Luis Benavides firma la crónica del concierto de Royal Republic y Kopek celebrado en la capital catalana el 18 de octubre de 2012. Actitud, tablas, cervezas, apretones de mano, firmas de discos y muchas muestras de cariño
Los suecos Royal Republic no son precisamente archiconocidos en la ciudad de Barcelona. Un mayúsculo pinchazo sobrevolaba toda la tarde de jueves la sala Apolo 2, cubierta de unos nubarrones que a la salida dejarían cuatro gotas. Pero algo me decía que la colonia sueca salvaría el bolo de esta boy band del Rock’n’Roll. ¡Menuda pesadilla! ¡Toda la sala llena de rubias y esbeltas suecas! ¿Os imagináis? Pero no, lamentablemente, me equivoqué. En todo. Ni la taquilla fue un descalabro ni asomaron las suecas de Erasmus en nuestra ciudad de postal.
En un primer momento, la sala presentaba un aspecto rácano pero acogedor, con unas treinta personas pegadas al escenario. Y aunque esa debería ser la normalidad, la verdad es que tanta predisposición al desparrame con los teloneros me llamó la atención. ¡Ah! La mayoría, irlandeses, seguidores de unos teloneros, Kopek, que fueron la pequeña gran sorpresa de la noche. Su menudo frontman, con una voz casi tan grande como sus rastas, comandó un trío efectivo, sencillo y machacón, que arrancó los primeros aplausos de la noche. Entre el rock alternativo noventero y el AOR de siempre. Entretenidos. Sin más.
Los teloneros Kopek
Los Royal Republic se tomaron su tiempo para subir al escenario. Y empezaron fuertes con «Save The Nation«, el tema que abre y da nombre a su último trabajo hasta la fecha. A partir de aquí, durante casi 40 minutos de reloj, no pararon, en un derroche de energía y precisión que últimamente echo de menos. Y es que, uno a uno, los temas sonaban clavados al disco, y la puesta en escena acompañaba con la chulería que exigen las letras macarrillas del disco.
Con «Addictive» en acústico, y con toda la banda cantando como tenores, el potente punk rock de los suecos tomaba el camino del entretenimiento en una Apolo con medio aforo pero muy entregado. Guiños a Metallica en un par de cortes, y al «Summer of 69» de Bryan Adams en otro son solo dos ejemplos. «Llevamos casi 15 conciertos en esta gira, y vosotros sois el mejor público«, decía su cantante, Adam Grahn, después de un singalong del respetable que le pilló a contrapié. Porque no era peloteo. En su anterior concierto, me confirman, apenas había 20 personas.
En serio, los de Malmö son tan jodidamente buenos y guaperas, tan perfectos, que me repugnan. Especialmente el cantante y guitarra, Adam Grahn, un señor jefe sobrado de actitud y tablas, capaz de robarle todas las novias a Danko Jones. La banda no es manca tampoco, y su buen estado de forma debería avergonzar a los (creo) sobrevalorados The Hives.
Royal Republic, tramando algo
La recta final, a pesar de los parones y las coñas, no tuvo desperdicio con temazos como «Be My Baby» o la gamberra «I Don’t Wanna Go Out«. Y para rematar la faena, Adam y compañía tenían reservadas tres bombas de relojería como «Tommy Gun«, «Underwear» y su último single, «Everybody Wants to be an Astronaut«. La gente disfrutaba, y mucho. Y ellos, como señal de agradecimiento, alargaron el concierto con un par de temas. A destacar, una versión abreviada del «Ace of Spades» de Motörhead con el bajista ejerciendo con nota de Lemmy Kilmister antes de poner el punto y final con esa carta de presentación llamada «We Are The Royal»
Con la camiseta empapada y una sonrisa de oreja a oreja, Grahn y compañía mataron la noche entre cervezas, numerosos apretones de mano, firmas de discos y otras muestras de cariño del público barcelonés. No merecen menos. Sus Majestades son muy grandes. Esta noche de viernes tocarán en Madrid (sala Moby Dick).
