BIFM
Entrevistas

Ramoncín: «Cuando se secuestra el gusto musical, ya no hay nada que hacer»

Entrevistamos al veterano artista, con 45 años de carrera. En Bilbao el 23 de febrero, antes de pasar por Barcelona, Santiago o Burgos.

Ramoncín
Entrevistamos al veterano artista, metido en mil y una historias, pero con 45 años de carrera en eso de la música. Responsable de temas inmortales como «Putney Bridge» u «Hormigón, mujeres y alcohol», actuará en Bilbao el próximo de 23 de febrero, antes de hacer lo propio en Barcelona, Santiago o Burgos

El próximo 23 de febrero volveremos a tener en Bilbao (Stage Live) a Ramoncín, ejemplo de artista renacentista metido en todas las salsas, y siempre cerca de la polémica, a veces muy a su pesar. Sin embargo, más allá de filias y fobias, lo que es innegable es que José Ramón Julio Márquez Martínez ha sabido gestionar a las mil maravillas una carrera musical de más de 45 años, en los que nunca se ha bajado del escenario, sin perder la esencia de los grandes rockeros de antaño, y manteniendo muy vivo un legado extraordinario de temas inmortales como «Putney Bridge», «Hormigón, mujeres y alcohol», «Como un susurro», y muchas más que, a buen seguro, no faltarán en el repertorio del concierto del Botxo.

Aprovechamos para charlar con él antes de esa actuación en la capital vizcaína y en el resto de ciudades que visitará en fechas próximas: Barcelona (Luz de Gas, 2 de marzo), Santiago de Compostela (Capitol, 16 de marzo), Burgos (Andén 56, 5 de abril), etc.

Para comenzar, ¿por qué has tardado tanto en volver a tocar a Bilbao?

La verdad es que ya hace demasiado desde la última vez, y te aseguro que no ha sido cosa mía, simplemente es que no nos hemos organizado. Pero al final, ya nos hemos puesto serios y había que ir a Bilbao, sí o sí. Tengo recuerdos maravillosos de las veces que he estado, cuando llenamos La Casilla, o la Plaza Nueva en un concierto en fiestas que fue tremendo, y que tengo grabado; también recuerdo algún bolo raro, allí arriba, en el parque de atracciones, que era verano, pero hacía un día de invierno, llovía a mares y no había nadie… los conciertos son un mundo en que siempre hay que estar dispuesto a darlo todo en las condiciones que sea. Pero sí, de Bilbao tengo grandísimos recuerdos, muchos amigos y momentos muy especiales, que espero que podamos recordar cuando estemos allí el 23 de febrero.

Porque Euskal Herria siempre ha sido una plaza importante en tu carrera, tal y como se puede apreciar en varias partes del ya mítico ‘Al límite, vivo y salvaje’, o en el directo de 1984 en el Anaitasuna, ¿no?

Siempre, desde el primer momento, cuando en el 78 andábamos intentando dar los primeros conciertos, y la gente hablaba de este “bicho raro” y de aquellos infundios de que si me meaba en el escenario, y todo eso. En Navarra nos pasaron varias cosas, primero íbamos a tocar en los San Fermines, y fue el año que se suspendieron por el asesinato de Germán Rodríguez, volvimos al “txikito” en septiembre y fue tremendo; además, en Euskadi, hicimos conciertos de “Martxa eta borroka”… siempre pasaban cosas, pero lo más importante es que había un momento en que tenías que decidir, y comprometerte a entender la manera de pensar y de ser de la gente, y cuando tú tomas esa actitud, dejas de ser Ramoncín y te conviertes en “Ramontxu”, y eso es algo muy bonito.

Hablamos de unos años en que mostrar una ikurriña era casi un acto de rebeldía, mira tú qué absurdo, porque es la bandera de Euskadi, ¿qué problema hay con esto? Y luego, si Mick Jagger sale envuelto en una bandera de España no pasaba nada, y eso es algo que, por cierto, no se ha resuelto todavía, ¿eh? Pero, como te decía, yo sólo tengo palabras de agradecimiento a todo lo que me ha dado Euskadi, y por eso llegué incluso a grabar en euskera «Hormigón mujeres y alcohol».

¿No te parece increíble que, en pleno siglo XXI, todavía sigamos con esas guerras de banderas?

