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Las 5 historias y las 5 moralejas de los «Parásitos» de Robert Levine en BIME Pro

Licenciado en Ciencias Políticas de formación, periodista de profesión (Billboard), escritor (Vanity Fair, Rolling Stone, New York Times) y conocedor del actual panorama de los derechos de autor en Internet que conecta a empresas, usuarios, artistas, gobiernos, mercados y un sinfín de intereses e interesados. Él es Robert Levine. Un artículo de Jon Villapún

 

Robert Levine, una de las figuras más interesantes que ha pasado por BIME Pro, ha ofrecido una charla de una hora de duración para descubrir las caras ocultas -aunque cada vez menos ocultas- de grandes empresas que promueven la supresión de los derechos de autor, criticar a los parásitos que se aprovechan de una situación en stand-by sin regular y defender el mercado cultural y a su proveedores que no son otros que los autores. Todo esto y más está recogido en su ensayo titulado «Parásitos» («Free Ride»).

A lo largo de la ponencia, Levine ha utilizado diferentes historias para explicar su «contra-narrativa» que sirve para elevar el debate a un nivel superior y poner algo de racionalidad en lo que se prevé como una de las principales guerras entre empresas en Internet. Ya que es imposible contar las historias con todo el detalle, nombres y apellidos como las cuenta Levine, las hemos resumido y hemos extraído lo fundamental intentado acercarnos lo máximo posible al autor.

 

EN NEW YORK NADA ES GRATUITO

Dos amigos -uno de ellos podría ser el mismo Levine- entran a un bar en Nueva York. El ambiente festivo del bar les convence para que se queden y se toman unas cervezas. El barman deja una pizza encima de la barra. Los dos amigos, ya sumergidos dentro del ambiente festivo del bar, se miran entre si y piensan que la pizza es para ellos, pero otra persona les dice: «¡Eh! ¡La pizza es para nosotros, que estamos de celebración!». Resulta que los que estaban de celebración eran una empresa que sacaba beneficio del trabajo de los autores, pero sin pagar por ello. «En Nueva York nada es gratis», les dijeron a los dos amigos, que cogieron la pizza y salieron corriendo del bar mientras decían: «Nos habéis robando nuestro dinero» y ellos les robaron la pizza. Con esta anécdota, Levine lleva a la realidad en un bar algo muy habitual a día de hoy: entrar en web, descargar un contenido, pero el beneficio se lo lleva el intermediario.

Moraleja: Los parásitos han transformado el mercado cultural en el no-mercado cultural, ya que los autores desaparecen de la ecuación.

 

UN MEJOR FUTURO SIN DOT COM, THE PIRATE BAY… Y ¿GOOGLE O AMAZON?

Una de las frases que Levine ha repetido en más de una ocasión y con la que ha dado por concluida la charla tras responder varias preguntas del público ha sido: «Un mejor futuro es ir contra Pirate Bay o perseguir a gente como (Kim) Dot Com«. En palabras de Levine, plataformas como The Pirate Bay o Megaupload han conseguido ganar mucho dinero gracias al trabajo de terceros y nunca han respetado los derechos de autor.

Sin embargo, el futuro mejor de Levine también contempla cambios en las mayors como Google, «que no solo es un buscador, también es uno de los mayores distribuidores del mundo junto a Amazon«. Estas empresas son las principales impulsoras de que no se ejerzan los derechos de autor, aunque esto no significa que Google o Amazon estén incurriendo en ilegalidades como fue el caso Megaupload, sino que «los intereses del copyright y los de Google no van de la mano. Google no gana nada con el copyright que cobran los autores, no lucha en pro de los derechos de autor y por eso tenemos que cogerlos con pinzas».

Levine ha enlazado este punto con los conceptos profesional y amateur, «dos conceptos que cada vez se distinguen menos». Ejemplo: cualquiera puede tener en su casa los programas del estudio de Abbey Road de Londres, pero para conseguir un buen resultado hay que contar con un buen técnico de sonido, productor o músico. Estas empresas no son productoras, sino que son distribuidoras y no se preocupan por el autor, por eso llevan un discurso disfrazado de libertad que dice «ya no hay derechos de autor, eso ha quedado atrás. Ahora todo el mundo es autor, es libre de publicar y de compartir».

Moraleja: Por un parte, «en Dinamarca han bloqueado The Pirate Bay y el país sigue funcionando. No ha pasado nada, la gente lo ha entendido y la vida sigue»; y por la otra, «Google y Amazon son distribuidoras, no productoras, por eso les interesa borrar la línea entre amateur y profesional, y catalogar a todos como autores».

