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Kutxa Kultur Festibala

Crónica y fotos del Kutxa Kultur Festibala 2014: Los Planetas, Reptile Youth, The Wombats, Lori Meyers…

Lucía Astrain, Germán Castañeda y Asier Rodríguez estuvieron en el decadente pero mágico Parque de Atracciones de Igeldo para vivir la tercera edición del Kutxa Kultur Festibala. Con fotos de Lucía Astrain, nos cuentan todo lo acontecido en lo alto del monte: del éxitazo de Lori Meyers al preciosismo de Jacco Gardner, pasando por el sempiterno tirón de Los Planetas o los ritmos bailongos de Reptile Youth


Lucía Astrain, Germán Castañeda y Asier Rodríguez estuvieron en el decadente pero mágico Parque de Atracciones de Igeldo para vivir la tercera edición del Kutxa Kultur Festibala. Con fotos de Lucía Astrain, nos cuentan todo lo acontecido en lo alto del monte: del éxitazo de Lori Meyers al preciosismo de Jacco Gardner, pasando por el sempiterno tirón de Los Planetas o los ritmos bailongos de Reptile Youth


 

El Kutxa Kultur Festibala es el evento perfecto para los amantes de festivales: un formato limitado, un cartel de amplio espectro y una exquisita ubicación. El parque de atracciones en lo alto del Monte Igeldo (con sus inmejorables vistas tanto sobre el litoral como sobre la donostiarra Bahía de La Concha), acogía el fin de semana del 5 y 6 de septiembre la tercera edición de un certamen que logra convertir en mágico un vetusto entorno (muchas de las atracciones datan de cuando se inauguró el recinto, en 1912, y no parecen haber sido puestas al día ni con un simple lavado de cara). La Montaña Suiza (su trazado es tan sencillo que no llega a rusa), el Río Misterioso, las barcas, los Cosmicar… se mantienen abiertos durante las dos jornadas (y no son pocos los festivaleros que se animan a montarse), sirviendo de inesperado marco para los dos escenarios (frente a uno de ellos permanece la «Parada de ponys» –en este caso vacía, que los pobres animalicos sí descansan durante el festival), a los que se suma un tercero rodante en lo alto de un autobús y una terraza con djs. Todo ello trufado de tómbolas (sí, sí, puedes probar puntería echando unos tiros con las carabinas o medir tu fuerza con el típico mazo de feria) y de puestos de viandas más infantiles que festivaleras (palomitas, manzanas caramelizadas, gofres…). Un recinto, por cierto (y no queremos quedarnos sin decir esto) del que te permiten salir y entrar a tu libre albedrío y cuantas veces desees aunque no tengas bono completo. A ver si toman nota todos los demás festivales, siempre tendentes a obligar a consumir dentro a los que solo tienen entrada de día.

 

Y todo esto en un tamaño casi casi «de bolsillo», que permite que uno pueda tomarse unas cervezas con unos The Pains Of Being Pure At Heart recién bajados del escenario o incluso prescindir del móvil –damos fe, que nos quedamos enseguida sin batería–, porque en cuanto te das un par de vueltas por el recinto ya te cruzas varias veces con todos los presentes. Por no hablar de la ausencia de colas en baños y barras, o de los puestos de comida. Sí, sí, comida, de la de verdad. No hablamos de los desgraciadamente habituales sucedáneos festivaleros… ¡Si hasta hay un horno de leña (real) que hace pizzas al momento!

 

En cuanto a lo puramente musical, la cita la abrieron los locales Grises el viernes 5, que repetían después de la previa al festival que habían protagonizado con su acústico la tarde anterior en el centro de Donostia. A esta nueva cita acudían de nuevo con su «Animal» (Octubre/Sony Music, 2014) bajo el brazo, pero en una versión enchufada y mucho más cañera.

 

sean nicholas savage kutxa kultur 2014Sean Nicholas Savage // Lucía Astrain

 

Poco después sobre el mismo escenario (el principal, ubicado en el parking del parque de atracciones), los londinenses Toy intentaban aportar oscuridad a una hora quizá demasiado luminosa para ellos… Para más inri, resultaron demasiado lineales y les faltó gancho. Menos mal que en otro escenario (el mediano, el de la mencionada parada de ponys) y desde el polo opuesto a los Toy, elevaba el nivel el cantautor de Montreal Sean Nicholas Savage. Salía descalzo a escena (quizá un guiño a su música, que remite a la calidez de los suelos enmoquetados) y con la sonrisa de quien disfruta de la ocasión. Él sí convenció. Su delicadeza y sus notas de sabor retro encandilaron desde el primer tema. Las canciones de su «Bermuda Waterfall» (Arbutus Records, 2014) sonaban casi tan coloridas como las camisas de la banda. La cosa pintaba tan tan bien, que dolía tener que abandonarlos para llegar, de vuelta al escenario grande, al comienzo de los Lori Meyers (foto a la izquierda bajo estas líneas).

