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Entrevistas

“Me preocupan los gays homófobos, esos enfrascados en ser la perra que ladra más fuerte”

Cassandro El Exótico, la imagen de ZInegoak en este 2019

Cassandro El Exótico es un deportista que ha alcanzado los más altos honores en la lucha libre mexicana… vestido de mujer. Imagen de Zinegoak 2019, también presenta documental en el festival bilbaíno

Lucha libre, pero siempre con glamour y pluma
Cassandro El Exótico es un deportista que ha alcanzado los más altos honores en la lucha libre mexicana… vestido de mujer. Ejemplo de perseverancia en la reafirmación personal, es en este 2019 la imagen de Zinegoak, Festival de Cine y Artes Escénicas LGTBI+ de Bilbao. Además, presenta un documental sobre su (increíble) periplo en sección oficial. Hablamos con él

Hoy día 21 y el próximo 25 de febrero, Bilbao acoge la proyección de la película «Cassandro, The Exotico!«, un documental que, en hora y cuarto, narra las andanzas del mexicano (aunque estadounidense de nacimiento) Saúl Armendáriz (El Paso, Texas, 1970). Probablemente el nombre no te dice nada, ¿no? Pero si has paseado por las calles de Bizkaia estos días habrás visto el cartel anunciador de Zinegoak 2019, el 16º Festival Internacional de Cine y Artes Escénicas gaylesbitrans de Bilbao (certamen que cuenta con BI FM como medio colaborador). Un hombre con peinado a lo Farrah Fawcett, con su rímel y su maquillaje impecables, embutido en una malla-bañador de lycra naranja con grecas azules… Y perfectamente «tuckeado» (o sea, como actúan las drag queen, con los testículos escondidos allá donde estaban antes de alcanzar la pubertad y con el pene estirando entre las piernas y bien pegadito con cinta adhesiva). ¿Te ubicas ya?

Pues sí, ese es Saúl. Y lo verdaderamente extraño de su caso es que hasta este 2019 no haya llegado a nuestros oídos, por estos lares, su historia. Su historión. Una infancia entre Texas y Ciudad Juárez marcada por los abusos (de todo tipo), varias batallas contra las adicciones, fuertes tendencias suicidas… Y, por encima de todo, estatus de héroe (más que de simple campeón) de la lucha libre mexicana. Eso sí, siempre fuera del armario y siempre aliñado con fabulosos atuendos y glamurosos maquillajes. En un país, en una sociedad y en un deporte recalcitrantemente machistas y homófobos, Saúl (alias Cassando El Exótico) siempre ha sido quien ha querido ser y como ha querido ser. ¿Podía haber un icono más adecuado para encarnar el espíritu de Zinegoak 2019, que llega con el eslogan «El poder de la pluma»?

Cassandro El Exótico

Cassandro El Exótico, en la imagen de Zinegoak 2019

“Conocí a Marie Losier -cineasta francesa directora del documental que se podrá ver en Zinegoak 2019- en Los Angeles. Luego volvimos a coincidir en México y pudimos hablar con calma. Ella me dijo: ‘Tienes una vida muy dolorosa, llena de sangre, pero también con muchos logros, cambios y triunfos. Quiero hacer una película contigo; esto hay que contarlo”. Así de sencillamente explica Cassandro (al otro lado del teléfono desde Nueva Orleans, donde está siendo homenajeado en el famoso Mardi Gras) el germen de la película “Cassandro, The Exotico!”. Lo que decíamos, que tras Saúl hay un periplo que no podía dejar de ser contado. Marie Losier lo vio claro y puso sus cámaras tras él durante 4 años. Con todo ese material, alumbraba en 2018 una película que se prestrenó en el pasado Festival de Cannes, una cinta que se puede ver hoy (21 de febrero) en los Golem Alhóndiga de Bilbao (20 h.) y el lunes 25 en Bilbaoarte (19 h.), y que “no habla solo de mí, ni solo de lucha libre», dice Cassandro. «Habla de la vida”. ¡Y vaya vida!