Yo creo que el mayor problema lo tenemos con la bandera de España, que ya históricamente, no tiene sentido, porque es un símbolo que eligió Carlos III porque la cruz de San Juan no se veía desde lejos en los mares; posteriormente se cambia en la República, luego de nuevo en la Dictadura, y en la Democracia se quita el “pollo” y resulta que deja de ser algo de todos y la lleva quien la lleva. Yo lo siento mucho, es una cosa que me duele, porque me gustaría vivir en la república confederada de la Península Ibérica, con Baleares y Canarias, por supuesto, y si se quiere apuntar Andorra, cojonudo…

Lo que quiero decir es que yo me siento un ciudadano universal, pero aquí hay un problema muy grande, porque si unos que tienen una idea muy concreta, se apropian de un símbolo, al resto ese símbolo le va a dar completamente igual. Por eso acabamos eligiendo la bandera de nuestra comunidad autónoma, o la de nuestra ciudad, y en mi caso, a mí me gusta mucho más la de la Comunidad de Madrid, con las siete estrellas y el fondo rojo que la española… ¿qué le voy a hacer?

Centrándonos en tus conciertos, ¿qué es lo que buscas a la hora de montar la banda que te va a acompañar en directo?

Yo he tenido siempre bandas extraordinarias porque nunca me han gustado los pistoleros, y detecto a los mercenarios al momento. Tocar una canción para alguien que domina la técnica no es difícil, lo difícil es interpretarla y actuar con ella. Eso es algo que siempre he tenido presente, y por eso siempre me han dicho que verme en directo es la hostia, pero es algo que he ido aprendiendo, y cada vez he sido más consciente de ello, y he hecho todo lo posible y me he esforzado para cantar cada vez mejor y para tener más registros. A la vez, siempre he buscado bandas que estuvieran pegadas a mí, y no que un día estuvieran conmigo, y al día siguiente con otra u otro artista, que es algo que, por supuesto, no critico, porque cada uno puede hacer lo que quiera. Pero, cuando yo he visto que la cosa no funcionaba, o que no nos entendíamos, he cambiado la banda.

¿Es el directo lo más importante que hay en la música?

El escenario es un elemento vivo que algunos naturalizamos, y, para mí, el barrio es mi patria, y el escenario es el vientre materno, es el lugar donde más cómodo me siento; pero es algo que tiene que formar parte de ti, salir a tocar no puede ser un día más en la oficina, tienes que conseguir que lo que vas a dar lo entiendan y lo interpreten los demás, si no siempre va a ser algo frío, quizá tocado de manera correcta, pero sin alma y sin sentimiento.

A lo largo de tu carrera, te hemos visto como presentador, actor, colaborador en programas de actualidad… pero lo que nunca has dejado de hacer es tocar. ¿Es la música lo único imprescindible para ti?

De hecho, es lo único que he hecho todo el tiempo, paré un poco en 1992, después de haber hecho doce discos en diez años… algo que podía haber sido el final, habernos secado y terminar, pero ahí seguimos. Y con todo lo demás que hago, me aplico siempre concienzudamente. El ‘tocho cheli’ es el diccionario de jergas más extenso en ninguna lengua conocida, y en ese momento hice seguidos varios libros, porque me dediqué mucho tiempo a la escritura, sin abandonar la música.

Ramoncín

Ramoncín

Este verano he hecho teatro musical en la obra «Los Titanes», que estrenamos en el festival internacional de teatro clásico de Mérida… casi nada, pues cuando tú dices que sí a un proyecto así, no puedes hacerlo como un entretenimiento, tienes que pensarlo mucho, porque lo tienes que tener muy preparado; y cuando me siento en un programa a dar mi opinión y a analizar el panorama social o político, me entero muy bien del tema que vamos a hablar y digo lo que pienso… eso sí, con total libertad, porque yo no voy detrás de ninguna cabecera ni de ningún partido político, yo me represento sólo a mí mismo, con todas las consecuencias, y eso también tiene sus riesgos.

Precisamente, te quería preguntar por «Los Titanes». ¿Hay mucha diferencia entre hacer un concierto y actuar en un musical?

