Columnista, bloguero, actor, colaborador de televisión, crítico televisivo y de moda, guionista y «Maricón perdido», como la serie así titulada y que narra su vida, Roberto Enríquez se decanta por su faceta de «escritor», siempre con el humor por bandera. Solo así podría entenderse su paso por Ja!, el Festival Internacional de Literatura y Arte con Humor de Bilbao y su «vitalismo recalcitrante» ante asuntos como la esclerosis múltiple que padece
“Adicto” a los bollos de mantequilla aunque no le convenga el gluten (“pero un día es un día”) y fan del Museo de Bellas Artes (que es “excepcional”), Bob Pop acaba de visitar Bilbao para participar en Ja!, el Festival Internacional de Literatura y Arte con Humor, que este año ha alcanzado su 12ª edición contando con una treintena de escritores, cómicos, cineastas, actores, periodistas y otros «agitadores», en palabras de sus organizadores.
Y, aunque muchos no sepan que su verdadero nombre es Roberto Enríquez y que su lugar de nacimiento fue Madrid y no algún punto de Catalunya, su rostro, su obra y su discurso sí que son ciertamente populares, toda vez que sus apariciones televisivas (TVE, LaSexta, Movistar+) se han hecho más habituales en los últimos años. En la actualidad, de hecho, es colaborador y subdirector del programa ‘Late Motiv’ de Andreu Buenafuente, donde recientemente confesó que padecía esclerosis múltiple.
Colaborador también de numerosos medios escritos (La Marea, Mongolia, Vogue, Vanity Fair, Lecturas, 20 Minutos, Público) y radiofónicos (Onda Cero, Cadena SER), también es el autor de la novela «Mansos» (Caballo de Troya), reeditada este mismo año (Alfaguara), y del ensayo «Cuando haces Bop ya no hay stop» (Temas de hoy).
Pero es la serie «Maricón perdido», la cual ha creado, escrito y protagonizado, tal y como podemos ver en TNT España, la que le ha traído a Euskadi, así que aprovechamos su visita para preguntarle por ella… y por todo lo demás, claro.
Columnista, bloguero, actor, colaborador de televisión, crítico televisivo y de moda, guionista, escritor. Cuántas cosas. ¿Con cuál te quedas?
Con escritor, que es lo que me gustaría ser de mayor. El resto de cosas las hago desde la escritura, realmente.
Aparte de todo eso, «persona humana», que diría alguno… y maricón perdido. ¿Hasta qué punto te ha marcado esa condición?
Hasta muchos puntos. Me ha marcado a la hora de concebir la ficción, porque ya desde pequeño, como niño y adolescente marica de mi época, tenía que ocultar quien era para evitar el rechazo y crear una personalidad que pudiera ser aceptada. Cierta soledad, cierto silencio… tuve que suplirlos con lecturas, con cine… hay un montón de cosas, desde los márgenes que se nos impusieron a los integrantes del colectivo LGTBIQ+, que nos han marcado como lo que somos.
Muchas personas del colectivo se dedican a las artes…
Son un refugio, en muchas ocasiones, un antídoto para esa soledad que decía antes. Y surge también de la necesidad de obtener una voz propia, porque, cuando durante mucho tiempo de tu vida has tenido que estar silenciado, es muy importante crear algo que lleve tu discurso. La escritura, por ejemplo, es algo que puedes hacer en soledad, de manera casi clandestina.
Llevas la autoficción al límite, hasta interpretándote a ti mismo. ¿Qué porcentaje de realidad y qué porcentaje de ficción hay en “Maricón perdido”?
El mismo que hay en mi vida. ¿Cuántas cosas interpretamos que vivimos de un modo igual o completamente distinto a como lo vivimos? En la vida de todos hay un componente de autoficción mental impuesto. Hay cosas que soportamos porque le ponemos el filtro de la ficción, o porque sabemos que vamos a poder contarlo. Hay situaciones de dolor o de tedio absoluto que no aguantaríamos si no supiéramos que podemos salirnos y verlo desde fuera de nosotros. La autoficción para mí no es esa cosa onanista y autocomplaciente, sino esa posibilidad, crítica, de verte desde fuera y contarte a ti mismo.
En todo caso, el espectador asume que la serie es tu vida. ¿Te genera pudor verla ahora, una vez hecha?