“Cassandro, The Exotico!” arranca retratando “a un niño de barrio infeliz y muy dañado”, reconoce Saúl. Un niño tímido, cerrado, traumatizado, “abusado verbal, física, emocional y sexualmente”, que no contaba ni con el amor de su propio padre. “Sí tuve el apoyo incondicional de mi madre, que solo quería verme feliz. Pero mi padre nunca aceptó mi homosexualidad. Jamás me dio un abrazo, me felicitó un cumpleaños, me preguntó qué tal en la escuela… Lo odié por muchos años”, rememora. Pero lejos de dejarse hundir, el pequeño Saúl siempre se miró en el espejo de sus héroes de carne y hueso, los luchadores mexicanos (“y las luchadoras”, puntualiza). Sabía que podía ser uno de ellos, que “mi propia sanación y mi verdadero camino estaban en la lucha libre”. Sin cumplir los 15 años se enclaustró en el gimnasio. “Allí todo el mundo era agresivo conmigo, sabía que iba a tener que dar el doble o el triple que cualquier otro hombre para que me tomaran en serio”. Pero jamás se rindió. “No van a lograr correrme de este gimnasio”, se prometió. Y, efectivamente, hasta que no les partió a todos “su mandarina en gajos”, no se quedó conforme.

Descubierta la fuerza y el valor que él mismo no sabía que llevaba dentro, a los 18 años estaba preparado para arrancar una precoz carrera como luchador profesional. En aquel entonces, en Ciudad Juárez buscaban un “exótico”. La lucha mexicana se divide en “personajes”, dentro de esa parte de performance que le es intrínseca. Están los “técnicos” (los héroes, los moralmente correctos), los “rudos” (algo así como el villano antagonista tramposo, cuyo objetivo es ganarse el desprecio de la audiencia)… Y, claro, los “exóticos”, luchadores (la mayoría heterosexuales) que se presentan afeminados, travestidos y cuyo propósito es, básicamente, convertirse en objeto de mofa por parte del respetable, ya que ni siquiera compiten en las categorías estándar de este deporte. Saúl tragó con ser un “exótico” más en un primer momento, encarnando a uno de esos personajes “estigmatizados, vulgares, chuscos, que ni eran considerados luchadores de verdad».

Pero lo que fue logrando, en una carrera profesional que ya supera los 30 años, fue dignificar esa figura del “exótico” antes ridícula. “Yo no soy travesti, ni drag queen. Y lo que me define en el ring no es que sea gay. Yo soy deportista: mi punto fuerte es la lucha libre de verdad, lo que doy en el cuadrilátero. Y siempre quise que se me juzgara solo por eso. Tuve que demostrar a mis predecesores que era muy buen luchador ‘a pesar de’ ser exótico”. Y lo hizo sin renunciar jamás a su identidad. Es más, potenciándola. “Yo fui el primero en traer las medias, los trajes de baño, el maquillaje… al ring. Traje el glamur a la lucha mexicana”. No solo lo trajo, lo elevó al podio. Saúl fue el primer “exótico” en luchar por un campeonato mundial (y ni más ni menos que contra el hijo de El Santo -máxima leyenda en México-) y, en 1992, se convirtió en el primer “exótico” Campeón del Mundo. Un verdadero pionero, tanto en ese deporte como en los cambios en la cultura y la sociedad mexicana. Así, tan hiperbólico como suena. “Los aficionados a la lucha libre, y por extensión todo México, no estaban, en 1992, acostumbrados a ver a gente como nosotros, con identidades sexuales diferentes, como héroes. Mi triunfo cambió eso. El público siempre me quiso y me aclamó. Les encantaba lo que yo ofrecía”.

Pero, obviamente, nada fue tan fácil como el párrafo anterior podría dar a entender. “Sí, yo he picado mucha piedra”, bromea Saúl. “El camino no se iba abriendo solo. He sufrido muchas discriminaciones, rechazos… Pero jamás pensé en dejar la lucha libre. Nunca”. Aunque recula: “Bueno, en todo caso ahora, que he cumplido 49 años y mi cuerpo me empieza a gritar que no puede más”. Siete cirugías entre manos y piernas, varias placas y clavos en diversas extremidades, daño cervical, ocho hospitalizaciones por convulsiones cerebrales… Y, aún así, puntualiza: “Llevo bien el dolor físico, pero cuando ya me ataca también a lo emocional como ahora… La verdad es que ya no quiero lastimar más mi cuerpo. Prefiero dedicarme a entrenar a nuevos valores, ser un apoyo para ellos y regalarles lo que a mí nunca me regalaron”. Porque, aunque haya mucho camino aún por recorrer, los niños/as y jóvenes de 2019 sí tienen referentes diversos, con los que el pequeño Saúl de los años 80 en Ciudad Juárez no pudo ni soñar. “Yo solo me fijaba en mis abuelas, mi madre, Lady Di, Oprah Winfrey, la Madre Teresa de Calcuta… Como mucho, en Juan Gabriel”, reconoce.

