baterista.
“Una ventaja de programar jazz es que hay que tener mucha jeta para tocar jazz si no eres un buen músico, por lo que la calidad está garantizada. Vienen musicazos, profesores de conservatorio”, relata Ignacio, quien encargó a Naiara Goikoetxea tres cuadros que reproducen las imágenes de un guitarrista, un pianista y un trompetista. “Cada vez que viene gente a mi casa me dice que creo un ambiente muy bueno, cálido, y lo único que hago es encender un par de velas y poner a Billie Holiday. Con esto lo que te quiero decir es que lo que aporta el jazz es ambiente, calidez, cultura y buen rollo”, resume Del Campo, quien aspira a sumar nuevas cenas musicales los jueves, ese día en clave ragtime.
Casa Leotta (Juan de Ajuriaguerra, 14)
Otro restaurante de raíz italiana que programa jazz con regularidad es Casa Leotta. En su caso son el crooner Saúl Santolaria y el pianista Diego Lasheras quienes actúan una vez al mes mientras la clientela da buena cuenta de una oferta gastronómica protagonizada por la pinsa. Ésta no es otra cosa que una pizza ovalada, gruesa y crujiente cuya base se elabora con tres harinas, de trigo, de soja (“mucho más digerible para el cuerpo humano”) y de arroz, ésta utilizada en la formación de la bola, el impasto, para generar el referido crujiente. Algunas incorporan cremas vegetales (calabaza, calabacín…) en lugar de queso (atento, vegano) y, ojo, que aquí los placeres no se circunscriben a lo que sale del horno, pues cada vez tienen más demanda ciertos platos de pasta.
“Lo que era una pinsería basada en el producto de la pinsa, se está igualando mucho en cocina. Ahora nuestro plato estrella es la pasta alle vongole, con almejas, que es cucina povera: ajo, peperoncino, perejil, buen producto y salsa de mar. Se está equilibrando mucho, hemos dejado de ser una pinsería con algo de relleno, unos aperitivos, una lasaña o lo que fuere”, celebra Álvaro González, responsable de Casa Leotta. Y se extiende al hablar de su vinculación con la música: “Cada vez que escucho jazz me imagino en un club de Manhattan, años cincuenta, lleno de humo, con olor a whisky y perfume. Gente bebiendo y comiendo mientras suena bebop jazz en el escenario. Cuando abrimos Casa Leotta, después de cumplir un sueño de ver cómo la gente disfrutaba de una gastronomía que tanto me gusta, me dije ‘el día que se toque jazz aquí, habré tocado el cielo’. Sé que no es lo mismo, no estamos en los años cincuenta, ni en Manhattan, pero jazz, bebida y comida son maridajes perfectos, tanto en boca como en oído”, reflexiona el emprendedor.
Jazz Cultural Theatre of Bilbao (Bertendona, 2; Bilbao)
No se te ocurra pensar en comer un menú del día en el Jazz Cultural Theatre of Bilbao, ni siquiera pidas un día cualquiera un vino, pues se trata de un centro de enseñanza, investigación y difusión del jazz fundado y dirigido por el pianista neoyorquino Joshua Edelman. Lo que pasa es que en ocasiones se lían la manta a la cabeza, organizan lo que llaman Jazz & Wine y en su estudio se funde la música en directo con la degustación de vino, pintxos y quesos artesanos de quitarse la txapela. Una oportunidad, anuncian, de “explorar los acordes del jazz, la cultura local, su comida y vinos en una tarde inolvidable”. El buen sabor está garantizado.
Granitos de arena
El jazz no es rentable, oigan, de lo contrario serían muchos más los establecimientos que apostarían por él, aunque solo fuera ánimo comercial. No obstante, aquí van unas pistas extra con más locales bilbaínos de distinto carácter, personalidad y entidad donde vivir el jazz de manera ocasional. Ya sabes aquello del granito de arena, y que grano a grano se hace granero.
En Gaico (Bertendona, 2) suena jazz de fondo y no debes descartar ver cualquier día al ‘vecino’ Joshua Edelman dando buena cuenta de su menú. El Residence Café (Barrainkua, 1), pequeño templo del whisky y del cocktail bien servido, se llena en ocasiones con las notas del piano de Rafa Aceves, quien ha grabado discos con Doctor Deseo, Atom Rhumba, Txema Murugarren, Rafa Rueda, Petti… La Ribera (Ribera, 20), en los bajos de nuestro querido mercado, se sigue anunciando como jazz-bar y alguna actuación programa. La Mula de Moscú (Alameda Rekalde, 15), que hace a todo (el café, la cerveza, el picoteo, el combinado, el cocktail), ameniza el aperitivo de los domingos con jazz. Y me soplan que fotografías de músicos de jazz decoran las paredes de Contrapunto (Loruri, 2).