El teatro musical tiene mucho que ver con lo que hacemos normalmente los músicos en directo, sobre todo en mi caso, que siempre he sido muy teatral en el escenario, pero lo que tiene el teatro es un momento, o varios, en los que la gente aplaude o se ríe, y un final en el que deciden cuánto tiempo va a aplaudir, si se van a levantar, a jalearte… en los conciertos, en cambio, la reacción del público es instantánea, cuentas “1, 2, 3, 4 ¡vamos!”, y según reconocen la canción, hay una reacción, y tú ya ves si les gusta… esas cosas que ves en los conciertos no las ves en el teatro, donde ya no eres el reloj que maneja todos los mecanismos, sino que sólo eres una parte, porque hay un director, un director de escena, un escritor… no lo puedes controlar todo.

Desde 2011, cuando sacaste «Cuando el diablo canta», no has publicado material nuevo. ¿No te atrae la situación actual de la industria?

En mi caso no tiene nada que ver con eso, sino que durante estos años he pensado que no tenía nada que aportar. Nosotros, en su momento, sufrimos una sobreexplotación porque, como te comentaba antes, grabábamos prácticamente un disco por año; de hecho, cuando grabé el directo en el 90, hice cuentas y me di cuenta de que tenía más discos que años llevaba en la música. Así que, paré un tiempo, y gracias a eso, existe «Miedo a soñar», que, desde mi punto de vista, es un discazo… especialmente el tema que da nombre al disco, que sería el que elegiría, si me dijeran que sólo puede quedar sobre el planeta una canción mía.

Posteriormente, hago la Cover Band para reivindicar la música de bandas totalmente imprescindibles de nuestro país, y luego, como tú dices, «Cuando el diablo canta», en 2011. Y ahora, de nuevo tengo la necesidad de escribir cosas nuevas, porque veo que estoy en un buen momento para mí aunque, curiosamente, no sea el mejor momento para el rock o para la música grabada; así que es muy probable que este año haya noticias importantes.

¿En ningún momento, en este tiempo, te planteaste hacer eso, que está tan en boga ahora, de sacar canciones sueltas o videoclips, para seguir estando presente?

Hay una parte del negocio que hay que entender, y si decides sacar un single con un videoclip, en mi caso tiene que estar respaldado por un disco, por una obra completa. El problema es que ahora mismo, el concepto fundamental en el arte para los jóvenes son entre seis y ocho segundos, y si en ese tiempo no les interesa, ya no les va a interesar. Es algo muy penoso, porque según esta teoría, no existiría «Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band», «The Dark Side of the Moon», «Jimi Hendrix Experience»… ¿y qué decir de «Hamlet» o «Casablanca»? Como yo soy contrario a eso, no espero que nadie que me juzgue en ocho segundos, escuche una canción mía, pero es que no me interesan en absoluto, y por eso, lo que tengo que hacer es trabajar para el resto, no para alguien que está en las antípodas musicales de lo que yo propongo.

¿Crees que todavía hay futuro para el rock y la música de guitarras, más allá de lo que nos muestran los grandes medios?

Es que ahí está la clave del asunto, porque cuando se secuestra el gusto musical, ya no hay nada que hacer, y las radiofórmulas que más se escuchan llevan mucho tiempo haciendo esto. Si tú coges una lista de éxitos de 1978 de Los 40 Principales, allí estábamos desde Serrat hasta Jaume Sisa, los Beatles, Lola Flores, Ramoncín… sonaba de todo, y la gente elegía lo que más le gustaba; Ahora ya hace mucho tiempo que esas listas dependen sólo de lo que tiene éxito, y se pone lo que menos molesta. Por suerte, todavía hay emisoras como Rock FM donde, aunque tengan una rueda de canciones limitada, hay programas especiales y entrevistas, y aparece gente que sabe de lo que habla como el «Rodri» (Rodrigo Contreras), el tío Romero (Mariskal Romero), El Pirata… y luego estáis vosotros, porque esta entrevista no me la van a hacer en Los 40 (risas).

Personalmente, ¿notas en tus conciertos el relevo generacional?