 

lori meyers kutxa kultur 2014Pero es que si había alguien capaz de hacer vibrar el llamado Escenario Keler en la jornada del viernes, eran ellos. Los granadinos (de «granaínos» iba la cosa, ya que al día siguientes serían Los Planetas las grandes estrellas del mismo escenario) saben lo que hacen y repasan los grandes temas de todos los discos de su carrera sin que ninguno se le escape al público. Lo más parecido a un veni, vidi, vici. Llegar y… ¡al bolsillo! Todos ganados para la causa y convencidos de que ese era el concierto del día.

 

Tras ellos, era el turno de los Wombats, que no consiguieron llegar al nivel de efectividad y maestría de quienes les antecedieron. Con saltos y piruetas, el bajista de la banda de Liverpool intentaba contagiar en los presentes el movimiento rítmico y, finalmente, sí lograba arrancar algunos coros. El momento álgido llegaría con «Let’s Dance To Joy Division«, pero aun así, no alcanzaron el «vaya conciertazo» incontestable y generalizado que lograron los granadinos.

 

Al día siguiente, el sábado 6, llegamos a Igeldo a una hora y con un sol que animaban más a la siesta o a aprovechar las playas donostiarras. Así que Gose abría el escenario grande con 12 personas de público (literal) que, encima, ni nos atrevíamos a acercarnos ante semejante estampa. Pero el trío de Mondragón ni pestañeó ante el inmenso y desolado parking. Profesionalidad, actitud y temple ante todo. Inés nos fue saludando (¡grupo por grupo!) con un «Arratsalde on!» mientras su sencilla pero efectiva escenografía (tres stores de leds que no perdían su gracia por ser de día) se ponía en marcha. Y los tres se entregaron a su música: bases electrónicas pregrabadas, Osoron a la batería electrónica con su brazo escayolado (podrán gustar más o menos pero es innegable que a estos chicos no les detiene nada), Iñaki a la guitarra bien encuerado en negro (y, suponemos, convertido en sauna andante) e Inés lanzando proclamas en euskera. Porque, según ellos, la revolución no será televisada, sino bailada. Y eso hicieron, incitarnos al baile con su techno-rock con corazón de romería euskaldun: trikitixa y pandereta sobre bases a más de 120 bpm. «Hil da Europa«, «Renato«, «Ezetz«… Tiraron de clásicos, ya que hace tiempo que no editan material nuevo (ahora mismo lo están grabando, por cierto). Y aunque la voz de Inés siempre se quede corta, sus ganas parecen suplirlo todo. Si hasta agarró la triki y se bajó del escenario para cantarnos «a la cara». Allí estuvimos haciéndole corrillo para descubrir que, como por arte de magia, ya no éramos 10 sino unos 200 los congregados. Olé por Gose.

 

«¡Putos hippies!», nos gritó Iñigo Cabezafuego nada más comenzar su concierto. Aunque luego nos aclararía que es cosa de su madre, que cuando dice hippie quiere decir hipster, lo cierto es que sus pintas (¡esa melena afro!) y las de sus colegas (batería y violinista), eran más propias del Woodstock del 69 que del Monte Igeldo del siglo XXI… A eso de las 17:30 le tocaba estrenar el escenario más peculiar y simpático del festival: el autobús Red Bull. Y también el más jodido para los músicos, por eso de tener que tocar en lo alto del vehículo a varios metros sobre el público. O eso al menos opinaba el navarro (una especie de cruce entre Captain Beefheart y Señor Chinarro, con la retranca de un Javier Krahe pasado de trippis), que sin embargo le encontró el lado positivo a su atalaya: «Acabo de ver pasar a Florent (Los Planetas) y vaya calva que se le ve. Eso no se cura. Eso es terminal ya«. Y es que con Cabezafuego no hay desperdicio. Ni en las socarronas letras de sus temas de regusto vintage, ni mucho menos en los parlamentos entre canción y canción. Nos regaló perlas como: «Este tema se llama «Meteorito» y os lo dedico a todos los hijos de puta que metéis más de 8 horas» o «Aquí detrás está un amigo mío. Que sepáis que un aplauso suyo vale más que todos los vuestros«. En resumen, el concierto más marciano y divertido del festival. Sin duda. Los pocos afortunados que lo disfrutamos (los Columpio Asesino incluidos) despedimos a Cabezafuego con una sonrisa de oreja a oreja. Y con muchas ganas de que llegue ya su inminente disco debut en solitario tras sus periplos en otras bandas (Atom Rhumba, Half Foot Outside, Los Separatistas…). Se llamará «Camina conmigo» (Folc Records/Happy Place) y sale en octubre. Síganle la pista.