No, no me ha dado ningún tipo de pudor. Yo quería contar una historia, una historia que nos representa a muches, en la que lo hacía utilizando material propio. Eso no implica que todo lo que cuente me desvele a mí, pero tampoco me importaría que así fuera. Lo que he contado de mí es quien soy yo y es una forma de eliminar barreras y de dejar las cosas claras. Lo que no quería era que se me malinterpretase o se me tratase como quien no soy. Por ser “maricón perdido”, hay un tiempo de tu vida en que te tratan no como eres sino como quien proyectas que eres, de modo que la serie era un ejercicio a modo de “este soy yo, aquí estoy y haced con esto lo que queráis”.
¿Ha cambiado en algo la forma en que la gente se relaciona contigo ahora que, ateniéndonos a la serie, todos conocemos todas tus intimidades y vicisitudes?
He recibido muchísimo cariño. Y estoy muy contento porque creo que la historia que contaba se ha entendido muy bien. La gente de mi entorno, que ya me conocía, pues no se ha sorprendido, pero mucha gente que no conozco, gente de la calle, de las redes, de los eventos… me ha mostrado un cariño que agradezco constantemente.
Hace poco decías en televisión, con Almodóvar y Buenafuente presentes, que tenías “el umbral del dolor muy alto y el umbral del amor muy bajo”. En la serie dan ganas de abrazar al Bob Pop que vemos en pantalla. ¿Eres tan entrañable y encantador como él, entonces?
Yo quiero creer que sí. Yo intento serlo, también porque hace todo mucho más fácil. Si consigo ser lo encantador que me gustaría, es solo por egoísmo, eh, porque hace que todo fluya, que todo sea más sencillo y que las cosas se compliquen menos. Es una voluntad que tengo, una intención sobre todo de no hacerle a la gente la vida más difícil de lo que ya es, más si es gente cercana o con la que tengo un vínculo emocional. Pero creo que soy un tío majo. Soy muy de abrazar y de que me abracen. Además, creo que abrazo muy bien.
La relación con los padres, aunque sólo sea una de las muchas aristas, es tremenda. ¿Realmente temías tú, el Bob Pop real de niño, que tu madre te envenenara?
Sí, era un temor que yo tenía. Era un miedo real. En la serie, el personaje de mi madre, que interpreta como una diosa Candela Peña, parte de la memoria de mis miedos infantiles y de la imagen que yo proyectaba de esa señora que era mi madre. Si mi madre viera la serie, que ni la ha visto ni lo piensa hacer, seguramente diría “pero qué injusto es esto” y seguramente sea verdad, pero yo quería transmitir cómo la veía yo, con esa mezcla de miedo, fascinación, necesidad de atención, todo eso.
A pesar de las duras experiencias que relata la serie (y de estridencias como el personaje de Candela Peña), el tono y la sensación que transmiten todos los capítulos es de una serenidad absoluta conseguidísima. ¿Es ese el estado vital que has conseguido alcanzar tras todo lo vivido: la serenidad?
Creo que sí. Era lo que quería transmitir al espectador, que, aunque hubiera elementos duros, que no se sintiera expulsado, sino en un lugar acogedor. Que si me acompañaban, que si me cogían de la mano, todo iba a salir bien, dentro de lo razonable. Tiene que ver con la serenidad que dan también mis 50 años, yo no sé cómo habría quedado esta serie si la hubiese hecho hace 20 años. Hay muchas cosas que he aprendido a digerir, a soportar e incluso a mirar en la distancia con una sonrisa.
Antes he nombrado a Almodóvar, a quien tú citas con la frase “los días que me levanto con un solo dolor, soy ateo”. ¿Con cuántos dolores te has levantado hoy y en qué crees ahora mismo?
Me he levantado con mis dolores de siempre, más alguno de propina, como de costumbre, pero que según avanza el día se va y te vas acostumbrando… y creo en la amistad, en el amor, en las cosas bonitas, que para eso soy muy ñoño. Creo en los afectos. Y en sentir que soy muy afortunado al haber creado una familia elegida que me quiere y cuida tan bien.
Hablando de Almodóvar, ¿cuánto bebe la serie de su cine?
Esta es un poco como la pregunta de la realidad y la ficción. ¿Cuánto ha bebido mi narrativa, mi forma de ver las cosas, mi modo de contar historias de su cine? Pues muchísimo. Yo quería ser muy explícito con mi homenaje y mi gratitud, porque hay que dar las gracias a la gente que nos enseña a contarnos.
¿Dirías que eres optimista o, al menos, vitalista recalcitrante?