Lo que veo es que, después de cada actuación, hay un cierto eco que se va transmitiendo y que influye positivamente en los siguientes bolos. Y cuando a la gente le llega eso, al final viene el que hace mucho que no te ve, el que no te ha visto nunca, otro al que le lleva un primo o un hermano, o incluso su madre… y es fundamental ganar a esas nuevas generaciones, en la medida que sea posible, porque es muy difícil luchar contra un mundo de pantallas que ya está ahí… y sobre todo contra esa inmediatez, porque ya no es que vengan a verme a mí, sino que ¿a cuántos jóvenes vas a convencer para que lean «Hamlet»?, ¡y no digamos ya «El Quijote»! A mí es que me preocuparía mucho pasar por este mundo e irme sin haber leído a Shakespeare, a Kipling, a los clásicos españoles, o la literatura americana, o sin haber visto «Casablanca», o «Blade Runner», o sin haber oído a Yes, Pink Floyd, Springsteen, John Mellencamp, Neil Young… y de todos esos, hay unos que son mis favoritos y otros no, pero los he disfrutado a todos, y eso es lo importante.

Volviendo a tus directos, supongo que con tantos “grandes éxitos”, será complicado elegir los temas que van a formar parte del setlist en cada bolo ¿no?

Con esta banda tenemos 50 temas preparados, y al diseñar los setlist, casi siempre hay temas de todos los discos, para elegir en función del tiempo que tengas, y de la reacción del público en cada momento; a veces, también hay alguna que toco porque me apetece a mí, sin saber si va a gustar más o menos, porque quiero que me presten atención, algo que todavía es posible en recintos pequeños y medianos.
Yo hace tiempo que ya no voy a recintos grandes, porque no estoy dispuesto a llegar a un sitio en el que, entre el escenario y las vallas, a veces hay doce metros… y encima con un montón de gente con el teléfono levantado grabando otra pantalla, o dando la espalda a la banda para sacarse selfies, que es lo peor. Grábate, si quieres, medio temita para poner en las redes, saca una foto al principio, pero ya está, disfruta del concierto, respeta al músico, y no molestes.

¿Crees que todas estas actitudes son consecuencia de la “burbuja festivalera” que, actualmente, estamos viviendo?

Yo lo que pienso es que muchos promotores y bandas deberían tomar conciencia de que, a veces, 100 personas es mejor que 100.000, y, si no entienden esto, están muertos. Hay muchos grupos, sobre todo del indie, que han vivido y van a seguir viviendo de los festivales, que en muchos casos les han convertido en grandes estrellas, y eso les permite después llenar otros recintos; pero es que hay otros a los que les llevan allí, les hacen la foto en el escenario con 60.000 personas delante, pero nadie les dice que esas personas no han ido a verlos a ellos… Así que ahora a ver si tú solito eres capaz de vender 300 entradas para tocar en una sala y, a partir de ahí, veremos si eres artista, si vas a crecer, si vas a tener éxito o si te vas a quedar en nada.

Concierto de Ramoncín en Bilbao (2024)

Para terminar, una curiosidad relacionada con lo que hablábamos antes del setlist: ¿Sigues tocando en directo «Marica de terciopelo», o ha podido contigo la autocensura?

Hay días que sí, y otros que no, ¡sólo faltaba! A mí nadie me va a decir lo que puedo tocar y lo que no, porque yo ya pasé la censura hace más de 40 años, cuando me jugaba que llegara la Autoridad, y me prohibiera los conciertos, algo que por cierto, me ocurrió varias veces. Y ahora se ponen a cuestionar, precisamente, «Marica de terciopelo», que es una reivindicación del derecho de las personas a decidir su opción sexual… ¿sólo porque digo la palabra “marica”? ¿Qué me estás contando?

Y tampoco voy a dejar de cantar «Canciones desnudas» porque digo “estoy loco por comerte el chochito, o el culito”, cuando los niños están escuchando a Bad Bunny decir que te va a meter tres dedos en el “toto” y que te va a dar por donde haces pipí y por donde haces popó… y no me lo estoy inventando, esa es la letra, para que los padres sepan lo que oyen sus hijos. Ahora todos callan con esas letras del reggaetón, que son machistas y vejatorias, y me vas a decir que no puedo cantar «Marica de terciopelo» o que Hombres G no pueden cantar «Sufre mamón»… ¡Venga ya! Vamos a centrarnos un poco y, como decía Tierno Galván, “el que no esté colocao, que se coloque… y al loro”.

Arriba