 

pains of being pure kutxa kultur 2014The Pains Of Being Pure At Heart // Lucía Astrain

 

Cambio total de tercio con The Pains Of Being Pure At Heart, que volvían a Euskadi a cerrar una gira europea que arrancaban precisamente en el MAZ Basauri (festival coorganizado por esta casa) el pasado mayo. En aquella ocasión no solo estrenaban en directo su reciente «Days Of Abandon» (Fierce Panda/Yebo Music, 2014) sino que presentaron su nueva formación, con Jessica Weiss como teclista. Y tal y como ya habían hecho cuatro meses antes en el Social Antzokia de Basauri, en Igeldo se repitió el esquema: muchos de sus nuevos temas, algunos hits pasados y una demostración más de que la banda ha entrado en la madurez musical tras su abrupto salto al estrellato indie hace unos años (recordemos que en Donostia ya habían estado en plena Zurriola dentro del Jazzaldia, en un escenario de muchísimo mayor aforo).

 

Los Perro se subieron a lo alto del autobús que hacía las veces de tercer escenario con sus dos baterías y sus dos voces (que son además guitarra y bajo). Y desde el mismo comienzo empezó el baile de papeles y las infinitas combinaciones: dos baterías + dos guitarras, batería + sintetizador + guitarra + bajo, dos baterías + teclado + guitarra… No paran. Y siempre atinando en la ejecución. Con ese esquema de banda en permanente intercambio de papeles, el cuarteto murciano se explayó en su «Tiene bacalao, tiene melodía» (Miel de Moscas/Gran Sol, 2013) que tantas alegrías les está dando. Directo contundente (apoyado en las dos baterías y las dos voces), letras desenfadadas y divertidas, y un rock con personalidad que se pega a la planta de los pies. Todo eso, y no es poco dada su juventud, ofrecen Perro en directo.

 

columpio asesino kutxa kultur 2014Quizá el fuerte de El Columpio Asesino sean los discos y no los directos. Pero es un placer verlos sobre el escenario derrochando actitud. Cristina (cantante y guitarra, en la foto de la derecha) no para: se contonea, se entrega, hace poses, susurra al micro… Incluso un poco demasiado de postal rockera, pero nos gusta. Comenzaron el concierto como los más valientes, tocando las canciones de su nuevo album, «Ballenas muertas en San Sebastián» (Mushroom Pillow, 2014). Y eso que, como confesaban a bi fm en el pasado Bilbao BBK Live, son bien conscientes de que la mayoría de gente que se acerca a verlos solo les conoce por «Toro«. Pero el escenario grande del festival estaba abarrotado y el público aguantó el reto con facilidad. Y es que este nuevo disco de los navarros, que prácticamente se tocaron de pe a pa, se defiende solo. Y más cuando casi casi juegan en casa. Después llegaron los hits y la gente feliz. Valor seguro y asegurado. Unas horas antes Cabezafuego decía que de este Kutxa Kultur solo merecía la pena él mismo y los navarros. Vale, se pasó un rato, pero ambos conciertos fueron, sin duda, de lo mejor del día.

 

Y mientras eso ocurría en el escenario grande, tras una pequeña puerta casi oculta en un pasadizo, se estaba fraguando una de las sorpresas del festival. Los Kokoshca iban a tocar a las 20:30 en el llamado Teatro Abandonado, una de las atracciones del encantadoramente decadente parque de Igeldo. Es lo que tiene la ubicación elegida, que permite estas deliciosas frikadas (como poder gozar como niños en los autos de choque, por ejemplo). Se había anunciado que el aforo del misterioso teatro era reducidísimo, pero fueron muchos los avezados que se acercaron a hacer cola y, con ello, convirtieron en misión imposible lo de conseguir una plaza en la pequeña soirée que allí se estaba cociendo. Solo dos horas después la banda repetiría experiencia con idéntico resultado: imposible acceder por aforo completo. Es la espinita que se nos queda de este Kutxa Kultur…

