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Bilbao BBK Live

Monos árticos, flores y villanos en el monte bilbaíno

Crónica de Bilbao BBK Live 2023, días 6, 7 y 8 de julio en Kobetamendi con Arctic Monkeys, Florence + The Machine, Phoenix, Pavement, Arca…

Arctic Monkeys // David Mars
El de Kobetamendi es un festival tan ecléctico que la parroquia roquera local sentencia en las redes cosas como «el festival para la gente a la que no le gusta el rock», pero el bailongo y hortera que esto escribe matizaría: «para quienes no solo les gusta el rock». Dentro crónica de Bilbao BBK Live 2023

Es un festival curioso Bilbao BBK Live. Con unos inicios más cercanos al rock pero también cajón de sastre del estilo, con bandas difícilmente agrupables en la misma pileta, con los años se jugó la baza del eclecticismo, apostando por incluir también otras músicas con tirón, algunas comerciales y otras de prestigio musical. Y con los años, abriéndose a todo ese mundillo que se denominó «new normal» o músicas urbanas, ya que era la forma más directa de bajar la edad media del público asistente.

Así,  el que ve el vaso medio vacío siempre se fijará en esa banda comercial horrible de nuevo «indie» o en ese artista que hace esa música del demonio -vade retro, reggaeton- mientras que el que quiera ver el vaso medio lleno, mirará la totalidad del cartel, no solo las letras grandes, y verá que en las zonas medias y en la letra pequeña hay nombres reseñados con la máxima puntuación en las revistas especializadas.

Como, además, la ubicación del evento es en un monte cercano a la villa y no en el entorno urbano, exige cierta predisposición, por lo que la cuestión todos los años es subir a la montaña o no subir. No entraremos aquí en la polémica de si asistir o no por las características de los festivales como «macroeventos capitalistas», barbaridades haylas, pero, ¿más que en eventos deportivos profesionales, grandes conciertos de un solo artista o en los centros de nuestras ciudades? Cada cual tendrá su opinión y su parte de razón.

Basta de cháchara, y al lío.

JUEVES 6 DE JULIO

Tras un largo trayecto en un bus de la red local, llegamos al monte Kobetas a las seis de la tarde a tiempo de ver a los granadinos Colectivo Da Silva. Su receta de pop desenfadado y vacilón con ritmo marcado pero pausado suena bien pero quizás le falta guindilla y pimienta. El joven público que en buen número se congrega en el escenario Txiki corea «After» o «Bolitas» y lo pasa bien. Cambio de tercio con un semi desconocido australiano, Ry X, que se ha infiltrado en vena cual suero la discografía de Bon Iver. Adorna su pretendida intensidad emocional con beats electrónicos que le permitirían sonar cool en las rebajas de Zara. Más difícil lo tendría Villano Antillano, pero la artista trans no tiene filtros y sí descaro y mensaje sobre poderosos ritmos que van del hip hop al trap pasando por el reggaeton. Un corto chaparrón le ayuda a llenar a reventar la carpa y cuando escampa no se va nadie.

Colectivo Da Silva // David Mars

Toca abrevar, con nueva subida de precio y el vaso de cerveza de 400 ml a cinco lereles. No hace mucho calor, así que se podrá «gestionar razonablemente», me dice una colega sin creérselo ni ella misma. Vamos en busca de la épica más grande que la vida de Florence + The Machine. Viste una especie de bata poncho azul celeste y va descalza, lleva una nutrida banda, pero hay que verla desde lejos porque en las pantallas solo sale ella.

La primera mitad del concierto es más contenida con varias baladas que aprovecha para bajar al foso y acariciar la mejilla y cantarle al oído a un emocionado chico con flores en el pelo, lo repite con otro chico, también lloroso y con flores en el pelo -el look oficial de sus fans-. Hacia el final aparecen los tambores y sus subidones vocales y, si tuviéramos caballos, armaduras y espadas bajaríamos del monte al galope para conquistar Bilbao a ritmo de «Shake It Out», pero solo tenemos un vaso de plástico retornable y nos vamos a ver a Playback Maracas. El trío catalán hace una atractiva mezcla de música electrónica vintage, con krautrock y psicodelia todo con instrumentos reales. En «San Juan» cuentan con el vocalista Quentin Gas, que sube la temperatura un grado más. Buen bolo.

Florence + The Machine // David Mars

Aunque uno haya visto numerosas veces en directo a los Chemical Brothers y su modelo de directo no haya cambiado nada, hay que decir que siempre cuentan con efectivos temas de su último y recientes discos que refrescan repertorio y que hacen muy bien lo suyo, son unos clásicos en el buen sentido y el apoteósico final con «Galvanize» y «Block Rockin’ Beats» dejan la pista de discoteca que es la campa del escenario Nagusia con sudor y los brazos en alto.