Vitalista recalcitrante. El optimismo implica una visión de futuro que yo ahora no me permito. Así que soy muy de vivir el día a día y de hacerlo lo mejor posible. Vitalista recalcitrante me parece una etiqueta estupenda.
¿El humor te ha salvado la vida? ¿O al menos te la hace soportable?
Constantemente. Me ha salvado la vida y ha salvado a quienes me rodean de evitar aburrirse como una ostra con la narración de mis penas. El humor me ha servido para contar cosas igual de importantes, pero mucho más divertidas.
Hay gente que es humorista, que es cómica… pero que hace chistes mediante un costumbrismo lleno de lugares comunes. Tú entretienes y diviertes… partiendo de argumentos y de hechos que son incómodos para algunos y dolorosos para muchos. Eso tiene un mérito especial…
Es que me parece muy divertido. Mi juguete favorito es mi cabeza, estoy todo el rato con runrún y me divierte mucho buscar otros puntos de vista, otras perspectivas, para contar las cosas y explicarlas con un poco de gracia. Hay una frase de los diarios de la poeta argentina Alejandra Pizarnik en la que dice “mi humor, ese gran encubridor”. Yo creo que mi humor también me ha encubierto en muchas ocasiones, me ha tapado, pero también me ha servido para sacarle punta a cosas que me apetecía sacar en la conversación. Además, es un poco como lo de Mary Poppins de “con un poco de azúcar esa píldora que os dan”, porque ayuda a que entre mejor. De otro modo, hay cosas que parecerían aburridas, elevadas, densas… pero que así resultan accesibles. Intento además entregárselas a quien me ve o escucha para que luego juegue con ellas. El humor sirve para empaquetar un juguete envenenado. Me da igual que después la gente piense que tengo razón o que no la tengo, eso me da igual, pero sí me divierte que pueda introducir elementos nuevos en su discurso, en su programación mental, que diga “qué gracia, a esto no había pensado que pudiera dársele la vuelta y verlo así”.
Pizarnik no tuvo una vida fácil y tuvo una muerte trágica. No sé si reconforta, en cierto modo, no sentirse solo en las penas al ver que, personas de tanto talento y que uno puede llegar a idolatrar, no han tenido una existencia idílica, precisamente.
Bueno, ja, ja, resultaría un poco cruel pensar “bueno, total, los demás están peor que yo”, pero sí que es interesante contar con la referencia de esas personas que han resuelto pasajes de su vida con la escritura, el pensamiento, la creación, el humor… es una buena posibilidad, también para darse cuenta de que no hay que estar todo el tiempo apenado. A mí la tristeza me paraliza, necesito hacer cosas todo el tiempo. Cuanto más contento estoy, más cosas hago. Intento estar lo más contento posible, para poder trabajar mucho.
Pues con el montón de cosas que haces, tienes que estar muy feliz…
Sí, la verdad, no me quejo de nada.
Venga, la pregunta política: Cuando parecía que alcanzábamos un estado general de aceptación y respeto al diferente, llegan el ascenso de la extrema derecha, los discursos y delitos de odio, el posible retroceso en las libertades conseguidas… ¿Qué hacemos? ¿Seguir educando? ¿Más protección y castigo? ¿Más humor? ¿Acción directa?
Creo que el término «reaccionario» se ciñe hoy más que nunca a su significado. Es una reacción del sector más retrógrado, carca y facha frente a todos los avances de colectivos como el feminista o el LGTBIQ+, porque ellos pensaban que el mundo siempre iba ser como ellos tenían asumido, con sus privilegios que no se podían tocar. Es una respuesta a un avance que es imparable.
Acabamos. ¿Cómo afrontas el futuro? Venimos de una situación sanitaria difícil, parece que la pandemia puede ir remitiendo, de verdad, por fin… la vida sigue, pero supongo que la salud, para ti, seguirá estando entre tus máximas preocupaciones.
A mí me toca seguir cuidándome, seguir confiando en la sanidad pública, en el equipo neurológico del hospital Sant Pau de Barcelona, seguir con los tratamientos, fisio, todo lo que me toca… y seguir superactivo, currando, con otro libro que espero publicar el próximo año, una segunda temporada de “Maricón perdido” que no sé si existirá pero que sí que está en mi cabeza, seguir colaborando en la radio o en la tele… aunque estoy en el punto en el que solo me apetece colaborar con gente que siento que quiere que esté allí, como hago con Angels Barceló o con Ana Pastor. Así que vamos a intentar seguir en ello.