 

Reptile Youth, el dúo danés formado por Mads (voz) y Esben (bajo), se presenta como quinteto en directo. Y es precisamente viéndolos en vivo cuando se entiende por qué con solo dos discos y dos años de carrera, se ha hablado tanto de ellos. Lo suyo es un post-punk pasado por la batidora de la electrónica y descaradamente enfocado a la pista de baile. Y vaya si consiguen que la gente mueva el esqueleto en sus energizantes directos. Mads, al que apodaremos el rey del crowdsurfing (con eso quedado todo dicho), es una especie de Bono con el baile de San Vito y al estilo hooligan, que tan pronto se quita la camiseta (recordando a una versión de dos metros de Iggy -la iguana- Pop, nótese el fino hilado entre iguana y Reptile Youth…) como salta y se convulsiona en el escenario contagiando su frenesí. Ya nos habían convencido un día antes en el Ebrovisión de Miranda de Ebro, pero solo 24 horas después, volvían a recordarnos por qué nos gusta tanto asistir a conciertos.

 

reptile youth kutxa kultur 2014Reptile Youth // Lucía Astrain

 

Y mientras en el escenario principal tenía lugar la transición técnica y escenográfica de los Reptile Youth a Los Planetas, en el ubicado justo entre tómbolas, puestos de dulces, coches de choque y tiovivos, salía a escena Jacco Gardner. Otro danés, pero en el polo opuesto a los Reptile. Un multi-instrumentista que factura un suave pop psicodélico de aires barrocos. No parcía ni el momento ni el lugar para eso, pero Gardner y su banda consiguieron que lo fuera. Con su música fueron construyendo una mágica burbuja imaginaria que consiguió envolver a una minoría que en ese momento no aprovechábamos para saciar necesidades más primarias (fisiológicas, alimentarias o alcohólicas) y nos dejábamos cautivar por su virtuosismo impecable. ¿Se puede crear la mágica ilusión de la intimidad en medio de un parque de atracciones plagado de gente? Se puede.

 

Los Planetas arrancaban su concierto a lomos del trote giróvago de «Los poetas«, tema del que es su último disco hasta la fecha («Una ópera egipcia«, Octubre/Sony Music, 2010). Mientras escuchábamos sus hipnóticos y coránicos versos, uno se acordaba de los también proféticos versos de Cabezafuego unas horas antes: «Dónde vas ya con cuarenta y tantos / Y en primera fila de un concierto de Chinarro / Llorando y suspirando«. Cambia Chinarro por Planetas y ahí nos tienes a quienes escribimos esto, flipando una vez más con la más cósmica agrupación de Granada.

 

Luego dirán que el euskera es difícil, pero el «granaíno» de un Jota especialmente locuaz e ininteligible durante esta gira alimenticia que se han sacado del anillo de Saturno, a nosotros nos suena absolutamente marciano. Y al resto de la audiencia también. Solo faltaban enormes signos de interrogación luminosos sobrevolando al público cada vez que se arrimaba al micro entre canción y canción. Aun así, se pudo descifrar que le dedicaban una siempre emotiva y poderosa «Toxicosmos» a Pablo San Martín, el llorado bajista de los donostiarras La Buena Vida. Y también otra dedicatoria a la audiencia y al entorno maravillosamente decadente que nos rodeaba, en la canción que cerró el set antes de los bises (cómo no, «Pesadilla en el parque de atracciones«).

 

Segundo concierto que catamos de esta gira de celebración del 21 aniversario de su primer disco. ¿O será de los 16 años de su OBRA con mayúsculas, «Una semana en el motor de un autobús» (RCA-BMG, 1998)? También se cumplen cuatro años de la publicación de su último disco, y eso, quieras o no, tiene que doler en el bolsillo planetero. Pero a estas alturas de la historia, cualquier razón es buena para un concierto suyo. Y es que Los Planetas de hoy, a punto de que se les queden demasiado jóvenes para sus blancos cabellos algunas de esas letras de desamor indie tan universales, son un seguro de calidad y de canto general. Atrás quedaron los tiempos «pimiento de padrón», en los que un concierto picaba de gusto y el otro era un desastre. Estos Planetas, más profesionales, más alimenticios quizá, demuestran un amor y cuidado por su público que se agradece. Porque Los Planetas se han hecho mayores; pero para bien. Son ahora una máquina engrasada de psicodelia flamenca en la primera mitad de sus shows y una colección de hitazos indies en la más celebrada segunda parte final. Ya como casi siempre: conciertazo.


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