Chemical Brothers // David Mars

Otro de los nuevos nombres que aporta misterio e imprevisibilidad es el de la venezolana artista queer afincada en Barcelona, Arca. Inicia su set como una alocada DJ, mezclando temas antiguos de música tecno, con ritmos latinos y ocasionales llamadas a animar al público. A los cuarenta minutos se decide a salir de detrás de la mesa, tacones de aguja y corpiño de látex mostrando muslamen en plan dominatrix, se pone con sus temas «Prada» y «Tiro» entre otras, veinte minutos en los que hace la croqueta por las tablas, se pone a cuatro patas de espaldas al público, ya me entendéis, suelta provocaciones y cuando le indican que quedan cinco minutos vuelve a la mesa para terminar pinchando. Curioso.

Discutimos si ir a la delegación de Mefistófeles en la tierra, el escenario Basoa, el mal atrae, pero queda mucha tela que cortar estos días y hay que bajar del monte, cruzando Masustegi para coger el metro dentro de treinta minutos. Ya habrá tiempo de adentrarse en el bosque.

VIERNES 7 DE JULIO

Como por edad uno ya se despierta antes de tiempo, aunque tenga sueño, aprovechamos para bajar al Arenal a mediodía para ver a los siempre geniales Hidrogenesse. Problemas técnicos retrasan el show, que pese a no contar con los originales visuales llevan a buen puerto tocando todos sus hits. Vemos un poco a Los Fresones Rebeldes, pero el plato de espaguetis y la siesta nos llaman como las sirenas a Ulises y salimos pitando.

A las seis y media ya estamos a la solana del escenario grande para ver a Albany, que, pese a problemas técnicos ajenos a ella y al calor, ofrece un buen concierto con fraseos claros para esas buenas letras suyas sobre ritmos de sad trap.

Albany // David Mars

Si al aire libre la temperatura es alta, la carpa con tejado a dos aguas de lona transparente es un invernadero donde unos pocos valientes maduran rápidamente como tomates de pera mientras otros ven desde fuera. El que no madura es Ben Yart. Cierto que las condiciones no eran buenas y que por fallos técnicos no disponía de autotune, de lo que se quejó amargamente todo la actuación. Empezó en clave rock fumeta con swing, con guitarra y batería, y justo en la cuarta, cuando el DJ soltó «No sé k me pasa» de su banda Chill Mafia y la gente la empezó a cantar en masa, empezó la locura, se bajó del escenario para pedir latas de cerveza para el público y mandó parar el tema a gritos. A partir de ahí no terminó ninguna canción sin dar indicaciones a músicos y a control y poca música. Cerró medio bien el vodevil con un «Barriobajero» con guitarra eléctrica.

Ben Yart // David Mars

Pese a los sold outs del Wizink y el Palau Sant Jordi, Duki solo llenó la mitad del espacio de Nagusia, el escenario principal. El rapero argentino dio muestras de buena voz, buen flow y presencia escénica y sonó mejor en modo hip hop como en «Rockstar 2.0» y la colabo con Bizarrap («Vol. 50») que con el grupo de heavy metal acompañante, que dotaba de fuerza, pero restaba claridad y precisión a los beats.

Duki // David Mars

En modo diva sofisticada, pero con sentido del humor, sedujo Róisin Murphy al numeroso público de su bolo. Arropada por una buena y solvente banda, su disco funk soulero resultó de lo más orgánico, acordándose incluso del «Sing It Back» de su anterior grupo, Moloko.

Róisin Murphy // David Mars

Todo el prestigio de Pavement y su condición de grupo seminal del indie rock poco visto por estos lares les concede la cabeza de cartel, pero no el lleno de un público que prefiere escapar al tecno del Basoa o al folk electrónico con toques new age de Baiuca, en cuyo show no cabe un alfiler. Aquí uno que se reconoce anglófilo musicalmente no ve color. Stephen Malkmus sigue impecable en guitarra y voz y sus inmortales temas siguen brillando. El final con «Range Life» le humedeció los ojos a más de uno.

Pasamos por la zona de comida. Este año han alquilado el espacio exterior de la Cervecera Kobetas, incluidas sus mesas corridas. Se agolpa un montón de gente en los puestos, con poco orden, así que hay que buscar el stand con la cola más corta y rezar. Al final, un bocata de panceta, que está rica, pero con el pan tirando a chicloso. ¿Cuánto pagaríais por eso? Yo, no mucho, pero allí, con el estómago vacío y sin haber cenado, a las dos de la mañana pagué 10 euros (¡!), como el resto de incautos.