 

«CERVANTES FUE COMO METALLICA»

Levine comparó al clásico escritor Miguel de Cervantes con la banda Metallica, «mi profesor de literatura me mataría por decir esto». La comparación ha comenzado así: Cervantes escribió El Quijote. Años después alguien intentó escribir una continuación de El Quijote utilizando los mismos personajes, pero los derechos de autor de Cervantes lo impedían.

El caso es que Cervantes no quería ir en contra de sus lectores -a pesar de que algunos hubiesen adquirido la continuación de El Quijote, ignorando los derechos de autor del escritor-, al igual que, a día de hoy, Metallica no quiere ir en contra de sus fans, a pesar de que descarguen su música de forma ilegal, sino que Metallica gestiona sus propias ediciones (álbumes, videoclips, películas…) de forma integral, incluidos los propios derechos de autor.

Levine no comparte esta postura que adoptan una mayoría de autores de eximir de toda culpa a sus fans -es decir, usuario de la red de redes- y aboga «por multar con poca cantidad de dinero -algo similar a las multas de tráfico- a los usuarios que descarguen contenidos de forma ilegal que no respeten los derechos de autor». Ha lamentado las multas millonarias que se han puesto a ciertas personas como castigos ejemplares de cara a la galería, pero que no buscan solucionar el problema.

Moraleja: El problema es el parásito que está en medio de la cadena de producción que se lucra a costa de las obras de otros.

 

LOS QUE VENDEN ENTRADAS Y LOS QUE VENDEN PALOMITAS

En su juventud, Robert Levine trabajó de taquillero en un cine. Vendía las entradas a ocho euros y se ocupaba de abrir las puertas para que los espectadores pudieran acceder a la sala. Un día empezó a meter a sus amigos por la puerta de atrás y les cobraba cinco euros, en vez de ocho. Ese dinero no era para su jefe, sino que era para él. Con el tiempo, empezó a convencer e involucrar a otros trabajadores del cine para que supiesen lo que hacía él y así que todos fuesen parte de esta trampa. Hizo esto durante tres años. Levine preguntaba al final de su historia si nos parece que él fue una mala persona. Su auto-respuesta fue afirmativa.

Años después, se ha dado cuenta de que perjudicó a una parte -la industria del cine, los autores, las salas de cine- y beneficio a otra -las empresas de tecnología que también son las que venden las palomitas-, ya que cuanta más gente entraba en el cine, más palomitas y refrescos se compraban.

Moraleja: Las empresas tecnológicas -que venden palomitas- se han lucrado aprovechando el negocio ilegal del «todo gratis» para vender sus productos (memorias externas, nubes online/offline, grabadoras), mientras los autores -los que venden tickets- no han ejercido sus derechos de autor.

 

EL DIABLO SE ESCONDE EN LA LETRA PEQUEÑA DE LOS CREATIVE COMMONS

Desde el público le han pedido su opinión sobre los Creative Commons. Levine ha comenzado crítico: solo uno de los quince creadores de la compañía Creative Commons es autor, el resto son activistas contra el copyright y gente que proviene de la empresa. Y en la siguiente frase ya ha atado cabos: «La mujer del viceconsejero de Creative Commons es la suegra de uno de los fundadores de Google«.

En dos frases ha dejado patas arriba una de las vías más comunes para registrar derechos de autor que en su día fue calificada como anti-copyright o, al menos, como una vía para registrar los derechos y evitar que las grandes empresas explotasen al autor. A pesar de estas dos afirmaciones rotundas, Levine ha incidido en que es una buena idea ofrecer diferentes licencias de derechos de autor, tal y como hace Creative Commons.

Sin embargo, ha terminado su exposición sobre los Creative Commons planteando una duda que se esconde en la interpretación que cada uno haga de la letra pequeña de los contratos: «Mucha gente registra sus obras con licencias Creative Commons y cede su contenido para que pueda ser utilizado de forma no comercial, por ejemplo, una canción y su videoclip. Pero para Creative Commons poner un videoclip en YouTube no es darle un uso comercial, ya que YouTube no pondrá publicidad sobre tu videoclip. Sin embargo, ceder un contenido a una de las empresas más grande del mundo… ¿eso es uso no comercial?».

Moraleja: Nunca vendas los derechos de autor para siempre, sea Creative Commons o sea por contrato con una editorial, y cuidado con la letra pequeña: las interpretaciones y las utilizaciones que se hacen de ella siempre llevan al lado del diablo.

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