Póster del documental "Cassandro The Exotico!"

Cartel del filme documental «Cassandro The Exotico!» (21 y 25 de febrero, en Zinegoak Bilbao)

Y, a pesar de todo, ni un ápice de rencor tras 30 años de lucha (tanto literal como figurada). “Yo siempre he querido ser parte de la solución, no del problema. Quiero pasar el mensaje a las nuevas generaciones, pero a través de la positividad y la buena ‘vibra’. Me he topado con muchos ‘matapasiones’ en la vida, y siempre he dicho: ‘a estos me los cargo yo, pero con amor’. Yo ya fui un alcohólico y drogadicto resentido, y eso no me llevó a ningún sitio. Ahora soy todo un señor a punto de cumplir los 50, en paz conmigo mismo, con mi familia y con Dios”. Porque la faceta espiritual sigue siendo fundamental para alguien que fue criado en el catolicismo más profundo. “Prefiero hablar de espiritualidad que de religión. La religión es para aquellos que tienen miedo de ir al infierno; la espiritualidad es para los que ya hemos vivido el infierno. Me sigo considerando católico, necesito vivir con la idea de un ente superior”. Y va más allá: “Ser gay es un regalo de Dios. De pequeño me decían que me iba a ir al infierno por cómo hablaba, vestía… Pero supe encontrar una espiritualidad sana. Y ahora siento que yo fui el escogido de Dios para pasar los golpes, lágrimas, sufrimientos y rechazos que pasé para llegar donde estoy. Ahora entiendo que Dios me usa como instrumento para que otros vean que pueden seguir mi camino».

Por muy iluminado que pueda sonar su discurso en este punto, lo cierto es que hasta los estamentos religiosos parecen darle la razón. En el pasado Festival de Cine de Mar del Plata, su documental, «Cassandro, The Exotico!», se alzó con el Premio Signis, el que entrega ni más ni menos que la comunidad católica. Su filme lo logró por, literalmente, “promover la espiritualidad». Pero, ¿cómo? ¿Sacerdotes premiando a un gay que trabaja vestido de mujer? “Creo que con ese premio hicieron toda una declaración de principios. Fue un paso adelante del catolicismo. Para ellos supuso, como mínimo, aceptar que nos toman en cuenta y nos reconocen como a cualquier otra persona, declarar al mundo que, por muy diversos que seamos, todos podemos tener nuestras creencias”, se congratula.

Cassandro El Exótico

Cassandro, en el ring // Facebook

Si hasta Dios nos ha aceptado, ¿qué siente que nos queda por hacer en la comunidad LGTBI+? ¿Está ya todo ganado? “Para nada. Y menos ahora mismo, tal y como está el panorama con la situación política en EE.UU., en Brasil… Tenemos que ser el ejemplo, tenemos que organizarnos más, pasar a la acción, a la política. Ahora es el momento, el mundo nos está observando. ¡Ah! ¡Y otra cosa!”, nos apunta, “también tenemos que querernos más entre nosotros. Me preocupan los homosexuales homófobos, criticones, envidiosos, enfrascados en esas guerras de ‘a ver quién es la perra que ladra más fuerte’. Hay que cuidarles y darles mucho amor para que abandonen el rencor. Ya tenemos a mucha gente en nuestra contra en el mundo, no podemos estar peleándonos entre nosotros”.

Y una última duda antes de despedirnos. Porque la madre de Saúl falleció, pero su padre, ¿también ha alcanzado la paz con esa figura que tanto dolor le generó de niño? “Con el tiempo me di cuenta de que solo era un pobre machista que venía muy dañado. No sé cómo lo criaron, pero no era un hombre de amor, no tenía herramientas, no sabía ser padre. Solo era un proveedor: traía comida y pagaba facturas. En 2010, cuando tuve mi primera fractura mayor, regresé de la cirugía y lo encontré allí. Él cargó conmigo como si yo fuera un niño, me llevó a casa en brazos. Desde entonces, mi papá es siempre el último hombre que veo cuando entro en quirófano y el primero que veo al salir. No hace más que decirme que me ama, que lo perdone, que él entonces no sabía cómo quererme… Ahora es el hombre al que más amo en la vida, el que me levanta cuando me caigo (llora)”.

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