El cruce de house y synth pop con french touch de los galos The Blaze sí es de fácil aceptación de todo el mundo y el Nagusia se vuelve a llenar en modo discoteca con toque melancólico, pero sin ir a profundidades ni complejidades. Su buena caligrafía no se sale de las líneas ni para bien, ni para mal. Para no desmontar la bola de espejos, pasamos a curiosear por Basoa, donde la británica Sherelle sube el pitch a ritmo de rave. Bailamos un rato, pero preferimos seguir haciéndolo a un ritmo más aceptable a nuestra edad de la mano del fino Jamie XX, cuya actuación fue prácticamente un set de DJ en que intercala sus temas con otros ajenos cual sesión de club. El momento más coreable masivamente su «Loud places», con la voz enlatada de su compañera de banda Romy (de The XX, para los despistados), a quien vimos aquí en esta misma tesitura un año atrás.

Jamie XX // David Mars

El monte está que arde, son las cuatro y media de la mañana y es buen momento para soltar la bomba de humo y escapar sin mirar atrás ladera abajo.

SÁBADO 8 DE JULIO

Para el último día no hay mejor idea que quedar en cuadrilla, ir a comer al Río Oja, en el Casco Viejo, unas raciones de caracoles, callos, morros y pil pil con abundante vino y txakolí; y de café torero, sin Tour ni siesta mediante, subir a la cima vizcaína a por la última descarga. Susto o muerte.

El primer concierto, Rojuu en el Nagusia, rema a favor de corriente, entre el trap y el R&B y el atemporal pop de guitarras de temazos como «Nezuko» o «Umi», que levantan al más pintado. Además, él es un animador nato y recibe el refuerzo de Akira al segundo micro para incitar al público a abrir círculos y hacer pogo.

Rojuu // David Mars

Más calmada, la andaluza Judeline comienza con banda cual Sade con acento flamenco y se va adentrando en aguas más modernas con «En el cielo» que el joven público se sabe. Bien pinta la niña.

Ganan partidos sin bajar del autobús y cuando bajan ya arrasan. Hablamos de Cala Vento, que pese a las numerosas visitas a la villa siempre salen a hombros. Esta vez, demostrando que sus accesibles temas nuevos tienen tanta pegada como sus clásicos, que Aleix puede hacer en euskera la parte de Gorka Arbizu (Berri Txarrak) en «Passar pantalla», que aciertan llamando a Julen de Vulk para el solo de «Ferrari» y que se han ganado el derecho a tocar por primera vez un tema con música pregrabada, «Conmigo», que fue el cierre.

Monos árticos… y osos panda // David Mars

Abarrotada la carpa con 070 Shake, sus melodías brillan, pero salir a escena sola, sin ni siquiera un DJ, y empeñarse en animar constantemente al público restan emoción a lo suyo, que en disco la tiene.

Quizás el concierto con la campa del escenario grande más hasta arriba que nadie haya contemplado sea el de los Arctic Monkeys. Gran expectación, y Alex Turner en traje y repeinado a lo crooner en modo líder total no decepcionó a los suyos. Quizás en un tono más comedido y menos desmelenado que en sus inicios, obviamente, pero repasando todos sus hits. El concierto de esta edición del festival, sin duda.

Arctic Monkeys // David Mars

Medalla de plata u oro ex aequo, según el oyente, el de los ingleses Idles. Más tensos que los cables del puente colgante, suenan amenazantes y peligrosos y pusieron a todo el mundo a poguear con «I’m Scum» o «Danny Nedelko». Tremendo.

Final de fiesta con dos veteranos de la escena electrónica, ambos con una hora de retraso. Los noruegos Röyksopp acentuando la parte bailable de su disco-synth pop melódico y los británicos Leftfield en buena forma con su dub ecléctico con gruesos bajos bailables y el MC Cheshire Cat, que de alguna manera trae a la memoria a los Happy Mondays.

Solo queda pasar por el Basoa por marcar la casilla de que estuvimos allí, bailar un rato al son de los elegantes ritmos de John Talabot y, como con toda la energía corporal chupada por los vampiros, dejarse rodar como un barril de madera cuesta abajo hasta casa, desconectar teléfonos y el «no molestar» en la puerta. El año que viene, Dios dirá.

El llenazo del sábado // David Mars

Bilbao BBK Live 2024 se celebrará los días 11, 12 y 13 de julio. Más información en www.bilbaobbklive.com.

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